Anne Rice

En 1976, la autora Anne Rice (podéis leer nuestra entrevista con ella aquí), nacida en Nueva Orleans en 1941, publicó el que fue su primer libro, “Entrevista con el vampiro” (‘Interview with the Vampire’), escrito tres años antes y que inauguró toda una serie de libros sobre vampiros conocida como Crónicas Vampíricas.

No es sencillo poner de relieve el significado real de una novela como esta, cuya originalidad no radica en su trama, sino en el tratamiento que da su autora a unos personajes tan recursivos, descritos y maltratados como son los vampiros. Nunca antes pudimos encontrar tan visible el lado humano del vampiro, nunca antes fueron tan psicológicamente vulnerables y expuestos a la mirada indiscreta del lector. Traducida originariamente como “Confesiones de un vampiro”, esta novela pone de manifiesto, a través de la narración de un vampiro de unos 200 años de vida, el enfrentamiento entre las dos naturalezas presentes en el carácter de un chupasangre.

¿Qué siente un ser humano al ser convertido en vampiro? ¿Cómo transcurre su vida sabiendo que ha de matar para sobrevivir cada día? ¿Qué siente mientras su cuerpo no envejece y pervive a través de los siglos? ¿Cuál es su visión del ser humano, de sus logros, de sus fracasos, de su existencia? Y sobre todo… ¿Cuáles son sus anhelos, sus frustraciones, sus miedos, sus poderes y su origen? La novela, y otras posteriores de Rice, responden a todas estas preguntas, gracias sobre todo al punto de vista de los propios vampiros y de personas que estuvieron en estrecho contacto con ellos. Anne Rice no nos niega nada, y quizá sea este su mayor acierto. La credibilidad que pone de manifiesto a cada párrafo resulta difícil de sostener, pero ella la apuntala perfectamente, de forma que el interés en muchas ocasiones se mantiene en las siguientes novelas, aunque en algunas cosas la autora llegue a repetirse.

Portada de Entrevista con el vampiro (Crónicas Vampíricas 1), de Anne RiceSu protagonista y narrador, Louis de Pointe du Lac, es presentado durante una escena curiosa: en San Francisco el vampiro Louis se confiesa ante un entrevistador cuyo nombre no es revelado, y que, grabadora en mano, asiste maravillado, asustado y seducido a las confesiones de una criatura mítica que aparece ante sus ojos terriblemente humanizada y casi desnuda. El vampiro promete no hacerle daño y contarle su historia, que comienza a desgranar. En 1791, un joven Louis es el señor de una plantación en Nueva Orleans, Luisiana, cuya familia vive de las rentas que proporciona la villa. Tras la muerte de su hermano, de la que se culpabiliza, inicia una vida pendenciera y suicida, que le lleva a frecuentar los barrios más degradados de la ciudad y buscar la muerte. Aunque podría haberse encontrado con acreedores, ladrones o asesinos, es el vampiro Lestat quien da con él, y sabedor de las capacidades como administrador del muchacho, y de su espíritu, escondido ahora en la agonía, decide presentarle una alternativa, y ofrece a Louis la inmortalidad.

Louis al principio la rechaza, ya que sus ganas de morir y olvidar a su hermano son mayores que cualquier otro anhelo, pero finalmente acepta. Lestat pone una única condición: Louis debe presenciar antes la muerte de un ser humano por un vampiro. Y el superintendente de la plantación será el elegido. El aún humano Louis observa como Lestat se da un festín, y después beberá de su sangre vampírica. El cambio se opera en él, y mientras su cuerpo físico muere, y la agonía lo recorre centímetro a centímetro, sus sentidos y sensibilidad se agudizan y mira al mundo con otros ojos y actitud. Sólo la luz del día le está vetada…

Lestat le instruye someramente sobre la necesidad de beber sangre y de lo que podría ocurrir si sus cuerpos enfrentan a la luz del día, pero sobre todo, la lección del vampiro versará sobre una cosa fundamental: ahora ambos están por encima de los seres humanos y tienen el derecho de alimentarse de ellos como si fuesen ganado. Lestat desmiente viejas creencias sobre el ajo, los crucifijos y las estacas, pero no aclara mucho más sobre los modos con los que puede morir o vivir un vampiro.

Lestat mata en ocasiones con deleite y a veces con indiferencia, pero sólo siente fascinación por esta necesidad física de los vampiros. Louis, en cambio, encuentra intrínsecamente maligno matar a seres humanos, siente un prejuicio natural hacia el acto asesino que su mentor no comprenderá. La primera muerte del recién convertido Louis sucederá en su primera noche como inmortal, y éste lo recordará fascinación pero también con repulsión. Convencido del valor de la vida humana, y liberado ya de la sangre humana, que creía necesitar por imperativos de su naturaleza vampírica, a partir de entonces matará tan sólo gallinas o ratas para saciar su sed. El concepto del Bien y del Mal mantiene aún atada la conciencia de Louis a su antigua naturaleza humana, hecho que repugna a Lestat.

Ambos viven en la plantación de Pointe du Lac, con la familia de Louis y el padre ciego de Lestat, y consiguen ocultar su verdadera naturaleza durante varios años. Louis invierte el dinero que consigue su mentor a través de los robos y viven de forma desahogada. Las muertes, que inexplicablemente se suceden en la plantación, no han sido todavía alarmantes, y Lestat también caza en plantaciones vecinas. Los esclavos de Pointe du Lac, en su mayoría africanos nativos, conservan aún sus propias tradiciones, y para ellos la presencia de seres distintos de los humanos en el mundo es un hecho natural. Ambos vampiros pasan desapercibidos en Nueva Orleans, en parte por la tremenda actividad que se desarrolla en la ciudad, por la confusión de nacionalidades y el desenfreno nocturno, y también porque sus habitantes no ven otra cosa que lo que desean ver. Los dos vampiros disfrazan bien su condición y no son reconocidos. Pero los esclavos de Pointe du Lac son cosa muy diferente. Animistas y creyentes devotos de la existencia de lo sobrenatural, terminan por darse cuenta de que sus patronos son algo distinto: susurran sobre sus extraños usos, sobre los platos vacíos que se quedan sobre la mesa, sus rostros blancos como la cera, y sobre todo, sus ataúdes en los dormitorios. Los esclavos se reunen y hablan sobre destruir a la familia vampírica. Entre estos esclavos, había gente de la vecina plantación de Freniere, y Louis temió que los rumores sobre su naturaleza corriesen por toda la costa de Nueva Orleans y fuesen destruidos, así que sugirió a Lestat que huyeran a la ciudad, amparados en las posesiones que tenían allí. Para escapar, se vieron obligados a prender fuego a la plantación para evitar ser masacrados durante la confusión que siguió.

Portada de Lestat el vampiro (Crónicas Vampíricas 2), de Anne RiceYa en la ciudad, Louis se ve enfrentado de nuevo a la opción vital de asesinar seres humanos para sobrevivir, en lugar de animales. Abrumado por sentimientos de culpa y por la idea del infierno, al que sin duda, según él, Lestat lo empujaba, sintió deseos de dejar de vivir. Esto le produjo irónicamente grandes deseos de cumplir sus imperativos físicos, a la vez que se preguntaba si de verdad era un demonio. La dicotomía es una constante a lo largo de las primeras décadas de la vida vampírica de Louis, pero en ningún momento como aquel se reflejan con tanta intensidad sus dudas morales y estéticas. La carne duele, las sientes golpean en su cabeza, y todo ello clama sangre, pero sus prejuicios sobre el valor de la vida humana y sobre el cielo y el infierno le llaman a calmarse. Sumido en un tira y afloja mortal, se encuentra con una niña doliente, que llora aferrada al cadáver de su madre, fallecida unos días antes.

La niña despierta los mismos sentimientos en Louis que ya he descrito: por un lado, siente deseos de acunarla y consolarla, por otro, si es realmente un demonio y estaba condenado a los ojos de Dios, ¿para qué evitar consumir su sangre? ¿por qué no darle paz con la muerte? Finalmente, Louis no puede más y bebe de la pequeña, y mientras lo hacía, vio a Lestat que, divertido, bailoteaba con el cadáver de la madre de la niña mientras se reía de él. Huyó frenéticamente hasta el hotel, con Lestat pisándole los talones.

Tras la pelea y la discusión posteriores, Louis comunica a Lestat su decisión de dejarle. Éste intenta convencerle con los mismos argumentos de siempre: es un vampiro y su forma de vivir es matar a seres humanos. Según él, Louis no comprende nada. Asustado por la posible marcha de su iniciado, Lestat hace algo horrible: convierte a la niña de la que su pupilo se alimentó y la destina a ser su compañera, dándole un nombre: Claudia. Vivirá con ellos varias décadas hasta que su mente madura, al contrario que su cuerpo, que seguirá siendo el de una niña. Con el tiempo, la pequeña asesina aprenderá refinados modos de acabar con sus víctimas, y saciará su sed de sangre y perversiones, cosas que compartirá con Lestat, aunque no su sed de conocimiento, que comparte con Louis. Su amor por este último será mayor, y con el tiempo odiará al vampiro que los hizo a ambos y se preguntará cosas sobre sus orígenes, de los que Lestat no sabe nada.

Como decíamos al inicio, la narrativa de Anne Rice en esta novela seduce al lector de todas las formas posibles. No sólo utiliza la fascinación por el mito vampírico que sentimos los humanos, sino también la sensualidad, las emociones frente a cosas tan comunes como el asesinato o la traición, los dilemas morales o el amor, siempre asexuado. El paso de humano a vampiro no puede ser sólo físico, sino que el mayor componente resulta ser moral. Duele la carne, pero también el corazón y el alma. La inmortalidad no es gratuita, y a veces se cobra un precio tan alto, que el vampiro no puede menos que preguntarse si ha merecido la pena.

La diferencia de caracteres entre Lestat y Louis no es casual. Ambos representan dos modos distintos de adaptación a una nueva realidad. Ninguno de los dos tuvo mentores que realmente les facilitasen la transición, o que les explicasen cosas básicas sobre que significa ser vampiro. Todo esto lo vamos descubriendo a través de un Louis de más de 200 años, que tiene ahora un punto de vista distinto al que poseía cuando sucedieron los hechos que se narran. Tiene más poder y al mismo tiempo más experiencia y menos prejuicios. Su visión de sí mismo al inicio es similar a la de un ser humano caído, un depravado condenado y satánico, pero al final se resigna más a ser lo que ahora es, un vampiro con una necesidad física.

Los vampiros no son en esta novela algo ajeno al mundo y a sí mismos. Cambian con el mundo, se ven impregnados de sus mutaciones, pero de forma menos permeable y rápida que los humanos. Su punto de vista abarca más tiempo, y sus juicios morales han de ser por fuerza distintos. La fascinación por los vampiros de Rice más que física o mítica, es moral. ¿Qué puede pensar de la humanidad o de sí mismo un vampiro? Anne responde a la mayoría de preguntas de forma lógica y carente de prejuicios, como si se tratase de seres que habitan el mundo, sin distancia ni protección. Al principio suena extraño que un vampiro como Louis se confiese a un entrevistador humano, pero poco a poco uno comprende tanto el porque como la forma de hacerlo, llega a entender a Louis y a empatizar en cierta forma con él en su búsqueda por ser su propio dueño.

Anne Rice confesó en su biografía que tanto el tono como el contenido de “Entrevista con el vampiro” surgió del padecimiento que supuso para ella la muerte de su hija Michele, de 5 años de edad, por causa de la Leucemia, en 1972. Y por cierto que se nota el tono lúgubre, meditabundo y nostálgico de las confesiones de Louis. Quizá para escribir una novela así hay que partir de una situación personal rota o depresiva, no lo sé, pero desde luego la novela funciona a todos los niveles, incluso sin el resto de las que componen las Crónicas Vampíricas, algunas de ellas soberbias y otras francamente prescindibles, pero como suele suceder cuando uno toma cariño a los personajes o al escenario, adictivas.

Posteriormente, en 1998, la autora confesó su vuelta a la fe católica, que no había practicado desde que cumplió la mayoría de edad. En 2005 anunció que jamás escribiría sobre vampiros, y que sólo lo haría sobre Jesús. De hecho, inició una trilogía con “El mesías. El niño judío” y “Camino a Cana. El mesías”. Este año publicó una autobiografía titulada ‘Called Out of Darkness: A Spiritual Confession’ (Llamada por las tinieblas: una confesión espiritual”), en la que detalló su vuelta a la fe religiosa.

“Entrevista con el vampiro” tuvo su adaptación cinematográfica en 1994, dirigida por Neil Jordan, con Brad Pitt en el papel de Louis, Tom Cruise como Lestat, Christian Slater como el entrevistador, Kirsten Dunst como Claudia y Antonio Banderas como Armand. La película en general puede considerarse una buena adaptación, aunque cambian bastantes cosas en relación con el libro y dejan algunas fundamentales por contar, como suele suceder. No es un libro fácil de llevar a la gran pantalla, y tanto en estética como en espíritu puede decirse que estamos ante un trabajo muy recomendable y complementario al propio libro de Rice. Pocas veces los vampiros ideados por un escritor soberbio han sido adaptados con tanto acierto.


Relación de títulos de las Crónicas Vampíricas
:

Entrevista con el vampiro (Interview with the vampire – 1976)
Lestat el vampiro (The Vampire Lestat – 1985)
La reina de los condenados (Queen of the Damned – 1988)
Ladrón de cuerpos (The Tale of the Body Thief – 1992)
Memnoch el Diablo (Memnoch The Devil – 1995)
El vampiro Armand (The Vampire Armand – 1998)
Merrick (Merrick – 2000)
Sangre y oro (Blood and Gold – 2001)
El Santuario (Blackwood Farm – 2002)
Cántico de sangre (Blood Canticle – 2003)

Novelas complementarias a las Crónicas Vampíricas
:

Pandora (Pandora – 1998)
Vittorio el vampiro (Vittorio The Vampire – 1999)

Alejandro Serrano
Cofundador de Fantasymundo, director de las secciones de Libros y Ciencia. Lector incansable de ficción y ensayo, escribo con afán divulgador sobre temáticas relacionadas con el entretenimiento y la cultura cercanas a mis intereses.

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