Una completa reescritura de la leyenda artúrica en una bellísima edición ilustrada, refulgente como la hoja de una espada recién pulida, radiante como un banquete en Camelot.
Quizá el rey Arturo existió realmente.
Habría sido, en ese caso —según la hipótesis más extendida, aunque hay otras— un líder militar, o dux bellorum, romanobritano que en el siglo VI defendió las Islas Británicas de los invasores sajones que llegaban del norte.
De esa difusa figura histórica, opacada por la bruma de unos tiempos oscuros, habría surgido el personaje de leyenda. El monarca ideal, justo, valiente y virtuoso, líder modélico tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra.
Sea su origen real, ficticio o una mezcla de ambos, lo cierto es que el personaje del rey Arturo ha sido un elemento clave en la literatura europea y la cultura occidental a lo largo de más de mil años, dejando una profunda impronta.
Obras bien queridas por mí, como nuestro celebérrimo Don Quijote de la Mancha o la cumbre del cómic El Príncipe Valiente, separados por tantos siglos y kilómetros, no se entenderían sin su influencia.
Ediciones Siruela acaba de publicar el que probablemente es uno de los mejores libros para introducir al lector contemporáneo en el mundo artúrico. Se trata de «El rey Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda», de Roger Lancelyn Green.
Un texto, con traducción del inglés de José Sánchez Compañy, que se complementa con los magníficos dibujos de Aubrey Beardsley en un espléndido libro ilustrado.
A finales del siglo XV, en los años de la Guerra de las Dos Rosas, sir Thomas Malo
La obra fue impresa por William Caxton, que la tituló Le Morte D’Arthur y unificó los ocho textos de Malory en veintiún libros, dotando así de ligazón temática a la maestría narrativa del autor. Basándose en esa obra, los relatos artúricos han conocido múltiples y variadas versiones a lo largo de estos últimos cinco siglos.
«Cuando acabó la liturgia, el arzobispo y los señores y caballeros que estaban en la abadía salieron a ver aquella espada maravillosa. En torno al yunque, en el mármol, vieron letras grabadas en oro puro que decían: El que sacare esta espada de la piedra y del yunque es el rey legítimo de toda Bretaña.»
Lo que hizo, teniendo en mente al lector contemporáneo, fue recrear de una manera más lineal y completa el argumento principal de la leyenda artúrica, reforzando su coherencia narrativa. Logró hacerla así más atractiva para el gran público y, especialmente, más accesible para los lectores más jóvenes.
Estructurada en cuatro libros —La venida de Arturo · Los caballeros de la Tabla Redonda · La búsqueda del Santo Grial · La partida de Arturo— se podría decir que consta de dos partes entreveradas que, en conjunto, conforman una lectura memorable.
Por un lado, el arco argumental central de la leyenda artúrica con la historia de Arturo, Merlín, Morgana, Camelot, Ginebra, Mordred, el Santo Grial, Avalón…
En él se aprecia un tono más grave y trascendente, acorde con el peso de la historia que recae sobre esas páginas que abren y cierran el libro.
Por otro, las aventuras de los caballeros de la Tabla Redonda, que brotan a mitad de esa trama principal como ramas de un árbol y cuentan al lector las andanzas de sir Gawain, sir Lanzarote, sir Gareth, sir Tristán, sir Perceval, sir Galahad, sir Bors…
Resultan, a mí entender, más gozosas, ligeras y variadas; como si de una deliciosa recopilación de cuentos medievales de aventuras caballerescas y fantásticas se tratasen.
Con ellos recrea un mundo mágico a través de escenas de atmósfera onírica, que parecen suspendidas en un tiempo de leyenda.
Un aspecto de este libro que me gustaría comentar, finalmente, es su declarado carácter de obra infantil y juvenil.
Incluso teniendo en cuenta que la sociedad actual probablemente esté más infantilizada que la de aquella Gran Bretaña recién salida de la Segunda Guerra Mundial en la que se publicó por primera vez este libro, no lo imagino como una lectura para niños pequeños.
Por la naturaleza de los temas tratados —el poder, el honor, la muerte, el dolor, el amor, la virtud, el pecado…— y la crudeza con la que se tratan a veces, así como por un lenguaje no especialmente rebuscado pero tampoco especialmente sencillo, creo que es mejor que el niño esté ya algo crecidito.
Yo pondría, como en aquellas cajas de puzzles de nuestra infancia, una recomendación que dijese «de 12 a 92 años», pues creo que el lector adulto disfrutará esta lectura tanto o más que el joven.
«Entonces comenzó una batalla terrible, con gran intercambio de tajos y mandobles; se acuchillaban y tajaban con saña y los trozos de escudo y armadura saltaban por todas partes. Los dos tenían tales heridas que la pisoteada hierba de delante de la tienda aparecía teñida de sangre. Descansaron un poco para enseguida volver a embestirse con gran denuedo, y las hojas chocaron con tal violencia que la de Arturo se rompió en dos pedazos, dejándole con el pomo inútil en la mano.»
Gloria Gauger ha hecho un trabajo de diseño notable, y la combinación del color marfil de sus casi trescientas páginas de amplios márgenes con el azul intenso elegido como color de la tinta de texto e ilustraciones difícilmente podría resultar más atractiva.
La ilustración de cubierta, con su clasiquísima combinación de dibujo y tipografía, evoca otros tiempos de la edición de cuentos y literatura de aventuras.
Estudió bajo el magisterio de C. S. Lewis en el Merton College de Oxford, donde obtuvo su licenciatura en Letras. Perteneció al círculo literario oxoniense de los Inklings, formado en torno a C. S. Lewis y J. R. R. Tolkien. Fue asimismo Deputy Librarian del Merton College de Oxford y William Nobel Research Fellow de literatura inglesa en la Universidad de Liverpool, a cuyo consejo pertenecería más tarde.
Su afición a los mitos y leyendas floreció durante sus años de estudiante en la Universidad de Oxford, donde se enriqueció con una duradera pasión por Grecia y su cultura. También le fascinaron las obras de teatro clásicas y la reelaboración de los mitos antiguos. A partir de 1946 publicó un gran número de libros: biografías de sus autores favoritos, relatos originales para niños y unos cincuenta volúmenes con su personal visión de las leyendas tradicionales, como la de El rey Arturo y sus caballeros de la Tabla redonda.
Aubrey Beardsley (Brighton,1872-Menton,1898), de naturaleza enfermiza y exquisita sensibilidad, inició su vida artística a los catorce años con dibujos para programas de teatro e ilustraciones con tema literario. Edward Burne-Jones, cuando vio su portafolio, vaticinó «Tú llegarása ser un gran artista», facilitándole el ingreso en la Escuela de Arte de Westminster, que abandonó a los pocos meses por las discrepancias creativas y estéticas con sus profesores.
En su corta vida (murió de tuberculosis con veinticinco años) produjo un gran número de dibujos, siguiendo durante algún tiempo el movimiento prerrafaelita. Uno de sus trabajos más importantes fue el encargo que se le hizo de ilustrar los dos volúmenes de La muerte de Arturo de sir Thomas Malory y cuyas ilustraciones se han incluido en esta edición de Roger Lancelyn Green.
Aubrey Beardsley ilustró también Salomé de Oscar Wilde, algunos cuentos de Edgar Allan Poe y, ya muy enfermo, hizo los dibujos para The rape of the lock y Lysistrata.
Puedes comenzar a leer este libro aquí.
Puedes encontrar «El rey Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda» aquí:
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