La lectura de las terroríficas historias de Lovecraft a veces resultan un poco áridas y pueden suponer un desafío al lector menos veterano, pero las adaptaciones de estos relatos que hace Ian Culbard, además de impecables, eliminan esa aridez. ¡Y se nota que conoce al dedillo la obra de Lovecraft! Sobre todo en este caso con respecto al que es, para mí, una de las historias más significativas del escritor de Providence.
De hecho, en este tomo de 128 páginas a todo color encuadernadas en cartoné da la impresión de que, en lugar de articular la historia para la imagen, las imágenes se han adaptado alrededor del texto original en lo que es un ejemplo del cuidadoso y detallado trabajo del autor de esta novela gráfica en lo que es un elogio y un sincero homenaje a la historia original hasta el punto de que, si te gusta el relato original, este cómic aumente tu experiencia.
¿Por qué aumentará la experiencia? Porque pondrás imagen al horror escondido en los ojos, la sonrisa y el diálogo escalofriantemente inocente que gira en torno a Ward.
En fin, que adaptar una novela al cómic es una tarea difícil, y más todavía en una obra de Lovecraft, en la que todo gira en torno a la insinuación, a eso a lo que se llama “terror psicológico”. Es difícil el mostrar en una viñeta lo que sugiere un susurro aterrador, por ejemplo.
Pero Culbard es un experto en Lovecraft. No en vano fue el ganador de un premio British Fantasy con su adaptación de “En las Montañas de la Locura”. Veamos de qué va la cosa en este nuevo cómic Lovecraftiano:
Todo comienza con la supuesta desaparición de Charles Dexter Ward de un sanatorio mental, el doctor Willett, amigo de la familia, es llevado para un interrogatorio. Willett rememora lo que llevó a Charles a ese punto. Comienza a compartir la historia del desaparecido y su extraño comportamiento a partir del momento que accedió a la historia de un misterioso antepasado. Esa búsqueda de información lo lleva a las artes oscuras y al descenso a la locura y a las fuerzas que tanto su antepasado como él habían traído de vuelta al mundo: criaturas tentaculadas y monstruos ígneos, que todo el aficionado a la obra de Lovecraft sabrá identificar y cabría esperar.
Y no nos olvidemos de la representación de los ocultistas humanos. Willett resulta ser un excelente narrador y guía de esta historia de oscuridad y locura, y su destino final es escalofriante.
Y hablemos ahora del trabajo de Culbard, no sólo de la ya comentada al principio perfecta adaptación del relato original al formato de guión de cómic. Y, en cuanto al dibujo, falsamente simplista, apreciaremos un trazo claro y definido, con una perfecta elección del color, deliberadamente plano y en el que destaca el empleo del claroscuro. Su arte es limpio, detallado y con un aspecto ligeramente redondeado, y recrea de manera efectiva el estado de ánimo, la atmósfera y el suspense, así como la distribución de las viñetas en las páginas con un sentido artístico agudo de lo que se puede hacer en y con una novela gráfica.
No dejemos de lado la producción de este volumen, que es de primera: papel grueso, cartoné, páginas cosidas… Sin extras, quizá habría sido una buena idea el incluir algún tipo de prólogo o introducción a la historia del relato, por ejemplo. En todo caso, “El caso de Charles Dexter Ward” es un brillante ejemplo de lo que la novela gráfica de género puede ofrecer.
Es, además, una historia refrescante, ya que todo el mundo parece creer que puede mejorar las historias de Lovecraft jugando con su actualización. Sin embargo, Culbard consigue hacer la historia más fácil de seguir que el original de Lovecraft respetando, a la vez, su esencia.
Una obra que, seguro, atraerá a los lectores a buscar la novela original.