Los conceptos de realidad y verdad pueden ser variables tan cambiantes como las diversas mentes donde estas ideas anidan. Nadie vive la misma vida ni cuenta con las mismas experiencias y conocimientos que les aporten trasfondo, y es con eso con lo que juega Laura Gallego para escribir El libro de los portales. La novela de fantasía juvenil ha regresado con una nueva edición de la editorial Minotauro.
Los pintores de la Academia de los Portales son los únicos que saben cómo dibujar los extraordinarios portales de viaje que constituyen la red de comunicación y transporte más importante de Darusia. Sus rígidas normas y su exhaustiva formación garantizan una impecable profesionalidad y perfección técnica en todos sus trabajos. Cuando Tabit, estudiante de último año en la Academia, recibe el encargo de pintar un portal para un humilde campesino, no imagina que está a punto de verse involucrado en una trama de intrigas y secretos que podría sacudir los mismos cimientos de la institución.
Las novelas en las que mejor se explaya Gallego suelen ser aquellas en las que la mente de un único personaje es la que gobierna las páginas. No tiene por qué ser una historia en primera persona, aunque puede serlo. Es a través de ese personaje focal y su forma de interactuar con el mundo en el que vive que la historia avanza. Como ocurrió con La emperatriz de los etéreos o con La hija de la noche. En cuanto pone a varios personajes en primera línea la intensidad de los mismos puede decaer e incluso perderse en el olvido, como ocurrió en Las hijas de Tara. No obstante, El libro de los portales es diferente en ese sentido. Aunque es algo caótico, el carácter y la fuerza de los personajes no decrece por «pasarse el relevo» argumental. En su lugar, solidifica sus personalidades y le proporciona más ángulos a la historia.
El reino de Gallego es, sin duda, la fantasía. Es una creadora de mundos y, aunque ha escrito también relatos de misterio o de ciencia-ficción, la columna vertebral es siempre la fantasía. Es su raíz principal, por eso El libro de los portales es tan peculiar. Luce como un libro de fantasía y se desarrolla como un libro de fantasía. Sin embargo, más allá de los hábitos y las pinturas con «piedras mágicas», es un libro de ciencia-ficción.
No hay luces de neón ni robots, se aleja de los estereotipos clásicos del género. Pero usan unas ecuaciones y unas matemáticas cuya mención bastó para darme dolores de cabeza. Aquello que parece magia, con sus bellos círculos brillantes, es una ciencia y hay un intento verídico por explicar su desarrollo y funcionamiento aquí. Al final, el poder cautivador de la ciencia y su impacto en la sociedad es el verdadero hilo argumental.
Los personajes principales, aunque entrañables y lanzados, son algo toscos a veces a la hora de recuperar su función argumental. Aún así es muy interesante leerles y ver cómo funcionan como conjunto pese a ser tan diferentes entre sí. Hay algunos problemas en relación con la identidad de género, la disforia y la sexualidad, pero tampoco le voy a pedir mucho a un libro que originalmente se publicó en 2013. Me basta con que no detecté una mala intención detrás más allá del desconocimientos habitual de esos años. Gallego además escribió sobre un personaje abiertamente LGTBQI+, así que tampoco me voy a quejar.
El libro de los portales es una novela que funciona a base de perseverancia, unos personajes firmes y más tercos que nadie y muchos secretos que demostrar. No todos los misterios tienen el peso esperado y hay momentos en los que la historia parece caminar en círculos. Pero eso no la hace que sea menos efectiva.
