Un insecticida previamente prohibido, el sulfoxaflor, que fue aprobado para uso agrícola el año pasado en los Estados Unidos, es dañino para las abejas y otros insectos beneficiosos que son cruciales para la agricultura, y un segundo pesticida de uso generalizado, el flupyradifurone, también daña estos insectos. Estos son los resultados que arroja un nuevo análisis de investigadores de la Universidad de Texas en Austin.
A medida que la industria agrícola recurre a nuevos tipos de pesticidas para proteger los cultivos, los biólogos detrás del reciente metanálisis a gran escala advierten que dos de estos: flupiradifurona (que se vende bajo la marca Sivanto) y el pesticida recientemente aprobado sulfoxaflor (que se vende bajo el nombre Transform WG), tienen efectos nocivos similares a una clase de pesticidas conocidos como neonicotinoides, varios de los cuales fueron prohibidos recientemente en la Unión Europea y Canadá. Se ha demostrado que los pesticidas neonicotinoides son perjudiciales para las abejas y otros insectos beneficiosos.
El investigador postdoctoral Harry Siviter y Felicity Muth, profesora asistente de biología integrativa, revisaron 19 estudios de los últimos cinco años sobre sulfoxaflor y flupyradifurone para el análisis, que aparece hoy en la revista Proceedings of the Royal Society B.
«Esta investigación encontró que la exposición a ambos insecticidas en niveles realistas en el campo aumentó significativamente la mortalidad de los insectos y perjudicó su salud«, comenta Siviter.
En 2016, la Agencia de Protección Ambiental estadounidense (EPA) prohibió el uso de sulfoxaflor en cultivos que atraen a las abejas, como el algodón. En 2019, la agencia aprobó su uso en la mayoría de las circunstancias, pero mantuvo restricciones sobre la aplicación del insecticida a las plantas en flor que pueden atraer abejas. El segundo insecticida involucrado en el estudio, flupyradifurone, está actualmente aprobado para uso agrícola por la EPA sin estas restricciones.
«Está claro que estos insecticidas son dañinos para las abejas«, afirma Muth. Señaló que los reguladores tomaban decisiones antes de que los científicos completaran toda la investigación incluida en el metanálisis. Además de dañar a las abejas, los insecticidas también mostraron signos de perjudicar a otros insectos beneficiosos, como los abejorros salvajes y las crisopas, según la investigación.
«Tenemos alrededor de 4.000 especies de abejas nativas en América del Norte, y son cruciales para nuestros ecosistemas«, comenta Muth. «Ellos son los que deben preocuparnos. Necesitamos evaluar los efectos de los insecticidas en estas abejas nativas como parte del proceso de revisión regulatoria«.
Además de aumentar la mortalidad de las abejas, los insecticidas tuvieron algunos efectos más allá de su letalidad, como la reducción de su capacidad reproductiva y perjudicar la acción de los polinizadores.
«Gran parte del proceso regulador se centra en observar la toxicidad, es decir, la cantidad de insecticida que se necesita para matar un insecto«, asegura Siviter. «Y lo que la investigación ha descubierto durante la última década es que estos insecticidas pueden tener muchos efectos subletales en los polinizadores, influyendo factores como la capacidad de búsqueda de alimento o la capacidad de reproducción de una abeja. Estos efectos también deben tenerse en cuenta en el proceso regulador, porque eso puede afectar a su supervivencia«.
Fuente: Proceedings of the Royal Society B.