«Frío al dormir, sueños de libertad, miedo al huir, sombras al despertar, no le importa el tiempo que haya que esperar, solo hay un motivo por el que luchar». Su motivo es evitar que despierten sus instintos más primarios, que afloren sus pulsiones más incontrolables y que el olor de una magnolia de cuerda en su interior al reloj que marque la hora de volver a sacrificar, de teñir de nuevo las calles de un rojo plasmático que se adhiera y cubra en parte la mugre, que como un parásito, se alimenta de la Isla Simetría.
Simetría: rasgo característico de formas geométricas, sistemas, ecuaciones y otros objetos materiales, o entidades abstractas, relacionada con su invariancia bajo ciertas transformaciones, movimientos o intercambios.
Simetría: Pedazo de tierra aislada, expulsada de la península a la que pertenecía por albergar toda clase de corrupción, decadencia y horror humano. Lugar infecto donde sólo sobreviven los más fuertes, los peores errores de la evolución humana. La isla de la que nadie sale.
Simetría: Coto privado de caza de Marcos Laguna donde no hay lugar para la polisemia, es su parcela particular y sólo hay sitio para un cazador, ÉL.
“El hombre que nunca sacrificaba a las gallinas viejas es la hostia en patinete a motor” así define el gallego Darío Vilas su última burrada literaria
Marcos Laguna es un cuarentón en la forma de una bestia parda de dos metros de músculo que no conoce la palabra “sutileza”. Un tipo solitario sin más compañía que su corro de gallinas viejas que ya no ponen pero que nunca sacrificará porque: “Cumplieron su servicio, me dieron todo lo que podían dar y se merecen un digno retiro” y las nuevas, que le procuran sustento, al igual que su fértil huerto. Lejos quedan los días de trabajo de seis a dos, donde tenía todo lo que quería pero nada de lo que necesitaba.
Nació, creció, vivió, asesinó y presumiblemente arderá en el infierno de Simetría, una isla rodeada de Inmundicia y donde se amontonan desechos humanos y detritus orgánicos por igual. Un reducto, que al igual que ocurría en Knockemstiff (Ohio) el pueblo natal de Ray Pollock que tan salvaje y crudamente nos diseccionaba el autor (“Knockemstiff”, Libros del Silencio), actúa de cepo, de trampa para osos: una vez caída en ella no puedes escapar sin perder una parte física de psíquica de ti mismo, y solo te quedan dos opciones, como en el Juego de tronos: o ganar o morir.
Y Marcos es un artista de la muerte, pero eso fue hace mucho tiempo. ¿Las voces? se han ido, también los vampiros, y los entes que dicen alimentarse de él para obtener poder. Y ahora pasa sus días recolectando y vendiendo sus productos puerta a puerta, como los comerciales de Avon, pero mucho más mal encarado y sin sonrisa profident. Pero uno debe aceptar su destino o morir por culpa de él. Y un buen día, el destino llama a su puerta mientras trabaja el huerto, una pútrida mano es la que golpea y pugna por salir de su encierro, y con un dedo que apenas se insinúa despertará en Marquitos el fantasma de un pasado que creía tan enterrado como la esquelética extremidad que ahora le apunta con dedo acusador.
Marquitos es un hombre atormentado por su pasado, que se deja llevar por el presente y que nunca creyó en un futuro; mientras languidece en los efluvios malsanos de Simetría algo está a punto de cambiar, un día, durante uno de sus repartos a domicilio, la brisa traerá un fuerte olor a Magnolia. Y como un dique, que se viene abajo por una pequeña brecha que va creciendo más y más, ese olor romperá poco a poco el muro de contención que durante diez años le costó esculpir al hombre de negro y de nuevo volverán las noches en blanco y negro, las noches de muerte, las noches de volver a recolectar sangre.
El autor vuelve a tratar en esta (sucia) novela, el tema de la soledad
“El hombre que nunca sacrificaba a las gallinas viejas es la hostia en patinete a motor” así define el gallego Darío Vilas su última burrada literaria, ¿lo más heavy metal de lo que ha escrito hasta la fecha? Pues es probable pero no constatable por mí ya que no he leído sus anteriores trabajos: “Instinto de superviviente”, “Lantana: donde nace el instinto”, “Piezas desequilibradas” e “Imperfecta Simetría” y los que están por llegar como “Girando en Simetría” y el cierre de su trilogía Z con Dolmen, “Despertar en Simetría”, aunque tras este prometo enmendarme. Así que solo puedo hablar de certezas, como el hecho de ser la novela que inaugura la nueva línea editorial de Tyrannosaurus Books dedicada a la vertiente más inusual y cruda de la literatura de terror, la más sucia y grotesca, como el nombre escogido: DIRT, y por algo será ¿no?
Certeza también es que “El hombre que nunca sacrificaba a las gallinas” (Tyrannosaurus Books) es el primero de sus trabajos que se desarrolla y ambienta íntegramente en Simetría, no como las otras novelas que recalaban en ella de soslayo, quizás por ello decidió cambiar de estilo narrativo, aparcando su costumbre de escribir en primera persona y en pasado para pasar a narrar en tiempo presente e intercalando dos narradores: Marcos y otro omnisciente, que aclara detalles del pasado y algo más…
¿Héroe o villano? ¿Carcelero o libertador? ¿Pecador o mesías? Caras de una misma moneda. Yo personalmente he empatizado mucho con él, ya que todos llevamos dentro un Marcos Laguna, agazapado, latente… y a veces tan solo una delgada, y casi invisible línea, separa el blanco del negro y más en un isla dónde no existe la escala de grises.
Grge_dixit: Novela que no deja indiferente y en la que no hay término medio, como en Simetría, o la odias o la aplaudes.
Una gran novela que no sólo se lee frenéticamente, sino que se te queda dentro, como un virus o una mentira pepera. He echado de menos más páginas, más Simetría, es un mundo a expandir.