El Telescopio Espacial James Webb llegó por fin a su lugar de destino, a un millón y medio de kilómetros de distancia, acercándose un paso más a su misión de desentrañar los misterios del Universo, según comunicó la NASA el lunes. Alrededor de las 14:00 hora del este (19:00 GMT) de ayer, el observatorio encendió sus propulsores durante cinco minutos para llegar al llamado segundo punto de Lagrange, o L2, donde tendrá acceso a casi la mitad del cielo en un momento dado.
La delicada quema de combustible agregó 1,6 metros por segundo a la velocidad general de Webb, lo suficiente como para colocarlo en una órbita de «halo» alrededor de L2, a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra. «¡Webb, bienvenido a casa!» comentó el administrador de la NASA, Bill Nelson, en un comunicado.
La posición de Webb también permitirá comunicaciones continuas con la Tierra a través de la Red del Espacio Profundo: tres grandes antenas en Australia, España y California
Webb comenzará su misión científica en el verano, que incluye el uso de sus instrumentos infrarrojos de alta resolución para mirar hacia atrás en el tiempo 13.500 millones de años hasta la primera generación de galaxias que se formaron después del Big Bang.
En L2, permanecerá en línea con la Tierra mientras se mueve alrededor del Sol, lo que permitirá que el parasol de Webb proteja su equipo sensible del calor y la luz. Para que la sombrilla gigante ofrezca una protección efectiva, necesita que el Sol, la Tierra y la Luna estén todos en la misma dirección, con el lado frío operando a -225ºC.
Su vida operativa estimada podría llegar a los 20 años
El disparo del propulsor, conocido como encendido orbital, fue la tercera maniobra de este tipo desde que se lanzó Webb en un cohete Ariane 5 el 25 de diciembre. El plan fue intencionado, porque si Webb hubiera recibido demasiado impulso del cohete, no habría podido dar la vuelta para volar de regreso a la Tierra, ya que eso expondría su óptica al Sol, sobrecalentándola y destruyéndola. Por lo tanto, se decidió subestimar ligeramente el disparo del cohete y utilizar los propios propulsores del telescopio para compensar la diferencia.
Este impulso fue tan bien que Webb debería poder superar fácilmente su vida mínima planificada de cinco años, según afirmó a los periodistas Keith Parrish, jefe de puesta en marcha del observatorio, en una llamada telefónica. «Alrededor de 20 años, creemos que probablemente sea una buena estimación, pero estamos tratando de refinar eso«, comentó. Es hipotéticamente posible incluso que una futura misión pueda ir allí y reabastecer el telescopio espacial.
Webb, que se espera que le cueste a la NASA casi 10 mil millones de dólares, es una de las plataformas científicas más caras jamás construidas, comparable al Gran Colisionador de Hadrones en el CERN y su telescopio predecesor, el Hubble.
Órbita de halo en torno a Lagrange 2
Pero mientras Hubble orbita alrededor de la Tierra, Webb lo hará en un área del espacio conocida como punto de Lagrange, donde la atracción gravitacional del Sol y la Tierra se equilibrará con la fuerza centrífuga del sistema giratorio. Un objeto en uno de estos cinco puntos, teorizado por primera vez por el matemático francés italiano Joseph-Louis Lagrange, permanecerá estable y no caerá en el pozo de gravedad del Sol y la Tierra, requiriendo sólo un poco de combustible para los ajustes gravitacionales.
Webb no se ubicará de forma precisa en L2, sino que lo rodeará en un «halo» a una distancia similar a la que existe entre la Tierra y la Luna, completando un ciclo cada seis meses. Esto permitirá que el telescopio permanezca térmicamente estable y genere energía a partir de sus paneles solares.
Las misiones anteriores a L2 incluyen los observatorios Herschel y Planck de la Agencia Espacial Europea y la sonda de anisotropía de microondas Wilkinson de la NASA.
Un coste de 10.000 millones de dólares
La posición de Webb también permitirá comunicaciones continuas con la Tierra a través de la Red del Espacio Profundo: tres grandes antenas en Australia, España y California.
A principios de este mes, la NASA completó el proceso de despliegue del enorme espejo dorado de Webb que recogerá señales infrarrojas de las primeras estrellas y galaxias que se formaron unos cientos de millones de años después de que el Universo comenzara a expandirse. La luz visible y ultravioleta emitida por los primeros objetos luminosos se ha estirado por la expansión del Universo y llega hoy en forma de infrarrojos, que Webb está equipado para detectar con una claridad sin precedentes.
Su misión también incluye el estudio de planetas distantes, conocidos como exoplanetas, para determinar su origen, evolución y habitabilidad. Los próximos pasos incluyen alinear la óptica del telescopio y calibrar sus instrumentos científicos. Se espera que transmita sus primeras imágenes en junio o julio.
Fuente: NASA.