Cierto es que podemos llegar a la saturación (quien esto escribe así lo percibe desde hace un tiempo) con tanta “marvelada” y he aquí que llega ahora DC Comics, que se sube con fuerza al carro, pero con menos éxito. En cuanto a sus películas (mejor dejamos sus series a un lado…), la más que digna «El Hombre de Acero» (Zack Snyder, 2013) despertó recelos, convertidos en críticas descarnadas con «Batman vs. Superman: el Amanecer de la Justicia» (Zack Snyder, 2016), comentada aquí hace unos meses… y cuya versión extendida, recién editada en DVD y con 30 minutos más de metraje, rehabilita en parte la magra sensación que nos dejó el montaje estrenado en cines (uno se pregunta por qué no se estrenó directamente esta versión extendida que, de hecho, es el montaje que inicialmente concibió Snyder). Si quedamos exhaustos con esta película, el estreno de «Escuadrón Suicida» no parecía apuntar a una mejor: como película de verano ya esperábamos mucho ruido y alharaca, pero como un paso más del universo extendido de DC Comics no teníamos buenas sensaciones. Y las malas sensaciones se han cumplido.
Sobre el papel, «Escuadrón Suicida» resulta atractiva: reunir a un grupo de villanos, a antihéroes incluso, a personajes que suelen llevar las de perder frente a los superhéroes positivos del género, para colaborar juntos en una misión para salvar Estados Unidos de amenazas terroristas o, incluso, el mundo entero. Ese es el propósito de Amanda Waller (Viola Davis), escurridizo personaje de alguna agencia de inteligencia que concibe la idea de reunir a esos villanos pero utilizarlos a conveniencia, “ahora” que Supermán ha desaparecido y ante el temor de que aparezca otro “metahumano” que no tenga tan buenas intenciones como este. Así pues, la película comienza presentándonos a esos villanos –alguno ya conocido como Joker (interpretado por un exagerado Jared Leto en todos los sentidos), pero que a priori no participarán de ese grupo de personajes–, algunos de ellos encerrados en una cárcel secreta en Louisiana, como Deadshot (Will Smith), un tenaz y violento asesino a sueldo; Harley Quinn (Margot Robbie), antigua psiquiatra que se propuso estudiar la figura del Joker y acaba convertida en compañera (y pareja) de crímenes diversos; Killer Croc (Adewale Akinnuoye-Agbaje), un humano con piel de reptil y aún por “evolucionar); Chato Santana/El Diablo (Jay Hernández), un hipertatuado y taciturno personaje que desprende fuego; y George “Digger” Harkness, un asesino procedente de Australia y cuya seña de identidad (a ver si lo adivinan…), sí, son los bumeranes.
Todos ellos son muy peligrosos e impredecibles, sí, pero Waller les implanta un nanochip bajo la piel capaz de matarlos, un seguro que se guarda por si estos tipos se desmandan. Si no fuera suficiente con eso, tiene como segundo al capitán Rick Flag (Joel Kinnaman), al mando de una unidad militar que apoya (y vigila) de cerca al Escuadrón Suicida de villanos (y entre los que aparece el francamente anodino Scott Eastwood, hijo del cineasta). He aquí a los que deben servir a Estados Unidos frente a la amenaza del mal… pero ¿cuál es esta amenaza, el villano al que deben hacer frente (oxímoron donde los haya) estos villanos? Pues una bruja, Encantadora (Cara Delevingne), que se ha apoderado del cuerpo y la mente de la arqueóloga June Moone (también la Delevingne, cómo no), de la que anda enamorado el capitán Flag. Y esta bruja monta un pifostio en el metro de Midway City (que los seguidores del cómic ya saben que es otra de esas ciudades ficticias como Metrópolis o Gotham City) y amenaza con extender el mal por todo el planeta.
El principal problema de esta trama es que la propia trama es inconsistente, en el sentido de carecer de una coherencia argumental clara y con un desarrollo sostenido. Se pasa de presentar y reunir a los villanos, con el Joker de por medio extendiendo su particular terror, a enfrentarlos a una bruja y crear una alargada batalla por las calles de Midway City, que es el plato fuerte de la película, y se presenta a estos villanos en una extraña camaradería, forzada por las circunstancias y que acaba (pues no es lo que esperaríamos) por plasmarse en el tramo final de la cinta de la manera más tópica posible. Vamos a ver, nos vendéis la moto de un grupo de villanos que se supone que deben ser lo que son (y hacer lo que saben hacer) y al final nos mostráis a una pandilla de amiguetes; no, hombre, no… Ese quizá sea el mayor hándicap de la película: que te vende una historia de excesos y perversidades de unos villanos muy malvados que luego ni son tan malvados ni necesariamente unos “villanos”.
Y es que si se trata de romper esquemas y hablarnos de unos villanos muy villanos (“no olvides que somos los malos”, dice Deadshot en una frase sacada de contexto en el tráiler… y que en realidad apunta a otra cosa muy diferente), la idea resulta interesante sobre el papel… pero David Ayer, director y guionista de la película, la desaprovecha (o quizá ni tuvo arrestos de plantearla) y nos da gato por liebre en un tercio final que desmonta la premisa inicial del filme.
Dejando de lado el nihilismo caótico del Joker (desaprovechado incluso como personaje con entidad), al resto de antihéroes les falta un propósito claro y una esencia como tales. El argumento nace viciado, pues, y la cosa no mejora con su desarrollo: ruidoso, muy ruidoso, con destrozos y excesos por doquier, humoradas que se repiten y acaban por ser monótonas y un tópico y a ratos aburrido enfrentamiento contra la (esta sí) villana de turno que acabará de la manera más tópica también. Si ya nos agotamos con el (también falso) enfrentamiento de Batman y Superman hace unos meses, este Escuadrón Suicida reincide en los mismos defectos e incluso sube el listón de despropósitos que nutren un argumento inconsistente, incoherente y, en definitiva, banal. Mucho ruido y pocas nueces (más bien ninguna) en casi dos horas de metraje; incluso la secuencia de los villanos en el bar tomando algo en medio de la batalla, y que se muestra en el tráiler, no acaba siendo como luego se ve en la gran pantalla.
¿Algo positivo tiene la película? Quizá lo mejor esté en Margot Robbie como esa pícara Harley Quinn, que se come casi en cada secuencia que comparten a un Will Smith a medio gas, y la presentación de los villanos (con algunas canciones de fondo que no sabemos si van con rechifla) en los primeros veinte minutos de metraje. Visualmente, y eso ya lo esperábamos, la película es muy atractiva pero a medida que avanza el metraje queda una sensación de déjà-vu. Pero no sólo debe basarse una película en la imagen, sino también en un discurso, que es claramente donde falla todo el asunto.
En definitiva, pues, y como nos temíamos (la crítica estadounidense ha sido feroz al respecto), estamos ante un simplón juego de artificio, argumental y visual, que naufraga pronto y que se arrastra hacia un tontorrón desenlace y con un mensaje mucho más conservador que el que se pretendía ofrecer. Como trama que se mete en los intersticios de las andanzas de Batman (breve cameo de Ben Affleck en una secuencia entre los créditos finales) y Superman, resulta ser un quiero y no puedo que además aporta mucho menos de lo que se esperaba y que se suma a las demás piezas cinematográficas que deben llegar de ese universo extendido de DC Comics, con «The Flash», con también un cameo aquí, «Wonder Woman» y «Aquaman», entre otras películas que llegarán… y que ya provocan sopor. En ese sentido, despierta mucho más interés «The Defenders», la serie de Netflix que en 2017 juntará a «Daredevil», «Jessica Jones», «Luke Cage» y «Iron Fist» (y cuyo primer teaser se presentó en la reciente ComicCon de San Diego). Y Marvel, una vez más, se lleva el gato al agua.