El Estado de Alarma y el confinamiento decretados en marzo cortaron el desarrollo editorial de la nueva y extraordinaria novela del rumano Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956). Apenas diez días llevaba en librerías cuando todo se tuvo que parar. Para hacerle justicia, tomamos la decisión de esperar al momento propicio para hablaros de ella, de aprovechar el tiempo para leerla con la calma merecida, y de dedicarle una reseña que pudiese hablaros no solo de la novela sino, también, de uno de nuestros narradores favoritos -y, desde hace unos pocos años, también en la lista de los candidatos al Premio Nobel de Literatura, un reconocimiento que estamos seguros le llegará, sin duda, antes o después-.
Esta nueva novela es ‘El cuerpo (Cegador 2)’ (Impedimenta, 2020), segundo volumen de su serie Cegador, comenzada a publicar en España por Impedimenta en septiembre de 2018 con el título ‘El ala izquierda’. Un conjunto de tres novelas que rematará con ‘El ala derecha’ y que, desde su misma concepción, está pensado como un artefacto artístico-literario en el que confluyen los principales temas de su obra junto con notas biográficas del autor, envueltas todas ellas en una panoplia de experimentos literarios (ejercicios creativos de todo tipo y condición), orientados además desde una perspectiva orgánica y, por tanto, plenamente experiencial, vivencial y sensitiva.
No es casualidad que los tres volúmenes se desarrollen a partir de partes del cuerpo, ni que el cuerpo elegido, el de la mariposa (pero que bien podría ser el de tantos otros seres vivos), posea la capacidad de volar. Pues no es “la capacidad de volar” otra cosa que la representación de la voluntad creadora de la mano autoral y/o la voz narradora, así como la exhibición figurativa de su plena libertad a la hora de “moverse” -y transportarnos con ella- por su/la obra. Haciendo así, nos muestra tanto “la existencia” de esa inextricable dualidad autor/narrador, como el inmenso poder que esa “existencia” tiene en su mano a la hora de definir el texto a partir de una absoluta libertad creativa.
Así ‘El cuerpo (Cegador 2)’ (Impedimenta, 2020) resulta ser, en consecuencia, un ejercicio creador absolutamente libre en el que los corsés impuestos tantas veces por el “pacto ficcional”, fijos y fuertes en tantas otras novelas al uso, se ven aquí constantemente forzados hasta casi el límite último de sus broches y sus costuras.
El primer corsé que se fuerza es el de la dualidad autor/narrador, optando no por el más habitual recurso de igualar ambos planos, sino por el menos recurrido de confundirlos, de hacernos imposible saber con certeza dónde acaba el autor y comienza el narrador, mezclando sus nombres, sus biografías, sus sueños y sus pesadillas, sus experiencias y sus esperanzas, hasta el punto de casi fusionarlas. Incluso, yendo un paso más allá, Mircea, que así se llama la voz narradora aquí, explicita esa dualidad, así como su voluntad de superarla, de trascenderla hasta llegar a ser uno solo. Si bien parece considerarlo existencialmente imposible pues siente “que un Mircea cuyos caminos me resultan desconocidos me inventa a cada instante” (pág. 104).
Si “la existencia” del ser que crea/narra es confusa, también debe necesariamente serlo el conjunto de su “experiencia”. Este punto del acuerdo ficcional que se nos propone aquí es clave. A partir de él es que, de forma coherente con la narración, encajamos con plena lógica y consciencia la extensa panoplia de historias múltiples y experimentos creativos varios que se nos propone a lo largo de la novela. Con cambios en la voz narradora, constantes, pero siempre bien llevados (desde el narrador omnisciente al testigo, pasando por el protagonista); saltos en la perspectiva (desde lo más general hasta lo más concreto, en unas pocas líneas); distintos puntos de vista (mirando la misma realidad, en el mismo tiempo, de diferentes formas, incluido el monólogo interior); u optando a veces por la descripción minuciosa, la enumeración o la ambigüedad como formas de situarnos en el contexto de la escena.
Esta confusión se intensifica en aquellos momentos en que es, precisamente, “el cuerpo” el que toma el control de la narración. Por nuestras extremidades (“alas”) es que sentimos, pero es en nuestro cuerpo dónde tiene lugar el procesado de esas sensaciones, dónde tomamos las decisiones sobre cuáles emociones procesamos y qué intensidad les atribuimos, además de intervenir sobre ellas a través de otros mecanismos como la ensoñación, la pesadilla o el rumiado de deseos y esperanzas; todos ellos presentes aquí, de una u otra forma, de forma constante, tanto en el personaje principal (Mircea) como el los demás que lo rodean.
Y aquí es dónde llegamos a otro punto interesantísimo: la construcción de personajes y, especialmente, cómo se define a un personaje colectivo (la zona geocultural de los Balcanes, con Rumanía en su centro sentimental pero que también alcanza a otras zonas y países) a través de los distintos personajes individuales (históricos unos, anónimos otros) que la han ido construyendo -y constituyendo- tanto en el espacio como en el tiempo. Líderes políticos o grupos religiosos, símbolos culturales o personas anónimas, suman sus esencias para definir una geocultura capaz, a su vez, de ayudarnos a comprender más profunda e íntimamente al personaje principal de Mircea.
«El cuerpo (Cegador 2)» es una novela total, en la que cualquier perspectiva es posible
De esta forma, la novela consigue flotar también entre los géneros literarios, sobrevolándolos hasta definirse, categorialmente, como un texto impreciso, vaporoso, capaz de ocupar al tiempo numerosas casillas de distintos modelos clasificatorios. Así, a veces estaremos ante un texto surrealista, otras ante uno fantástico, o histórico, cómico, e incluso alguna vez tocaremos con la punta de los dedos el terror (gótico, en mi opinión, a la hora de describir lugares y atmósferas), la novela política, la social realista (de tinte tanto costumbrista como civil), y así podríamos seguir. Todas ellas están presentes, perfectamente representadas en cuanto a su estilo, en algún momento y de alguna forma, durante unos cuantos párrafos, escenas o capítulos.
‘El cuerpo (Cegador 2)’ (Impedimenta, 2020) se nos aparece, entonces, como una novela total dónde cualquier estilo, cualquier técnica o recurso, cualquier voz narradora o cualquier perspectiva es posible. No solo eso, sino que su aparición es coherente con la obra como conjunto, lógica con el momento en que lo hace, y además está brillantemente llevada. Dentro de un texto que, aunque experimental en cuanto a su concepción, persigue el objetivo más clásico de la creación artística: el analizar lo humano desde una perspectiva existencial, intentando explica quién es tanto individual como colectivamente. Tarea que Mircea Cărtărescu afronta magistralmente en una novela magnética que se devora con pasión, y que lo confirma (otra vez, por si aún cupiese duda) como uno de los mejores narradores de nuestra época.
Ahora queda esperar a que ‘El ala derecha’ (prevista para octubre de 2021) llegue para, con ella, cerrar la que, ya es, una de las mejores obras de la narrativa contemporánea.