eternals

“Eternals” (2021) de Marvel Studios y dirigida por la oscarizada Chloé Zhao (“Nomadland”), es una rara excepción dentro del Universo Cinematográfico Marvel. La oveja negra en cuanto a recepción. Una duración excesiva, un grupo demasiado numeroso de personajes totalmente nuevos, un guion acusado de pomposo y aburrido… estas son las aparentes razones del fracaso de una película que parecía tenerlo todo para encandilar al público una vez más. Pero, ¿de verdad es terrible? ¿De verdad es la peor de entre las más de 25 películas que forman el UCM? En absoluto.

El argumento se remonta a los orígenes del universo y de la raza humana. Los Eternos, al servicio de seres cósmicos de poder descomunal llamados Celestiales, han protegido a la humanidad desde los albores de su existencia. Fueron enviados para hacer frente a unas criaturas monstruosas: los Desviantes. Siglos después de su aparente derrota, estos monstruos regresan, forzando a los Eternos a combatir una vez más a su enemigo ancestral.

El film introduce una gran cantidad de conceptos nuevos, tan ajenos a lo conocido hasta ahora que requieren extensas explicaciones. La opción elegida para ofrecerlas es probablemente la peor posible: monólogos interminables y metafísicos, que cuentan en lugar de enseñar.

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El caso es que, cuando se reduce el relato a sus partes más básicas, la trama es simple: superhéroes antiguos e inmutables, prácticamente dioses, enfrentados a bestias destructoras para salvar el mundo. Pero su contexto, tan rico en posibilidades y grandioso en sus dimensiones histórica y mitológica, tan potencialmente fascinante, requieren de un descubrimiento paulatino, una asimilación gradual que no parece tener hueco en “Eternals”. Así las cosas, la película tiene una duración de dos horas y media. Demasiadas para mantener el ritmo, pero insuficientes para hacer justicia a sus ambiciones, sus posiciones humanistas y su repaso a los mayores hitos de la historiografía y la leyenda.

“Eternals” es, sobre todo, densa. Densa en novedades y en información que se da de golpe. Densa en descripciones y aclaraciones de los giros que, cuando se producen, lo alteran todo, pero carecen de la tensión dramática de aventuras con escala menor. Es tan monumental, tan alarmante, tan, tan tan… Sin conexión previa con los personajes creados por Jack Kirby, su ambiente y sus tribulaciones, la gravedad no cala, el drama no conmueve, el peligro inminente no parece tal. Así llega el tedio, la sensación de que no pasa nada, de que lo que pasa no importa… de que tras hora y media el equipo no se ha reunido al completo y aún no ha terminado la introducción. Mientras, los flashbacks continúan interfiriendo con la narración.

“Eternals» no es un completo desastre.

Es una lástima, porque hay ideas muy interesantes en “Eternals”. Los poderes de los protagonistas despliegan una singularidad (dentro de su origen común) que me sorprendió, el apartado visual exhibe belleza e inventiva, el elenco desborda talento y diversidad (en más de un sentido), el drama es drama sin prescindir del humor puntual… Ofrece variedad y profundidad, pero, por desgracia, el todo resulta ser menos que la suma de sus partes. Mucho menos. El foco está demasiado disperso y el conjunto sufre. No es, sin embargo, un bodrio total ni un desastre.

Como película, “Eternals” tropieza y no es capaz de levantarse. No obstante, creo que funcionaría muchísimo mejor en formato de serie. Cada capítulo podría dedicarse a uno o dos eternos, la multitud de subtramas sería un plus en vez de un defecto, los flashbacks encontrarían su sitio y la mitología podría introducirse en pequeñas dosis, insinuando la verdad oculta y logrando que las revelaciones tuvieran verdadero impacto. Permitiría interiorizar los nuevos conceptos y así apreciarlos plenamente, sin que fuera necesario explicar incluso la resolución de la batalla final, no por compleja, sino por la nula familiaridad.

Pero, insisto, “Eternals” no es lo peor del UCM, no es ni siquiera una mala película. Es, sencillamente, una miniserie condensada en 156 minutos, dejada en tierra de nadie, con tanto que contar que se aturrulla.

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