Una frase que sintetiza perfectamente esta grandiosa historia, obra de Kazuo Koike y Goseki Kojima, es que se publicó por primera vez en Japón en la revista Manga Action en 1970. Kozure Okami, Lone Wolf and Cub o, como la conocemos aquí, El lobo solitario y su cachorro, ha sido fuente de inspiración para muchos autores, entre ellos Frank Miller, cuyo Ronin está claramente influenciado, al igual que Max Allan Collins en su Camino a la Perdición.
Podría aburriros con la trayectoria profesional de sus autores, pero creo que os bastará con la inclusión, por parte de Planeta, en todos los volúmenes de una breve biografía de cada uno. Sin embargo, por si se te pasó leerla en algún tomo, decir que Koike es también coautor de Crying Freeman y fue el guionista de la adaptación de esta a la gran pantalla. Además, se encargó de adaptar El lobo solitario y su cachorro a una serie de seis películas, conocidas como la saga «El asesino del carrito de bebé«, bastante graciosas, la verdad. En cuanto a Kojima, ha sido el compañero creativo ideal de Koike, lo que les ha llevado a ganarse a público y crítica en todo el mundo. También es destacable su labor en la adaptación al medio gráfico de las películas de su director predilecto, Akira Kurosawa. No tenía mal gusto el chico.
¿De que trata El lobo solitario y su cachorro?
Itto Ogami, antiguo albacea oficial del shogún (es decir, ayudaba a hacerse el haraquiri a los daimyos condenados y otras personalidades en la misma situación), sufre la pérdida del honor de su clan, así como la de todos sus miembros, excepto él y su hijo recién nacido Daigoro. Tras esto, se ve obligado a vivir en el “camino del infierno” junto al pequeño, adoptando el sobrenombre de “Lobo solitario”, haciendo de sicario a cambio de dinero, para así poder alcanzar su fin: cobrarse venganza.
Ogami es un demonio para el cual el mundo terrenal ha quedado atrás. Sostiene su espada Doutanuki como si fuera una prolongación de su brazo y no duda en usarla para avanzar en su objetivo. Eso sí, para contratar sus servicios de sicario es necesario explicarle detalladamente el objetivo por el que se quiere deshacerse de tal persona.
Itto va evolucionando y adquiriendo una gran profundidad lenta pero constantemente. Vemos cómo su moral no está tan olvidada como él mismo dice. Itto no es una persona inhumana, es su propio código de honor el que lo es.
Daigoro: el verdadero protagonista
Mención aparte merece la excelente caracterización que recibe el pequeño Daigoro, quien al inicio de esta odisea es un mero espectador de los duelos y desventuras de su padre, pero se convertirá en coprotagonista de la historia y conquistará al lector con su mezcla de valentía, frialdad e inocencia. Daigoro, a diferencia de su padre, siente un gran amor por lo vivo. Así, vemos cómo se queda embobado con un caracol, observando felizmente (entre matanza y matanza) cómo se come una hoja y devolviéndolo delicadamente al suelo. Es cariñoso y confiado con las mujeres que se topa en el camino y, ante todo, siente un profundo amor hacia su padre. Es excelente el capítulo en el que vemos cómo Daigoro es a la vez un niño normal e inocente y alguien que ha visto el horror de la sangre, que ha alcanzado la vacuidad.
«Aunque sea un cachorro, no deja de ser un lobo en potencia.»
Frente a todo esto, está Retsudo y su clan. Es el malo por excelencia, pero un malo con honor, por supuesto. Su ambición le lleva a realizar los actos más crueles y despiadados, esquivando siempre hábilmente el código del bushido y el respeto que debe guardar hacia el emblema de las hojas malvas y al shogún. Es, junto a Daigoro, el personaje más atractivo de la historia, el mejor desarrollado, el más intrigante, el único capaz de enfrentarse en un “tú a tú” contra Itto Ogami, cuyo código de honor llevado hasta el límite y su desapego de la vida hacen de él el samurái definitivo.
La importancia de Japón
Vemos también a Japón como un personaje más, un lugar terrorífico, con unos habitantes oscuros, que camina junto con nuestros protagonistas hacia el infierno. Los autores nos narran pausadamente las actividades que se realizaban en esa época, el engranaje de poder que se elevaba con el shogún en la cima y los bellos paisajes espectadores de todo este entramado de violencia y traición.
Koike hace un elegante uso de la elipsis, de los silencios y juega con los saltos en el tiempo de forma magistral, manteniendo el interés y la tensión continuamente. No escatima en el uso de las páginas necesarias para narrar un duelo de miradas, en el que solo cambian sutilmente los rostros de los contendientes o la fuerza con la que sostienen sus katanas.
Kojima nos obsequia con un dibujo detallado, sombrío y ágil, lo que a menudo puede hacer confusas las escenas de acción. Utiliza las viñetas y páginas de forma novedosa incluso para hoy en día en algunos casos. Delicioso el diseño del pequeño cachorro de lobo, escalofriante la figura de Retsudo y del lobo no se puede decir otra cosa que su presencia es a la vez tranquilizadora y aterradora. Es el honor personificado, es una bestia sin remordimientos y es el samurái más temible de todo Edo.
En definitiva, una obra maestra sin paliativos, con una fuerza narrativa y visual impresionantes. Además, tiene un final que puedo calificar de perfecto, redondo. No podía acabar de otra forma.
En España, hemos tenido la suerte de poder disfrutar de su edición completa, aunque tardía, de la mano de Planeta Cómics. Una edición con muchos fallos, como la calidad del papel y la impresión, pero con aciertos, como el formato elegido de 20 tomos de unas 400 páginas cada uno.