Escuela para señoritas Al Rawabi

‘Escuela para señoritas Al Rawabi’ (Netflix, 2021) entra en el catálogo de Netflix como un producto único por varios motivos. Primero, es un producto de factura jordana, rodado en Ammán, y que proviene por tanto de un país y una cultura hasta ahora prácticamente irrelevantes en las plataformas digitales españolas. Segundo, está dirigido por Tima Shomali, una joven directora jordana con una breve pero comprometida carrera audiovisual que tiene en éste su, hasta ahora, proyecto más personal y ambicioso. Y tercero, la serie aspira a, superando sus limitaciones en producción, intentar deshacer prejuicios respecto a la cultura árabe y abrir las puertas respecto al papel que, en esta cultura, tiene y/o podría llegar a tener la mujer.

Para conseguir este objetivo general opta por el muy inteligente criterio de abrir la serie a otros temas. Lo suficientemente universales, además, como para que cualquier persona, en cualquier parte, pueda ser sensible a esta serie y a sus mensajes. Y entre estos mensajes está, en el centro de todos, el del acoso escolar.

‘Escuela para señoritas Al Rawabi’ abre una puerta a algo distinto a partir de temas universales

‘Escuela para señoritas Al Rawabi’ pone el foco en una escuela de prestigio y sus alumnas y, de entre ellas, especialmente en dos: Mariam (interpretada por Andria Tayeh) y Layan (Noor Taher), acosada y acosadora, respectivamente. Ambas pertenecen a grupos de amigas distintos, tienen orígenes sociales diferentes y, en consecuencia, poseen poderes diversos respecto a lo que pueden conseguir o no en sus vidas… y en el colegio. Y es que la directora Faten Qadi (Nadera Emran) no es trigo limpio respecto a la supuesta ética y valores excelsos que la élite del colegio propugna; a pesar del esfuerzo de la profesora Abeer (Reem Saadeh) por sí mantener su coherencia e integridad.

El clima de opresión del grupo de matonas que encabeza Layan va creciendo con los capítulos, pero, a diferencia de las series al uso, la trama incorpora aquí una original novedad. En este caso, Mariam decide iniciar una venganza contra Layan y sus compinches para, de una vez, ajustar cuentas y poner las cosas en su sitio. De esta forma, la trama busca equilibrar constantemente la acción con la reacción, exponiendo al matonismo ante sí mismo y devolviéndoles, como en un espejo, su reflejo. Lo hace, además, no recurriendo a la violencia sino a través de la inteligencia, evitando así caer en el mismo abismo moral del que surge el acoso escolar. Aunque, a veces, no todo es tan fácil como parece.

Drama juvenil con toques livianos de comedia que busca concienciar sobre el acoso escolar

A partir de aquí, con el acoso escolar como punta del iceberg, la serie se abre a otros subtemas también muy interesantes: el poder de la imagen personal en el contexto escolar, la presencia de los teléfonos móviles y las redes sociales y cómo les afectan, la familia y su aparente distanciamiento respecto a estas cuestiones, la importancia de las amistades y los compañeros de clase, la religión en la cultura árabe a través del rol del hiyab, el machismo inherente a todas las sociedades y cómo se muestra en este contexto…

Entonces, estamos ante un drama juvenil, con toques livianos de comedia, que busca concienciar respecto al tema universal del acoso escolar, mientras desarrolla amplios subtextos de crítica social. Quizás su forzada estética (aparece el color rosa casi en cada escena) y el inevitable shock cultural pueda resultar algo extraño para el espectador inhabituado a estos productos, pero sí consigue su objetivo general de romper barreras y de introducir alternativas en una visión occidental repleta aún de malentendidos y prejuicios respecto a la cultura árabe.

‘Escuela para señoritas Al Rawabi’ (Netflix, 2021), con sus seis capítulos de menos de una hora, abre una puerta a algo distinto a partir de temas universales. Una excepción que ha introducido algo de frescor en un catálogo veraniego bastante necesitado de nuevos aires.

Nota: 6/10

Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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