‘Dom’ llegó el 4 de junio a Amazon Prime. Nos la hemos visto entera del tirón y nos ha encantado. Se nota no solo que es una superproducción sobrada en recursos, sino que también está cargada de ideas a la hora de demostrar lo que quiere ser: un retrato duro sobre la vida en Brasil. Pero no un retrato cualquiera. Este es un retrato intergeneracional, que alcanza desde los años ’70 hasta nuestros días. Es un retrato interclasista, que va desde las clases más altas a las más bajas de Brasil, desde las lujosas mansiones a las misérrimas favelas de Río. Pero, sobre todo, es un retrato intergeneracional, pues adentra su corazón en las relaciones padre-hijo, a partir del dúo protagonista.
Pero, como motor principal de esta trama y verdadera llave maestra a la hora de abrir todas estas puertas están las drogas, el narcotráfico y los robos. La delincuencia en Brasil se entiende en ‘Dom’ como un mal endémico, engastado hasta el tuétano y que a todos alcanza. Cada uno a su manera y en su rol, todos parecen tener un papel en el que es, hoy incluso, en pleno período “bolsonarista”, uno de los males endémicos del país.
«Dom» no escatima en realismo y exhaustividad
El material del que parte la serie no puede ser, en este sentido, más interesante. La historia principal es la vida de Pedro Dom, un afamado delincuente que atemorizó las calles de Río con su banda de ladrones y asaltantes de casas. Sus orígenes familiares, asentados en la clase media (su padre era policía), se encuentran en el camino con los de un eclécticamente heterogéneo grupo social de jóvenes (algunos de las clases más bajas, otros de las más altas) en una banda de crimen organizado. Por tanto, en su vida se dan todos los ingredientes argumentales para ayudar a que la serie muestre lo que quiere mostrar.
Para ello, además, la producción no escatima en realismo y exhaustividad a la hora tanto de mostrarnos los amplios espacios de Río de Janeiro, como de introducirnos en las casas más pobres de la ciudad y enfocarnos, en primerísimo plano, duras escenas de drogadicción juvenil o de sexo desenfrenado. No se escatiman esfuerzos ni se ponen excusas a la hora de intentar mostrar las cosas como se piensa que fueron.