El último curso siempre es una carrera contra reloj para tachar de la lista todas esas cosas que sabes que una vez obtengas tu título y atravieses por última vez las puertas de la institución en la que has estado tantos años, no podrás hacer: tomar esa decisión del qué vendrá después, experimentar todo aquello que no sabes si tendrás oportunidad de vivir una vez comiences una nueva etapa de tu vida o, al menos, no de la misma manera. Pero en la Escolomancia, el final solo implica que lo más probable es que la palmes. El último graduado es el segundo libro de la trilogía Una educación mortal de Naomi Novik, publicada por Umbriel.
Las reglas, el destino, los hilos enredados o las experiencias predestinadas, da igual como lo definas, todo es la misma mierda. Después de los sucesos que tuvieron que vivir los de cuarto curso, El se enfrenta al que viene siendo el evento más peligroso de su vida: la graduación. La Escolomancia nunca ha sido la mejor amiga de El, pero ese año se muestra especialmente cercana a ella. Concretamente, triplicando la cantidad de maleficiaria que desean hincarle el diente. Aún con todo el edificio en contra, El está decidida a salir de ese salón de grados de una pieza y llevarse a sus amigos consigo aún si los tiene que cargar al hombro.
Mientras que Una educación mortal se pasaba casi toda la novela jugando con los polos opuestos y la dualidad del universo cual partido de críquet salvaje en la playa, El último graduado toma las pinturas de blanco y negro y las utiliza para crear formas difusas convertidas en sueños, esperanzas y calamidades. Tenemos un vistazo más certero de los personajes al mismo tiempo que el círculo en torno a El se ensancha —tanto si le gusta a ella como si no— y eso da paso a caminos imposibles, ideas de bombero torero —sí, aún más—, muchos sentimientos encerrados bajo siete llaves y un montonazo de hormonas.
Novik retuerce los miedos y las esperanzas de El con tanta fuerza que la pobre muchacha por poco se trastoca metida en esa escuela infernal. Ni siquiera conseguir una ración sin gusanos radioactivos de arroz con leche podría alegrarle la mañana. Aparecen monstruos horrorosos, pero ya no son tan literales como en el primer libro. Y eso los hace aún peores. El mal que tiene peso aquí es el milfauces y Novik realza lo horrendo y pesadillezco que es, yendo un pasito más allá. Profundiza en el terror temible que se queda por siempre en la médula como respuesta al trauma que supone ser consciente de su hambre incansable y voraz, su interior lleno de sufrimiento y agonía sin fin. En Un cuento oscuro, Novik ya demostró su habilidad para crear monstruos aterradores capaces de arrasar con todo, pero aquí la autora traslada ese miedo visceral al lector metiéndole dentro y convirtiéndole en una presa más, una víctima más.
Los personajes que ya conocíamos están más definidos y los nuevos dan pie a nuevas formas de ver el mundo mágico. Todo esto da forma a dinámicas entre los personajes más profundas, no solo basados en el gusto o en el amor, si no también en la razón y la desesperación. Los sentimientos se entremezclan con los planes y de ellos salen situaciones y momentos interesantes. Le cogí cariño, especialmente, a la hermandad de El, Aad y Liu; a la integración de Chloe; a la forma en que los idiotas de Orion y El dan vueltas como peonzas, apoyándose, pero sin dejar de chocar, sin saber del todo qué hacer cuando hay tantos problemas por sobrevivir.
El último graduado es un relato algo más directo que su predecesor en lo que se refiere a sus objetivos y se introduce en la situación geopolítica de los enclaves más allá de los problemas generados por la diferencia de clases sociales. No obstante, aunque la historia avanzó de forma más tranquila y comedida, casi controlada si tenemos en cuenta los desastres y las soluciones de última hora que se fueron sumando uno detrás de otro en Una educación mortal, fue solo un recurso para bajar la guardia y que no me diera cuenta de lo que Novik tenía planeado lanzarme encima. Luego la bruja malvada es El.