«El fantasma y la señora Muir» es una de esas novelas que, hasta el rescate por parte de Impedimenta en el último trimestre del año pasado, estaba desaparecida en castellano. Después de disfrutar la novela y comprobar la gran aceptación que ha tenido no queda más que recomendar a ciegas «El fantasma y la señora Muir» y celebrarla como lo que es: una excelente y sencilla historia sobre el amor y la libertad con fantasmas.
El argumento:
Lucy Muir es una joven viuda a la que todo el mundo considera «muy poca cosa» a pesar de que ella se tiene por una mujer muy decidida. Agobiada por las deudas tras la muerte de su marido, decide mudarse a Gull Cottage, una casita ubicada en un pintoresco pueblo costero inglés llamado Whitecliff. Según los rumores que corren por la zona, la casa está embrujada, y el espíritu del atractivo y arisco capitán Daniel Gregg, antiguo dueño de la casa, vaga por el lugar importunando a todos los que osan alterar su descanso. Inmune a las advertencias, Lucy se plantea descubrir por sí misma si esas historias son ciertas.
La relación estrambótica y a la vez sumamente tierna que establece con el capitán Gregg se convertirá en un refugio para ella y en un amor que desafiará todas las leyes de la lógica.
Esta reseña de «El fantasma y la señora Muir» podría ser una de las más breves y concisas a la que me haya enfrentado. No concibo ninguna razón para no recomendar, casi a ciegas, esta novela a cualquier tipo de lector y que no se sienta atrapado por su sencillez, sus buenos propósitos, su visión del mundo, del romanticismo y unos cuantos secretos sobre la vida que esconde dentro de sus afilados diálogos. Así os ahorro una serie de frases mías con poco sentido y menos talento. De nada.
Optimismo de un mundo en reconstrucción.
La verdad que «El fantasma y la señora Muir» bien merece detenerse en algunos detalles, por si queda algún indeciso. La novela se publicó originalmente en 1945, en un entorno social y mundial aquejado por el fin de la Segunda Guerra Mundial, entre cuantiosas pérdidas vitales y un estado de shock generalizado, mientras se miraba con esperanza a un futuro que, sin duda, sería mejor. De ahí surge el espíritu de la novela, envuelta en las dosis justas de ternura, familiaridad y esperanza. Es imposible no caer rendido ante su aparente sencillez, ya desde las primeras páginas. «El fantasma y la señora Muir» se mueve por el terreno de la comedia romántica pero sin encorsetarse: ni es una comedia descacharrante ni una novela romántica centrada en el sufrimiento o con relaciones demasiado pesadas entre sus personajes. Tiene una mezcla perfecta de elementos unidos por los hilos invisibles del optimismo.
No concibo ninguna razón para no recomendar, casi a ciegas, «El fantasmas y la señora Muir» a cualquier tipo de lector y que no se sienta atrapado por su sencillez, sus buenos propósitos, su visión del mundo, del romanticismo y unos cuantos secretos sobre la vida que esconde dentro de sus afilados diálogos.
«El fantasma y la señora Muir» es puro optimismo. A pesar de las dramáticas situaciones que vive Lucy Muir y su familia, siempre hay un hilo de esperanza. Quizás se deba al marco histórico en la que fue escrita o al propio tema de la novela, pero siempre hay una visión luminosa de la vida. Ni la aparición de un fantasma como el Capitán Gregg o su estilo gótico afectan a esa luz. No es, de hecho, una novela oscura, a pesar de desarrollarse en una oscura y avejentada mansión ni en una tormentosa ciudad costera inglesa. Hay luz y esperanza, nacidas de la propia oscuridad y desdicha, surgida de la mejor de las maneras y con la mejor de las intenciones. El libro cuenta con una eterna adaptación al cine de la mano de Joseph L. Mankiewicz e incluso una serie de televisión (1968-70). La película, casi complementaria a la lectura de la novela, tiene unos toques más oscuros: hay menos luz pero el mensaje optimista es casi el mismo.
He dejado, para la parte final, uno de los temas más interesantes relacionados con la lectura. R.A. Dick es el pseudónimo de Josephine Aimee Campbell Leslie (Wexford, Irlanda 1898 – 1979), una de las muchísimas mujeres que se amparaban bajo un sobrenombre masculino para que sus trabajos vieran la luz. Una sociedad algo diferente, no tan lejana, pero con infinitas dificultades para las mujeres. «El fantasma y la señora Muir», al igual que las grandes novelas, adquiere una nueva dimensión cuando se observa bajo el prisma de la historia personal de su autora. Lucy Muir, nuestra protagonista, es descrita en el arranque del libro como «la pequeña señora Muir», «nuestra querida pequeña señora Muir» o «la pobre pequeña señora Muir», que encierra una visión muy particular del mundo en el que vivían las mujeres de la época. Lucy, recién enviudada, sin muchos recursos económicos y descendencia que atender, desafía a su familia política, contraria al pensamiento propio e individual, y a las convenciones sociales de la época para intentar construir su futuro según sus deseos. De esa situación surgen los alegatos más interesantes del libro, el continuo desafío al pensamiento común sobre derechos, virtudes y opciones aplicables a las mujeres de la época. Incluso se incluye un delicioso capítulo sobre la publicación de un libro de marineros bajo pseudónimo, algo a lo que Campbell Leslie no debía de ser ajena. El Capitán Gregg, pese a lo que se pudiese pensar, no rezuma machismo ni intenta establecer una extraña relación con Lucy: es la voz de la experiencia, algo cascarrabias, pero le deja libertad de acción a la señora Muir, aprendiendo de sus errores, viendo como pasa la vida desde su condición de fantasma.
En definitiva:
Vivimos tiempos raros. Estamos en una época donde debemos pasar el mayor tiempo posible en nuestras casas, viendo situaciones estresantes, agobiantes, a nuestro alrededor, en un contexto social con alta intolerancia, mentiras, abusos… Un cuadro desolador. La recuperación (y aparición) de libros como «El fantasma y la señora Muir» resultan un bálsamo para nuestra maltratada mente. Abrir una ventana hacia Gull Cottage, su apacible ambiente costero, la amabilidad y familiaridad, una mirada optimista hacia un futuro mejor y un cambio que debería de llegar, es la mejor medicina. La edición de Impedimenta se ajusta a la calidad a la que nos acostumbra la editorial, con una evocadora portada y una excelente traducción de Alicia Frieyo. Una novela que se lee en un suspiro, con unos diálogos ágiles y punzantes, unos personajes deliciosos y un mensaje eterno, entre la muerte en vida y la vida en la muerte.
Disfrutadla.