Y valor parece que les sobra a Hermann e Yves H. porque con “Duke” suman otra colaboración padre-hijo ambientada en el salvaje oeste que se une a “Redención”, también publicada por ECC Ediciones en el tradicional formato álbum europeo, tapa dura y 56 páginas a color.
Lo cierto es que visto el resultado y conociendo la trayectoria de Hermann Huppen, que cuenta en su recámara con obras como “Comanche”, quizá la apuesta no haya sido tan arriesgada. Es difícil imaginar un estilo artístico que case mejor con el wéstern que el desplegado en “Duke” por la dupla belga. Las acuarelas de Hermann logran unos paisajes realmente preciosistas y consiguen dar vida y empaque al desarrollo de la historia con un juego de colores que participa activamente en la narración. Además, su dibujo traza unos personajes creíbles y perfectamente contextualizados en la época y ambiente que retrata la obra.
La composición destaca por su marcado carácter cinematográfico, clavando la representación de los típicos duelos en los que primeros planos de los pistoleros y sus armas se intercalan para generar la tensión necesaria; y creando viñetas que recuerdan a escenas mil veces vistas en las que seguimos al héroe de espaldas mientras camina –o cabalga– hacia su destino.
En cuanto a la historia, tiene todo lo que esperas de un wéstern: magnates sin escrúpulos, pistoleros a sueldo, prostitutas que sueñan con un buen hombre que las salve y un marshall que piensa sobre todo en conseguir vivir otro día.
En “Duke”, el magnate sin escrúpulos es un empresario minero convertido en cacique local dueño hasta del aire que respiran los habitantes de Oeden, un pueblo de Colorado. Para controlar al rebaño el emprendedor de la minería tiene a un grupo de salvajes a sueldo (no confundir con el maravilloso “Grupo salvaje” de Sam Peckinpah) que un día se pasan de frenada y asesinan a la mujer y la hija de un minero.
A pesar de semejante tropelía, el marshall parece más preocupado por evitar que el pueblo se convierta en un polvorín que por hacer cumplir la ley, algo con lo que su ayudante y letal pistolero, Duke Finch, no está de acuerdo. En su opinión “las mujeres y los niños no se tocan”, por lo que ha llegado el momento de poner a los secuaces de Mullins en su sitio.
Como el valiente subalterno no consigue convencer a su jefe, sucede lo inevitable: unos cuantos mineros han decidido tomarse la justicia por su mano y vengar la muerte de la familia del pobre Cummings, aún en estado catatónico.
La vendetta nos brinda la oportunidad de adentrarnos en un escenario mítico del Far West, el Saloon, entre cuyas paredes los asesinos celebran su hazaña disfrutando de los placeres de la carne. El plan de los mineros fracasa estrepitosamente y salvan su vida únicamente porque en una habitación contigua estaba Duke discutiendo con Peg quién dijo qué sobre irse a vivir a Luisiana a comer perdices.
Ante el derramamiento de sangre que los hombres de Mullins provocarán más pronto que tarde, al marshall no le queda otro remedio que dejar hacer a su avezado ayudante, que parte en busca de los mineros y los asesinos a las afueras del pueblo, dando inicio al meollo de todo relato de vaqueros: sangre y revólveres.
Hermann e Yves H. ofrecen en «Duke» un wéstern conciso, asentado en los clásicos recursos estéticos y narrativos de un género al que cada cierto tiempo dan por muerto pero que, como los viejos forajidos, siempre vuelve. Y si es en manos de los Huppen, miel sobre hojuelas.
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