En 2009 Plaza&Janés publicó “El nombre del viento”, una novela de género fantástico que pronto se alzó con una posición privilegiada dentro del género, entre medios y lectores. Aquí mismo, en Fantasymundo, publicamos una reseña del libro al poco de su publicación, y pocas veces he empleado palabras tan elogiosas, nunca para un debutante, hasta entonces.
Dicen, y estoy de acuerdo, que lo más complicado no es lograr el éxito, en todas y cada una de las facetas de la vida, sino mantenerlo. A primeros de noviembre, en Fantasymundo recibimos el pack de prensa de “El temor de un hombre sabio”, una preciosidad con varios regalos que acompañaban a la novela. Y aunque en Plaza&Janés saben ganarse a un lector, lo importante, lo que yo esperaba, eran las páginas escritas. Ni los regalos, ni la portada, ni la caja. Bonitos extras, por supuesto, pero lo esencial era saber cómo continuaba “El nombre del viento”.
Y lo básico –aquí los admiradores de Patrick Rothfuss (podéis leer una entrevista con él aquí) pueden estar contentos- es que “El temor de un hombre sabio” no sólo continúa la acción en el mismo punto que el anterior libro, sino que tiene algunas de las mismas virtudes que este, y al mismo tiempo incluye una serie de indispensables episodios clave para conocer, en este segundo día de la crónica de la vida de Kvothe, cómo éste llegó a ser lo que fue. El problema, a veces, es que la narración es muy deslabazada, en comparación con la primera novela.
Podría dejar la reseña en este punto, ser conservador y dejar que quienes aún no habéis disfrutado del libro lo hagáis. En la reseña de “El nombre del viento” conté lo indispensable sobre el argumento, es decir, casi nada. En esta reseña haré lo mismo, no querría estropear a nadie un ápice de la emoción que he sentido al leerlo durante estos últimos días.
Las novedades editoriales van sucediéndose cada mes, y las joyas, los auténticos tesoros, pueden contarse rápidamente durante un año. Creo que con Rothfuss hemos pasado ya la etapa de la habitual engañosa comparación con J.R.R. Tolkien, Ursula K. Le Guin y George R.R. Martin. Él tiene voz propia, conoce el Nombre de las Letras, es el Nominador por excelencia, y pronuncia su auténtico nombre para nosotros, nos hace sentir con fuerza qué se esconde bajo una historia, SABEMOS a través de sus palabras el secreto de los cuentos, es un Edena Ruh. Y eso es suficiente.
Sí, en casi todas las reseñas oiréis hablar de la “evolución de Kvothe”, de su “crecimiento”, de sus “descubrimientos personales y mágicos”. Pero sería más propio hablar de Rothfuss, porque es tal esa identificación entre personaje y autor, que creemos asistir a una crónica real, contada por una persona real, que evoluciona, crece y comprende por fin. Patrick nos lleva por donde quiere de la mano, nos guía sin que nos demos cuenta, y cuando creemos aprehender la esencia de Kvothe, su juego de manos nos despista de nuevo, manteniendo el interés.
Si Rothfuss mantiene o eleva el ritmo, con esta serie literaria podríamos estar ante una de las sagas básicas de la literatura fantástica, que contiene además elementos de la histórica, de los cuentos de hadas más clásicos y de la literatura burlesca. La aparente sinceridad de Kvothe se despliega como la obra de un auténtico prestidigitador, ocultando las claves hasta el último momento, para ser reveladas sólo cuando estábamos más confiados y con media sonrisa pintada en la cara, como diciendo: “¡Te pillé!”
Ni siquiera es necesario releer “El nombre del viento”, tras dos años de su publicación. Los primeros capítulos se invierten en recordarnos algunos personajes y situaciones, sin llegar a hacer un resumen propiamente dicho. Es de agradecer, cumple su función y la narración no sufre ningún corte.
Kvothe sigue en la Universidad, pero el lector podrá transitar por otros caminos, no hollados con anterioridad, en los que cambiaremos de escenario, pero también de tono narrativo. Lucho para no revelar nada en esta reseña, pero hay capítulos escritos con mucha maestría y un titánico esfuerzo de pensamiento lateral por parte de Rothfuss. Y por supuesto, nos exigirá un esfuerzo en el mismo sentido para comprender totalmente qué nos quiere comunicar.
Hace dos años me deshice en elogios hacia “El nombre del viento”. En realidad la saga es un inmenso libro con la crónica de la vida de una persona, no hay cambio de trama, ningún corte definido entre ambos. Y sin embargo, Kvothe evoluciona (sí, yo también lo menciono) y nos da una muestra de la humanidad que nosotros mismos guardamos, es un personaje con faltas pero también con buenas intenciones (casi siempre). Es muy sencillo empatizar con él y a veces odiarle profundamente. El tono es más experimentado, menos cándido, y no es para menos, con lo que va ocurriéndole. La historia, sin embargo, en ciertas ocasiones parece deslabazada, como si no supiera o pudiera mantener la linealidad.
¿Un tercer libro será bastante para finalizar la historia a este ritmo? No niego que me gustaría un cuarto, pero por lo visto no será así, Patrick ya revisa el tercero…
Por favor, que Patrick no tarde tanto esta vez…
Sí, yo también temo al Cthaeh, y también preferiría estar con Denna a seguir a Felurian la fata.
“Si un hombre acumula demasiada, se vuelve como un veneno para él. Quiere demasiadas cosas. Lo quiere todo. Su mente se vuelve extraña, violenta.
Asintió para sí.
-Sí. Creo que por eso ira es la palabra correcta. Se nota cuando un hombre se ha guardado toda la ira. Se vuelve amarga en su interior. Se vuelve contra sí misma y le obliga a romper en lugar de hacer.
-Conozco a hombres así –dije-. Pero también a mujeres.
-Todas las cosas tienen ira –repitió encogiendo los hombros-. Una piedra no tiene mucha comparada con un árbol que está echando brotes. Con las personas pasa lo mismo. Unas tienen más y otras, menos. Unas la utilizan sabiamente, y otras no. –Esbozó una amplia sonrisa-. Yo tengo mucha, y por eso me gusta tanto el sexo y soy tan fiera peleando. –Volvió a morderme en el pecho, esta vez más en serio, y empezó a avanzar hacia mi cuello.
-Pero si le quitas la ira a un hombre practicando con él el sexo –dije esforzándome para concentrarme-, ¿no significa eso que cuanto más sexo practicas, más quieres?
-Es como el agua que usas para cebar una bomba –dijo con voz acalorada junto a mi oreja-. Ven, voy a quitártela toda, aunque nos lleve todo el día y parte de la noche.”
«El temor de un hombre sabio» (Patrick Rothfuss)