De la mano de la editorial Alfaguara llega la nueva novela de espionaje de Arturo Pérez-Reverte: oro, intriga, sexo y muerte en el Tánger de 1937.
La primera novela de Arturo Pérez-Reverte, la buena y breve «El húsar», comienza con una escena en la que el joven protagonista afila fascinado la hoja de su pesado sable de caballería. Otro húsar, un curtido veterano de orígenes aristocráticos, le señala que esa es un arma impropia de un caballero. Eficaz para la carnicería, pero carente de la elegancia y agilidad para la esgrima de un florete.
Sirvan esas dos armas blancas, tan letales como diferentes -el primero evoca la carnicería grupal del campo de batalla, mientras el segundo recuerda la esgrima individual, caballerosa en salas o rufianesca en calles, pero nunca gregaria- para explicar, en parte, el atractivo de las historias de espías.
Y es que el enfrentamiento en el campo de batalla, narrado por el género bélico y simbolizado por el sable, puede resultar menos emocionante para muchos lectores que la lucha en frentes secretos alejados de primera línea, contada por el género de espionaje y simbolizada por el florete.
La combinación del peligro y la violencia, que acercan a la muerte, con el lujo y el sexo, que apegan a la vida, atrae. Y también atraen los protagonistas que tienen en sus propias capacidades y decisiones la llave de su destino, sin que la disciplina y los galones los conviertan en meros títeres.
Resultan particularmente interesantes las novelas anteriores al final de la Segunda Guerra Mundial. Obras como «El enigma de las arenas», de Erskine Childers; «Ashenden o el agente secreto», de Somerset Maugham; «Los treinta y nueve escalones», de John Buchan o «La máscara de Dimitrios», de Eric Ambler. También ese cine en blanco y negro rodado en tiempo de guerra, pero ambientado lejos de los escenarios bélicos, ejemplificado por películas como «Casablanca», de Michael Curtiz; «Tener y no tener», de Howard Hawks; «Encadenados», de Alfred Hitchcock o «Agente confidencial», de Herman Shumlin.
Es de historias como esas de las que bebe Arturo Pérez-Reverte para crear su serie protagonizada por el espía Lorenzo Falcó, publicada por la editorial Alfaguara. Pero no cae en el pastiche o la impostura. Al contrario, logra crear algo genuino al incorporar a esas hechuras clásicas, habitualmente anglosajonas, toda la crudeza y la mala leche patrias. Y en un conflicto tan cruel como fue la Guerra Civil Española. Sirve de metáfora de esa adaptación la escena de la novela en la que se asume lo apropiado de elaborar cócteles foráneos con licores locales.
Pérez-Reverte logra crear algo genuino al incorporar a las hechuras de la novela de espías clásica, habitualmente anglosajona, toda la crudeza y la mala leche patrias.
«Eva» es la segunda novela protagonizada por Lorenzo Falcó, un bala perdida jerezano de buena familia; guapo, sinvergüenza y mujeriego. Tras un pasado como traficante de armas internacional, ejerce ahora de espía descreído e implacable. Aunque captado por los servicios secretos de la II República, el servicio de inteligencia al que pertenece –el SNIO, Servicio Nacional de Información y Operaciones, encabezado por el Almirante– combate en el bando nacional en la Guerra Civil.
La primera entrega de la serie, «Falcó», estaba ambientada en 1936. En ella era enviado a una misión casi suicida para tratar de rescatar a José Antonio Primo de Rivera de su encarcelamiento en Alicante. No es imprescindible haberla leído para leer «Eva», pero sí recomendable. Porque, aunque esta novela se explica por sí sola, quien haya leído previamente la anterior tendrá ya una serie de claves que facilitarán y harán más fluida la lectura.
Esta nueva aventura lleva a Falcó a la exótica y turbulenta Tánger de 1937. Una ciudad internacional donde chocan, como placas tectónicas, los intereses de las potencias europeas y en la que tienen su hábitat natural espías, traficantes, banqueros, buscavidas, conspiradores y asesinos.
En Tánger, Falcó debe intentar recuperar parte del oro del Banco de España, embarcado camino de la URSS en un mercante republicano que permanece amarrado en el puerto tangerino, un último refugio ante el acoso de un buque de guerra nacional. Su misión es lograr que la valiosa carga pase a manos franquistas, bien convenciendo al capitán para que cambie de bandera y entregue el barco, bien por cualquier otro medio.
Precisamente los capitanes -asturianos ambos- de los dos barcos enfrentados representan el honor y la fidelidad a unos principios en medio de una guerra sucísima de sobornos, traiciones, torturas y asesinatos.
Sin edulcorar la terrible naturaleza de la guerra en la sombra, políticamente incorrecta a veces, descreída casi siempre, Pérez-Reverte ha escrito una novela que no defrauda.
El arranque de la novela es trepidante, buscando enganchar al lector desde la primera línea. Pérez-Reverte emplea en estas novelas protagonizadas por Falcó una estructura que seguramente resultará familiar a los aficionados al género de espionaje, tanto literario como cinematográfico: un comienzo impactante en un escenario alejado de aquel en el que transcurrirá la historia principal, pero con elementos que conducen a ella.
La novela no solo rezuma peligro y violencia, sino también sexo. Y es en las escenas de cama donde quizá las costuras de la verosimilitud se tensionan más. Son cuatro las mujeres que comparten sábanas con Falcó en el breve periodo en el que transcurre la historia. Muy diferentes entre sí, pero todas féminas de rompe y rasga: una ardiente actriz portuguesa, una altiva dama española (casada con uno de los personajes más antipáticos de la trama, protagonista involuntario de una escena memorable), una sensual criada mora y la letal y atlética espía rusa de la NKVD, Eva Neretva, quien da título al libro.
Sin edulcorar la terrible naturaleza de la guerra en la sombra, políticamente incorrecta a veces, descreída casi siempre, Pérez-Reverte ha escrito una obra tremendamente divertida de leer. Con ella confirma que el personaje de Lorenzo Falcó goza de muy buena salud y ha llegado para quedarse al panorama de la novela de aventuras.
Una cuidada edición en tapa dura, con una clásica ilustración de cubierta y una tipografía evocadora de la época completan, desde el punto de vista de lo material, la experiencia de leer este libro.
Arturo Pérez-Reverte nació en Cartagena, España, en 1951. Fue reportero de guerra durante veintiún años. Con más de veinte millones de lectores en todo el mundo, muchas de sus novelas han sido llevadas al cine y a la televisión. Hoy comparte su vida entre la literatura, el mar y la navegación. Es miembro de la Real Academia Española.
Brutal esa pequeña «gran» novela. A mí me dejó sin aliento. El joven e ingenuo húsar, emocionado imaginándose victorioso en una y mil batallas, glorificando el enfrentamiento bélico con sus enemigos hasta que se da de bruces con la crudísima realidad de la batalla, de la carnicería y de la miseria humana que conlleva. Sublime. Es una de mis preferidas. Pero de momento no la voy a releer porque hasta a mí me duele lo que describe.
Sí, es estupenda, y en ella se encuentran ya muchos de los temas y las actitudes que marcarían la obra posterior de Pérez-Reverte.
Si quieres leer otra obra protagonizada por un húsar en tiempos difíciles, pero con un desenlace mucho más esperanzador, te recomiendo la bellísima «El húsar en el tejado», de Jean Giono (hay toda una historia personal del autor detrás).