Una novela “puro Fo”: donde se junta lo mejor de su saber teatral, por el que fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1997, con las esencias más fundamentales de su práctica novelística.
En el centro de todo, también como en sus otras novelas, una historia real como motor narrativo y trama central. La de Johann Trollmann (1907-1943), un gitano de población sinti, cuyas extraordinarias dotes para el boxeo lo hicieron merecedor de los mayores reconocimientos populares y deportivos de su época, pero también lo convirtieron en víctima de las mayores atrocidades. Su delito: no ser un alemán ario en la época del nacionalsocialismo. Con todo, la novela no limita las consecuencias de los prejuicios y el odio a este período, sino que lo extiende a los años anteriores a la llegada de las SA y de Hitler, e incluso lo contemporaneiza para poder traernos esta reflexión hasta nuestros días. Para Fo el totalitarismo y el estatismo son consecuencias del miedo y el odio a la diferencia: da igual si es por una cuestión de creencias o ideologías, sexo o raza o religión.
La forma de conseguir esta universalización argumental, a partir de una historia sin embargo tan concreta y personal, resulta rica e interesante. Una forma es claramente discursiva: introduciendo en los diálogos de los personajes, o en la intervención de la voz narradora, las alusiones -bastante directas y claras- relativas a este tema. Otra es indirecta, engarzada en la trama con naturalidad, especialmente al tratarse de un contexto sociohistórico claramente asociado a los temas tratados por Darío Fo. Y otra, en mi opinión quizás la más sutil y curiosa, es mediante el tono de la narración: pasando de un momento dialógico de personajes, a otro donde el narrador establece un diálogo con el lector, a otro donde esa misma voz narradora adquiere una marcada frialdad para presentársenos casi como un cronista fríamente distanciado respecto a unos hechos duros e intensos.
El interés de esta última reside, precisamente, en la coherencia de ese tono narrativo con el estilo documental nazi, aportándole una enorme potencia alusiva indirecta bastante infrecuente, por otra parte, en novelas de base histórica. Quizás esto sea porque, para la mayor parte de lectores, estos cambios de tono podrían no resultar del todo digeribles o comprensibles, y por tanto dificultar su lectura; restándole interés al conjunto de la novela. Pero parece que Fo ha debido ser bastante consciente y consecuente con esta posibilidad, porque este cambio se produce solo durante unas pocas decenas de páginas, y justo cuando temporalmente según el desarrollo de la trama tal giro en el tono resulta estar justificado. Una decisión audaz e inteligente propia de un maestro como era él, sin duda.
Fo también era un estupendo constructor de personajes, y eso se nota aquí a la perfección. Quizás no de forma tan pulida como en su mejor novela, "Lucrecia Borgia, la hija del Papa" (Siruela, 2015), pero también con un oficio a la altura. Aunque los personajes secundarios están algo desdibujados y no se extraen de ellos las aristas que sí se apuntan (especialmente, de la madre de Trollmann), los principales sí poseen una intensidad y vitalidad digna de encomio para una novela breve que se lee y se disfruta en un suspiro. Y lo consigue, sobre todo, trufando la trama de momentos con una fortísima carga emocional, de esos que un/a lector/a agradece poder disfrutar y tarda en olvidar: con un cuidado tratamiento a los momentos de Trollmann encima del ring o con su familia.
Pero ninguna virtud en "El campeón prohibido" puede igualar a su capacidad en el reivindicar un humanismo definido y caracterizado a través de numerosos matices, todos ellos introducidos o representados o caracterizados por nuestro protagonista; en sus acciones, valores y forma de vida. Entre ellos encontramos la entrega y la tolerancia, la generosidad y el sacrificio, el esfuerzo y la ética, el amor tanto a sus próximos como a cualquiera de sus semejantes (no diluyendo, sino poniendo en valor a su origen gitano mediante esta característica), o la comunión simbiótica humanidad-naturaleza (simbolizado aquí por el bosque y los caballos). De hecho, a medida que la trama avanza, asistimos al deterioro progresivo de esta simbiosis y esta comunión: los caballos dejan paso a la motocicleta y a los camiones, el entorno natural cede ante las ciudades y los campos de concentración, la tierra se retira al paso del hormigón y las alambradas.
"El campeón prohibido" (Siruela, 2017) no es una novela formalmente depurada, pero tampoco pretende ser tal. En su corazón late un mensaje reivindicativo, laten las pasiones de una humanidad esencialista -coartada por la frialdad y la crueldad del maquinismo, de un amor infinito a la vida, que expresó el gran dramaturgo italiano en toda su obra teatral y expresa en esta novela de la forma más viva.
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