¿Hasta qué punto podemos prescindir de nuestros sentimientos humanos en nombre de la libertad antes de dejar de sentirnos humanos o libres?
«El envenenamiento por un agente nervioso de fabricación rusa de un espía y su hija, en una plácida ciudad inglesa, no es una historia de una novela de John le Carré«.
Así comenzaba hace unos días un artículo en el diario El País sobre el reciente suceso ocurrido en suelo británico. Tal es el poder evocador de las novelas de Le Carré, convertidas en el imaginario popular en arquetipo de las operaciones de espionaje durante la Guerra Fría que enfrentó a la antigua Unión Soviética con Occidente y que parece retornar -quizá nunca se fue del todo- con Rusia en el papel de la URSS.
Precisamente un personaje hijo de esa época en la que el mundo se paseó al filo del holocausto nuclear, el agente Smiley, regresa ahora, tras veintiocho años de silencio -su última aparición tuvo lugar, como personaje secundario, en El peregrino secreto, de 1990– en este «El legado de los espías», publicado recientemente en España por la editorial Planeta .
Involuntariamente, leer la palabra «legado» en el título de esta obra hace pensar en ella como legado no solo de los espías que dieron fama a Le Carré, sino del propio autor.
A sus 86 años y tras haber publicado en en 2016 sus memorias, tituladas «Volar en círculos» (mejor el título en inglés, The Pigeon Tunnel: Stories from My Life, que hace referencia al palomar del que salen los pichones para ser abatidos por las escopetas de los tiradores), ahora parece querer dar por bien concluida la trayectoria de su personaje más conocido, el agente George Smiley. Protagonista de seis novelas y personaje secundario en otras tres, vuelve para irse probablemente ya para siempre.
Pese a ello -es curiosa la sensación que transmite esta novela de tener algo de precuela y de secuela al mismo tiempo- Smiley no es aquí un personaje protagonista en el sentido convencional del término. Su aparición se demora hasta las últimas páginas de la novela, pero su sombra alargada se proyecta sobre toda la trama.
Una comisión de investigación sobre el final trágico de una operación del pasado devuelve al presente las sombras de la Guerra Fría y sus dilemas morales.
Concretamente, a los tiempos en los que el doble agente británico Alec Leamas, buen amigo de Guillam, permanecía infiltrado en las filas del espionaje de la República Democrática Alemana, en una operación que terminó de manera trágica: Leamas y su novia comunista, Liz Gold, fueron abatidos junto al Muro de Berlín cuando trataban de regresar a la zona Occidental.
La trágica operación, denominada en clave Carambola, no ocurrió por casualidad: Leamas había sido un títere manejado por Smiley quien, para salvar a otro agente, hubo de sacrificarlo.
Crepuscular y descreída, esta lúcida mirada desde el presente a los tiempos de la Guerra Fría vuelve a reunir a personajes y a plantear dilemas morales claves en otras novelas de Le Carré. Quienes hayan leído algunas de ellas se encontrarán en esta con un mundo que les resultará familiar.
Quienes, por el contrario, nunca hayan leído una novela de espías de Le Carré pueden encontrar aquí la que quizá sea la última oportunidad de conocer a un indiscutible maestro del género en plena forma. Eso sí: que no esperen encontrar aventuras tipo Bond o Kingsman en sus páginas.
Brillante, sobria y crepuscular, los lectores están ante la que quizá sea la última obra de un maestro indiscutible del género de espías. El cual, pese a su edad, demuestra estar en plena forma.
Bien editado en tapa dura por Planeta, presenta una característica de calidad poco habitual, como es el relieve con el que están impresas las palabras del título en sobrecubierta y lomo.
Por otra parte, el tamaño de fuente empleado en sus páginas es muy generoso, lo que sin duda agradecerán aquellos lectores que, seguidores del autor desde sus primeras novelas, ya vayan acumulando años en sus ojos.
Joh le Carré (1931) el seudónimo utilizado por el escritor y diplomático británico David John Moore Cornwell para firmar su obra de ficción. Nacido en Dorset, Inglaterra, estudió en las universidades de Berna y Oxford, impartió clases en Eton y sirvió brevemente en el servicio de inteligencia británico durante la Guerra Fría.
Su experiencia en agencias del servicio secreto británico como el MI5 o el MI6, le permitió escribir novelas de espionaje de una complejidad y realismo no vistas con anterioridad a su obra. El notable éxito internacional obtenido por su tercera novela, «El espía que surgió del frío», le permitió abandonar el servicio secreto para dedicarse por entero a la literatura. Los últimos cincuenta años ha vivido de su pluma, dividiendo su tiempo entre Londres y Cornwall.
Creador de uno de los personajes literarios más famosos de las décadas finales del siglo XX, el agente Smiley, las obras de Le Carré han sido traducidas a más de veinte idiomas y vendido millones de ejemplares. Novelas como «El topo», «La chica del tambor», «La gente de Smiley», «La casa rusia», «El sastre de Panamá» o «El jardinero fiel» han sido llevadas al cine, siendo las adaptaciones de sus libros a medios audiovisuales como el cine y la televisión responsables en buena medida de la gran popularidad de su obra.
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Me quedo con esta frase:
«Smiley no es aquí un personaje protagonista en el sentido convencional del término. Su aparición se demora hasta las últimas páginas de la novela, pero su sombra alargada se proyecta sobre toda la trama.»
Y es una pena la verdad, porque esta novela es muy buena y es una pena que lo vendan como una secuela directa de Smiley (algo con lo que no estoy de acuerdo). Si que es cierto que el personaje hace sombra en toda la novela y que parece estar omnipresente, pero tanto como llamarlo la última novela de Smiley… creo que es una estrategia de marketing que hace que, al acabar el libro, te quedes con un sabor agridulce, para el buen sabor de boca que podría haber dejado.
Un saludo y excelente reseña.