Antes de comenzar, una advertencia: si ‘El invencible’ (Impendimenta, 2021) cae en tus manos, y debería porque es fantástica, NO LEAS la contraportada. Ni se te ocurra. En ella se revelan, inexplicablemente, aspectos misteriosos de la trama, que la voz narradora no insinúa hasta pasada la mitad del texto y que, además, se esfuerza conscientemente en ocultar a través de inteligentes juegos malabares de los que, si la lees, tú no podrás disfrutar. Es más, te propondría que, sabiendo que hay un misterio y que se te dan pistas, le quites la portada a la novela, la alejes de ti unos días, e intentes deducirlo tú antes de que sea demasiado tarde. A ver qué se te ocurre.
Este es uno de los alicientes, y no el principal, para entrar de cabeza en una de las novelas de Stanislaw Lem (Ucrania, 1921 – Polonia, 2006) más injustamente ignoradas en una edición que, salvo este detalle de la contraportada, continúa la extraordinaria calidad habitual de su editorial (Impedimenta, 2021). Y en un año, además, en que celebramos el centenario del nacimiento de su autor: el 12 de septiembre muchos nos acordaremos de él y de lo mucho que nos falta. Su tremenda calidad sigue siendo, aún hoy, un reto, pues pocos como él eran o son capaces de aunar la excelencia literaria con una desbordante imaginación y con la profundidad de ideas que trataba en todas sus novelas.
En ‘El invencible’ (Impedimenta, 2021) el misterio tiene nombre: El Cóndor. Ésta es una avanzada nave científica con una misión: explorar el planeta Regis III y la suerte de la vida allí tiempo después de que, en sus proximidades estelares, una supernova hubiese estallado. Allá que se van, allá que están y allá que desaparecen. Inexplicablemente, una experimentada misión de exploración, con los más avanzados instrumentos, se esfuma sin dejar rastro ni dar señal alguna de lo que le hubiese podido pasar.
«El invencible» es una novela maravillosamente escrita
Para resolver tal misterio, desde nuestro planeta, se envía a Regis III a su nave científica gemela, El invencible. Allá que se van, allá que llegan y allá que comienzan a suceder cosas extrañas, inconvenientes y dificultades sin un origen claro, en un planeta con vida orgánica en los mares, pero cuya superficie, aparentemente, está totalmente desértica, sin vida. Algo que, según la teoría de la evolución, y los datos técnicos del planeta, es totalmente imposible. ¿Qué pasa aquí, entonces?
El misterio aumenta cuando aparece la nave perdida y se observa su estado y el de algunos de los cadáveres de sus tripulantes. Y aumenta más aún cuando, en su exploración de la superficie planetaria, la tripulación de El invencible comienza a experimentar fenómenos imposibles en aquellas condiciones. Si descartamos el Deus Ex Machina, tan habitual en estos tiempos, pero del que Lem rehuía porque él quería hacernos pensar soluciones realistas y no engañarnos con tramposos juegos de manos, ¿qué podría estar sucediendo en Regis III?, ¿cuál es el misterio?, ¿serías capaz de deducirlo tú? Aquí hay otro aliciente más para ponerte a leerla ya pero, nuevamente, tampoco es el principal.
Porque el verdadero leitmotiv de la novela no está tanto en el misterio principal que mueve a la trama, como en lo que este misterio supone para ambas tripulaciones. Esta gran incógnita, el interrogante de lo que sucede en Regis III, no es más que una representación, a escala planetaria, de todos los misterios que el universo tiene reservados para la humanidad en nuestro intento por explorarlo y conocerlo. Unos misterios que, aunque en este caso sí podamos deducirlo, entonces quizás sí nos superen hasta mostrársenos inaprensibles o, incluso, amenazar con nuestra total extinción en la búsqueda de su conocimiento.
Lem nos quiere hacer conscientes de nuestros límites, tanto físicos como intelectuales, ante lo inmenso, y en cierta medida quizás soberbio (este es otro interesante debate que Lem nos propone), intento de conocer todo lo que existe, ha existido o existirá en nuestro espacio-tiempo. ¿Será una humilde y limitada especie de homínido capaz de conseguirlo? Y si lo es, ¿porqué no pueden serlo otros también? Y si lo han hecho, ¿quién nos asegura que ello no pudiese traernos más problemas que ventajas? Pensar, ese es el objetivo de la novela y su autor, algo cada vez más imprescindible a la vista de cómo va nuestro mundo.
Además, no solo es una novela maravillosamente escrita que, si no conoces su misterio, te puede mantener pegada a ella desde su principio hasta su final. El invencible es también una novela ambiciosa en su construcción dónde, para darle forma a todo su centro neurálgico, se echa mano de conocimientos físicos, biológicos, médicos o bioquímicos que, desde el realismo y la concreción, buscan también hacernos conscientes de cuán frágiles somos como forma de vida. Nuestra naturaleza orgánica nos convierte en un blanco fácil para muchas de las amenazas que el universo nos tiene o podría tener reservadas.
Su plena consciencia de esta fragilidad o su humildad ante el enorme reto del conocimiento no es, sin embargo, escéptica o pesimista. No rechaza ni pone reparos a que lo hagamos, a que avancemos como especie y/o civilización, sino que nos pide que lo hagamos siendo plenamente conscientes de nuestra fragilidad y, con ello en mente, extrememos siempre el cuidado y la prudencia. Será así como podamos sobrevivir si, alguna vez, el momento en que el misterio nos supere en su forma más dramática llega a nuestra puerta. O, como diríamos los gallegos, ¡sentidiño!
‘El invencible’ (Impedimenta, 2021; originalmente publicada en 1964) es una maravillosa novela de Lem, donde resuenan los ecos de otras obras suyas anteriores como ‘La investigación’ o ‘Edén’, ambas de 1959, y que además de llevarnos a su terreno, nos entretiene y divierte como sólo un maestro de sus dimensiones sabía hacer.