Tras el repaso a los años 70, arrancamos la década de los 80 con una de las series más longevas de la época: “El coche fantástico”, que se emitió desde 1982 a 1986. Seguro que todos recordamos ese pedazo de Pontiac Firebird Trans-Am negro con su cursor rojo característico en el morro que era manejado por la voluntad de KITT, un programa de inteligencia artificial avanzada que era el fiel escudero de Michael Knight, interpretado por David Hasselhoff y que le supuso el salto a la fama, agente de la Fundación para la Ley y el Orden -organización parapolicial controlada por Devon Miles (Edward Mulhare)-.
Marcó época, y simplemente nos tenemos que fijar en todas las series clónicas que surgieron en la época a lomos de motos (“El halcón callejero”-1985-), u otros vehículos tales como helicópteros (“Helicóptero” –del 84 al 87-, “El trueno azul”-1984-).
Mas en todo este periodo no se perdieron las tramas más tradicionales. ¡Seguro que a todos nos acordamos de “V”, esa serie que estuvo en antena del 83 al 85 y nos recuperó el argumento típico de esas películas añejas de invasiones extraterrestres dándole un punto de acción y frescura poco frecuente hasta entonces…! Esos “visitantes” de estética pseudonazi que a bordo de unas naves impresionantes se presentan como aliados de la raza humana a través de un comportamiento amigable que les sirve para irse infiltrando en las más altas esferas de poder y, así, ocultar sus verdaderas y bastante destructivas intenciones (robar el agua de la Tierra y utilizarnos como alimento y soldados de primera línea en otras guerras que tienen abiertas).
Se impone, debido a la época, un excesivo comportamiento patriótico, típico de esa época de la administración Reagan. Pero siempre quedarán en nuestras mentes los papeles de Jean Badler (la malvada Diana), Marc Singer (el intrépido periodista Michael Donovan), Faye Grant (la doctora Julie Parrish, líder de la resistencia), Robert Englund (¡Sí!¡Freddie Kruger! Aunque aquí desempeñaba el papel de Willy, un visitante vegetariano y pacifista) o el archiconocido Michael Ironside (Hank Tyler, un antiguo agente de campo de la CIA que viene a ser el profesor Bacterio de la resistencia).
En 1985 hizo su aparición una serie bastante curiosa y que planteó un tema que posteriormente se recuperó con la más moderna y conocida “Fringe”. Lamentablemente no contó con gran éxito de público y se mantuvo sólo por ocho capítulos. Hablamos de “Otro mundo” (Otherworld), la primera serie en la que se nos plantea un curso de acción por universos paralelos.
En ella, la familia Sterling, que está haciendo turismo por Egipto, es abandonada por su guía en las cercanías de la Gran Pirámide de Gizé, y se da la mala suerte de que se produce una conjunción astral que se produce una vez cada milenio y traslada a esta familia a un universo paralelo al terrestre.
En ese universo, llamado “Thel”, hay 77 provincias independientes, cada una con su propio gobierno y peculiaridades, regidas por un pretor que rinde cuentas a un gobierno central situado en la provincia de “Imar”, que está regida por una casta que rinde culto a la inteligencia artificial y a las máquinas. Existe una especie de ejército centralizado llamado “tropas de zonas” que intenta detener a los Sterling al considerarlos como un elemento transgresor dentro del mundo. Ellos, no obstante, lo único que quieren es regresar a nuestro mundo, para lo que han de seguir el rastro de obeliscos que hay en Thel, de los que se dice que marcan la ruta para llegar aI mar.
Y tras esta mención, me voy a referir a otra serie que tampoco caló mucho, pero cuyo planteamiento resultó tremendamente innovador y supuso la introducción de la infografía en una serie de TV: “Max Headroom, el hombre de la pantalla”, una paranoia cyberpunk que nos advirtió en su momento del tremendo poder del entorno televisivo. En ella, un intrépido periodista que trata de buscar la verdad es descubierto por los guardias de seguridad de una cadena televisiva y, en su huída en moto, sufre un accidente que lo deja en coma. Edison Carter, que así se llama el periodista, se mantiene en activo debido a que un buen amigo suyo, Bryce Lynch, consigue volcar su conciencia en un avatar informático que adquiere el último nombre que pasó por su cabeza en el momento del accidente –nótese el fino humor negro-: Max Headroom.
Esta serie supuso un nuevo punto de ruptura en muchos aspectos: es la primera en la época que nos muestra la lucha corporativa en el entorno de la televisión y, además, es la primera en mostrarnos efectos infográficos realizados con lo que había… un Commodore Amiga. De hecho, si nos fijamos en la serie, veremos que todos los ordenadores personales que la gente utilizaba eran lo más de lo más de ese momento… ¡Commodores 128! Una apuesta transgresora, fresca y original. ¡Y otra cosa más! Uno de sus guionistas resultó ser un tal William Gibson… ¿Os suena?
Hubo también muchas series menos originales, pero que tuvieron su empuje basándose en películas de cierto éxito, y es en este apartado donde encajaría una que gozó de un cierto éxito y que se emitió en estas mismas fechas (del 86 al 87): “Starman”, basada en la película homónima de John Carpenter protagonizada por Jeff Bridges. En este caso es otro actor relativamente conocido el que interpreta al amable alienígena que soluciona todo tocándose las bolas hasta que brillen (¡toma chiste malo!), Robert Hays, el inolvidable Striker de “Aterriza como puedas”.
Tras ésta, nos encontraremos cubriendo orgullosamente el hueco correspondiente a estas series de ciencia-ficción otra bastante conocida y también basada en otra película: “Alien nation”. La película homónima, del 88, dirigida por Graham Baker, que continúa en la serie los dos años siguientes (del 89 al 90) nos cuenta una curiosa historia de integración alienígena en la sociedad humana: una nave con unos 300000 alienígenas que han huido de un régimen esclavista se integran en todos los estamentos de la sociedad humana en la ciudad de Los Ángeles. Allí un detective alienígena –el primero en ser admitido en la policía- que asume el nombre de Samuel “George” Francisco (interpretado por el veterano y prolífico actor televisivo Eric Pierpoint), junto con el también detective Matthew Sikes (encarnado por el no menos prolífico Gary Graham) se enfrentan a la resolución de los más delirantes casos… Humanos o alienígenas.
Como puente entre los 80 y los 90 es de justicia que hablemos de otra serie extraordinariamente longeva, del 87 al 94 a lo largo de 178 episodios articulados en 7 temporadas: “Star Trek: La nueva generación”. Como hemos dicho al principio, la serie original de Star Trek termina en los 70, y las películas de la franquicia mantuvieron el nombre vivo… Pero desde entonces no habían vuelto a tener presencia en televisión. Esta serie supuso un revulsivo al nombre “Star Trek”, dándole un nuevo y fresco carisma, y catapultándolo hasta los niveles de audiencia más altos a través de historias y tramas novedosas y bien construidas que llevaron a la serie a ganar dos premios Hugo –dejemos los Emmys aparte- . A ello hay que sumar el estupendo trabajo de un grupo de muy bien escogidos actores: Patrick Stewart como el capitán Jean-Luc Picard, Jonathan Frakes como el comandante William Riker, Michael Dorn como el teniente Worf -¡Un klingon en la Enterprise!-, Brent Spinner como el androide teniente Data, un joven Will Wheaton como el alférez Wesley Crusher… Y un envidiable reparto de secundarios recurrentes: Whoopi Goldberg como la camarera El-auriana Guinan, Colm Meaney como el entrañable jefe O’Brien, Michelle Forbes como la alférez bajorana Ro Laren… ¡O Dwight Schultz, el inolvidable Murdock de “El equipo A”como el alférez Barclay! E, incluso, nos encontraremos con Seth McFarlane, que encarna a un tal “alférez Rivers”.
El éxito de esta serie llevó a dos exitosos spin-offs: “Star Trek: Espacio profundo 9” (1993-1999) y “Star Trek: Voyager” (1995-2001). Amén de la injustamente desconsiderada por la crítica “Star Trek: Enterprise” (cuatro temporadas del 2001 al 2005) en la que se recuperaba a un veterano en este género de Ciencia-Ficción televisiva: Scott Bakula (A través del tiempo –Quantum Leap-, de la que hablaremos más adelante)… Y todo ello sin hablar de todo el merchandising y tráfico de convenciones asociadas a la serie.
Y no debemos abandonar la década sin mencionar otra serie de culto que ha dado lugar a un movimiento muy activo y que, al igual que Star Trek, ha generado un sinfín de productos asociados tales como convenciones, novelas y hasta un juego de rol: “El enano rojo” (“Red dwarf” -1988-2012-). Parece que los británicos son expertos en generar longevas series de Ciencia-Ficción. Esta serie supuso un planteamiento novedoso al mezclar los géneros de Ciencia-Ficción clásica con los de una “sit-com”, aunque podría considerarse como comedia de enredo: La “Enano rojo”, enorme nave minera propiedad de la Jupiter mining corporation, es afectada por un escape radioactivo que mata a todos los miembros de su tripulación menos a uno, Dave Lister (interpretado por Craig Charles), empleado de baja cualificación que estaba en hibernación en ese momento. Holly, la computadora de a bordo, lo mantiene en hibernación hasta que la radiación desaparece… Tres millones de años más tarde.
El pobre Lister se encuentra ahora en un universo en el que los humanos han desaparecido y en el que sus únicos compañeros, aparte de la computadora, son un holograma de su jefe (Arnold Judas Rimmer, interpretado por Chris Barrie) y Gato (Daniel-John Jules), la especie evolucionada de la progenie de su gata Frankenstein, introducida ilegalmente en la nave.
Todo se articula en torno a la búsqueda por parte de Dave Lister de un modo de regresar a la Tierra que él conocía, dando lugar a situaciones cómicas que llegan a rozar lo escatológico y surrealista (memorable ese episodio en el que huye de la muerte… Dándole un rodillazo en sus huesudas partes). 24 años en antena dan fe del éxito de esa fórmula.
En el 89 surge “A través del tiempo” (Quantum leap), una serie de cinco temporadas (1989-1993) que nos presenta una novedosa manera de concebir los viajes en el tiempo: el doctor Samuel Beckett (interpretado por Scott Bakula, el capitán Archer de ST: Enterprise), físico cuántico que trabaja en una base secreta del gobierno de los EEUU en algún lugar de Nuevo Méjico en el proyecto “salto cuántico” (“quantum leap”), trabaja en un acelerador de partículas con el que intenta encontrar la practicidad del distinto comportamiento del tiempo como magnitud a escalas atómicas… Pero, presionado por sus superiores, toma la decisión de entrar en el acelerador y pierde el conocimiento, dando lugar a un curioso efecto secundario.
El doctor Beckett adquiere el don de saltar en el tiempo ocupando el cuerpo de personas de otros años siempre dentro de su marco vital temporal (es decir, desde el día de su nacimiento al día de su muerte –aunque en la última temporada hay una excepción a esa norma-) mientras que la persona reemplazada por él viaja hasta el cuerpo presente del doctor.
Ésta circunstancia es aprovechada por el almirante Albert Calavicci (interpretado por Dean Stockwell), su jefe de proyecto, que mediante el auxilio de Ziggy, la computadora auxiliar creada por Samuel Beckett, se proyecta en la época en la que el doctor se encuentra como una suerte de holograma mental que sólo él es capaz de ver y oir.
Con la ayuda de las instrucciones que Ziggy y el almirante Calavicci le dan mediante el interrogatorio de aquellos que han saltado al cuerpo del doctor en el presente, Beckett es capaz de ir modificando las líneas temporales merced a las indicaciones que le dan a través de ese holograma. Cuando la línea temporal es modificada para bien, el doctor Beckett salta a otro cuerpo… Mientras desea que cada salto sea el último que le lleve a su cuerpo real.
Puedes seguir leyendo nuestro repaso a las series de ciencia-ficción en este artículo sobre los años 70 y en este sobre los 90.