A estas alturas ya no es ningún secreto que el apoyo de Bethesda a la realidad virtual está siendo un revulsivo importante para esta tecnología y muchos otros estudios miran con interés al resultado de este movimiento para decidir si subirse al carro o esperan un poco más. Independientemente de la estela que acabe, o no, dejando en el mundo de los videojuegos esta trilogía de ports a VR, lo que está claro es que los que buscaban títulos de calidad pueden estar satisfechos, al menos por un corto período de tiempo, mientras miramos de reojo a otros títulos que podrían ser los siguientes.
Después de nuestra incursión por los parajes de Skyrim y de la descarga de adrenalina que nos supuso Doom VFR, Fallout 4 VR llega para dar el broche de oro. Por tamaño y por posibilidades. Pero vamos por partes.
La estrategia de llevar juegos pensados para otras plataformas a la realidad virtual tiene sus puntos positivos y negativos, como se está demostrando continuamente. En la parte amable, el interés inmediato que supone ver nuestros mundos favoritos en esta tecnología. Un juego desarrollado de cero no va a suponer tanta expectación para el jugador medio que se está planteando dar el salto a la VR o que aún no ha hecho. Por otro lado, el coste de desarrollo es obviamente mucho menor y se convierte en un campo de pruebas perfecto para testear sistemas de juego, capacidades reales de esta tecnología y, por qué no decirlo, comprobar si puede ser rentable. Por último, la inmersión en mundos de la calidad y el tamaño del juego que nos ocupa, es algo que a día de hoy no se puede igualar.
Pero todo ello viene con una serie de inconvenientes importantes. El primero viene de la poca experiencia que se tiene con estos sistemas, que genera problemas nuevos y desconocidos para los desarrolladores, una vez tras otra. No sólo el motion sickness o la limitada resolución del hardware, sino cosas tan aparentemente tontas como el tamaño de fuente de los textos, un sistema de señales que nos haga mirar al lugar correcto cuando algo pasa en pantalla o cosas más curiosas como evitar disparar a través de la espalda de los enemigos debido a la diferencia de distancias que hay entre la cámara (el casco) y el arma (el mando con el brazo extendido) como nos pasaba en Doom VFR. Amén del eterno dilema de los sistemas de movimiento.
En resumen, un port relativamente directo de un juego creado para PC o consola va a llevar de forma inherente problemas asociados al cambio de tecnología, que requieren de unos procesos de desarrollo más importantes que colocar una cámara de 360º y un par de mandos con teletransporte.
Os estaréis preguntado porqué os cuento todo esto. Muy sencillo: Fallout 4 VR es un título arquetípico en todos estos sentidos. Cumple todas y cada una de las características aquí planteadas. A diferencia de los dos títulos anteriores, nos encontramos con un exclusivo para HTC Vive, con todo lo que implica: cierta libertad de movimiento real en una configuración room-scale en la que puedes moverte en un rectángulo con una diagonal máxima de cinco metros, para los que tengan ese sitio libre en sus lugares de juego. Si no, se puede jugar sentado o de pie de igual forma.
Antes de comenzar a valorarlo individualmente, un par de apuntes: La versión VR es un juego en sí mismo y se debe comprar aparte, no es un añadido, expansión o DLC del juego original. Aunque podremos jugar de forma completa la historia principal, no incluye las diferentes expansiones que han ido apareciendo con el tiempo, lo cual nos decepciona un poco, sabiendo que hay que pagar 60 euros de nuevo por un contenido que seguramente interese más a los que no jugaron la versión original. Por último, no hay soporte oficial para Mods, las partidas guardadas del Fallout 4 no se abren en la versión VR y aunque es factible abrir el juego con unas Oculus Rift con los mandos touch, el control es un desastre y casi mejor no hacerlo, al menos de momento.
Bethesda ha llevado el juego tal cual a la VR, con lo que su historia, argumento, personajes y situaciones son las mismas. Volvemos al refugio 111, la búsqueda de Shaun y nuestras decisiones respecto a las diferentes facciones que nos encontramos en el juego. La historia sigue siendo tan interesante como la última vez, pero obviamente para aquellos que ya la conocen, no supone más atractivo que quizá el de cambiar de bando si no lo hicieron en su momento en una segunda o tercera partida.
Como no puede ser de otro modo, lo primero en lo que nos fijamos en cualquier juego VR es en el sistema de movimiento, principal caballo de batalla de las desarrolladoras. A diferencia de en Doom, por ejemplo, esta vez Bethesda ha echado balones fuera y directamente deja elegir al jugador. Por defecto está seleccionada la opción de teletransporte pero en el menú de juego lo podemos cambiar de forma sencilla al movimiento libre con los mandos. Eso sí, no podremos tener en ningún caso una combinación de ambos.
¿Cual es el problema? Aunque parezca mentira hablando precisamente de Fallout, el enorme tamaño del mundo a explorar. El movimiento libre nos obliga a desplazarnos de forma relativamente lenta por los páramos, algo muy bonito de ver pero muy poco útil. No llegamos nunca. Podemos correr pero la probabilidad de mareo, sobre todo en interiores, aumenta considerablemente. Tantos años pidiendo juegos en los que poder explorar un entorno vasto y lleno de elementos, para que llegue la VR y queramos concentrarlo en niveles más manejables para no pasarnos la vida en trayectos. O que pongan un autobús.
El sistema de teletransporte arregla parcialmente esta situación, así que los jugadores que prefieran este sistema tienen algo de ventaja. Aun así, la gran cantidad de veces que tienes que pulsar el mando para llegar a los sitios lo hace tedioso a veces, sobre todo porque hacerlo a cierta distancia del origen consume resistencia.
El sistema de control obviamente no se reduce al movimiento y aunque Bethesda ha hecho un gran trabajo de adaptación, dominarlo requerirá de un tutorial que recomendamos encarecidamente no saltarse y de bastante práctica, ya que con los mandos tenemos que poder manejar la construcción de nuestro refugio, inventario, armas, movimiento y dar órdenes a nuestro fiel amigo canino, entre otros. El Pip-boy sigue siendo omnipresente y lo podremos configurar como queramos en el menú para no andar con el brazo levantado todo el rato mientras navegamos por los menús. Unos menús que, por cierto, podrían haber sido mejor trasladados. Es bastante engorroso navegar por las opciones y frustrante en exceso. Depende demasiado de los botones del mando y de submenús. Con un poco más de trabajo se podían haber pasado varias acciones a movimientos de mando o de mano para liberar un poco la carga y la complejidad de la interfaz.
El combate, piedra angular de Fallout 4, es de lo mejor del juego también en su adaptación al nuevo formato. Se nota que no está tan cuidado y perfeccionado como en otros títulos más especializados como Superhot VR pero las sensaciones son muy buenas. Seguimos teniendo el V.A.T.S. para las situaciones complicadas, dándonos unos segundos extra a cámara lenta muy importantes para poder respirar un poco y darnos tiempo a reaccionar adecuadamente. Está resultando ser un recurso utilizado en prácticamente todos los shooters de realidad virtual, en parte porque no es lo mismo disparar con un mando que teniendo que moverte y apuntar físicamente. Es otra de las cosas a tener en cuenta para futuros ports, que la intensidad de la acción no puede ser tan abrumadora y por ello títulos como Doom VFR tuvieron que reducir el frenetismo de los combates añadiendo opciones de ralentización de movimiento o directamente reduciendo enemigos, cosa que no aconsejamos si no es necesario.
Por lo demás, no hay mucha diferencia con el juego original. Miles de líneas de dialogo, misiones, interacciones con personajes y decisiones que tendremos que tomar durante el juego, hacen que la experiencia global sea tan buena como en el original. Una vez más, una pena que no hayan incluido los DLC para redondear la apuesta por un contenido serio y completo. Aún así, puedes estar decenas de horas dando vueltas intentando completar todo lo que ofrece.
Técnicamente, entrar en un mundo tan rico, cuidado e inmenso como este consigue una sensación de inmersión que por sí sola hace que merezca la pena probar el juego. Ya en su versión original no era el juego más pulido gráficamente y quizá gracias a ello no notamos demasiado downgrade en los modelos y texturas del mundo según lo vamos recorriendo lentamente. Los requisitos, eso sí, son muy altos y no todos los PC van a poder moverlo, aún teniendo capacidad suficiente para trastear con las Vive: se requiere mínimo una GeForce 1070 o RX Vega 56.
Como mayor punto negativo, una serie de bugs y problemas que esperemos que se solucionen con sucesivos parches o actualizaciones. No nos hemos encontrado ninguno especialmente grave pero sí unos cuantos bastante molestos, como por ejemplo uno que eliminaba el audio de las conversaciones de repente. El sistema de apuntado con algunos rifles no es el más adecuado, no se ve bien la mirilla de apuntado y los problemas de resolución de las Vive en largas distancias hace bastante complicado acertar a los enemigos desde lejos, a lo que se añade que una vez más, no hay miras telescópicas funcionales.
Siguiendo con los puntos a mejorar para futuras entregas, la inmersión se ve un poco perjudicada por el hecho que no tenemos un avatar visible, ni siquiera nuestras manos. Solo vemos el Pip-boy y el arma que tengamos seleccionada en ese momento. Además, da la sensación, sobre todo al comienzo de la aventura, de que somos bastante más bajitos de lo que deberíamos. Eso, o nuestro marido/mujer es jugador de baloncesto. Problemas importantes que esperemos vayan teniendo solución con el tiempo, pero que no llegan a empañar una de las mejores experiencias inmersivas que hemos visto.
El juego llega una vez más traducido y doblado al castellano de forma correcta, aunque si en algo destaca el apartado sonoro es por la selección de temas musicales, muy adecuadas para la ambientación de la historia.
Poco más hay que añadir a la que es una de las mejores experiencias para realidad virtual hasta el momento. No está exenta de errores, algunos bastante importantes, pero sólo por poder explorar el inmenso mundo post-apocalíptico que se nos presenta y volver a disfrutar la historia, merece la pena probarlo. Si además no jugasteis al título original, con más razón aún.