Y lo peor no es que me equivocara (las equivocaciones a menudo nos descubren obras fabulosas que, de otra manera, no habríamos ni hojeado), sino la cara de seta que se me quedó después de leer este cómic. No culpo a los autores, sino más bien a mi nula capacidad para comprender qué es lo que me han querido decir y a dónde querían llegar. La sequía reseñadora que he tenido estas últimas tres semanas no han sido debidas sólo a las fechas navideñas, sino que el intentar abordar la reseña de esta obra ha tenido bastante que ver.
En fin, vamos a ello: allá por el año 2002, el 23 de marzo, durante la conferencia de desarrolladores de juegos de San José, Brian Moriarty preparó una presentación que podéis leer transcrita y escuchar aquí y, si os lleváis mal con la lengua de Shakespeare, al que mencionaremos después, podréis leerla en español aquí . Pues bien, Iván Sende se ha ajustado al texto de esta conferencia y se ha atrevido a contarla en formato de cómic –obviamente, con la autorización del autor-.
Voy a detenerme aquí. Obviamente, el lanzamiento de “Masquerade” tuvo poco o ningún impacto en España, así que me tocó documentarme al respecto mientras pensaba para mis adentros qué narices hacía investigando sobre un libro-juego británico de finales de los años 70 del siglo pasado. Pero bueno: conseguí recopilar varias páginas e intenté sacar algo en claro. Las pistas existen y las indicaciones, también: veamos este ejemplo . Parece una representación de un señor barbudo manejando unas marionetas, con una orla en la que se lee: “Jack be nimble, Jack [dibujo de una abeja. ¿Quizás quiere decir “bee”?] quick, and Jack jumps over the flame.”
Aplicando las instrucciones del inicio del libro que rezan que “dentro de las páginas de este libro se cuenta una historia / de amor, aventuras, fortunas perdidas y una joya de oro macizo / Para resolver el enigma oculto debes usar tus ojos / y encontrar la liebre en cada ilustración que puede conducirte al premio” me puse a intentar solucionar algunos y, al menos en el que nos ocupa en este ejemplo, creo haberlo conseguido: las letras en rojo nos dan la palabra “Isaac”, algunas letras aparecen marcadas con una lengüeta (la R de “over”, la I de “quick” y la S de “jumps”) que, jugando a los anagramas, nos da “Sir”, lo que me hace pensar que la figura representada es la de Sir Isaac Newton. Por otra parte, el cuadrado mágico de colorines de la izquierda se corresponde con el de la ilustración de la página 4 del libro, y nos da una curiosa correlación: el 1 es rojo, el 2 amarillo, el 3 verde y el 4 azul…
En fin, sigamos: tras este episodio anecdótico y desconocido por el español medio, nos presenta una curiosa reflexión sobre los “huevos de pascua”, o sea, las sorpresas escondidas en algunas obras de arte: El Greco, Shostakovich, Mozart y la curiosa manera que usaba Bach para firmar alguna de sus obras sin que la gente lo supiera. De ahí pasamos a una alusión a la cábala y la numerología que nos conduce a William Shakespeare: tras varias curiosas teorías sobre quién era, a qué se dedicaba y cómo era capaz de crear tantos silogismos, nos encontramos –al fin- con el que es el secreto del “Salmo 46”.
En fin. Aquí termina la historia con una pequeña reflexión final. Se añade la biografía de los autores a modo de epílogo.
Insisto: ¿nos habla de algunas curiosidades escondidas en la obra de algunos conocidos artistas? Sí. Eso no puede negarse. Pero… ¿La obra nos ofrece una historia fluida y clara con un hilo conductor coherente? Entiendo que no. ¿Qué tiene que ver el “club de la pila del mes” o la sustitución de un transistor con este anecdotario de secretos artísticos? ¿Qué pinta un ejemplo como el “Masquerade” en una conferencia cuando sólo pudo ser disfrutado por el público británico –vale, vamos a añadirlo al anglosajón en general, pero dudo que un estadounidense o un australiano viajasen al Reino Unido para buscar la dorada liebre-? Además, el mensaje presentado resulta confuso, por lo menos fuera de su contexto.
Sin embargo, no puedo decir nada adverso sobre el trabajo de Iván Sende, que ha conseguido plasmar en un dibujo sencillo y agradable el texto del discurso. Lo acompaña bien, de una manera esquemáticamente figurativa pero en la que reconoces perfectamente tanto a los personajes como las obras y artistas representados. Un notable trabajo.
A lo mejor vosotros, queridos lectores, sois capaces de encontrar mejores explicaciones y sacarle más partido que yo a este pequeño cómic de 80 páginas en tapa blanda con solapas de cuidada edición. De veras: no quiero que esto se considere una mala crítica. Simplemente subrayo que no he sido capaz de pillarle el punto, y no estoy totalmente seguro de si es un defecto de la obra o es mío. Echadle un vistazo y ya me contaréis.