La iniciativa se celebró los pasados días 9, 10 y 11 de octubre en el IFECA de Jerez de la Frontera (Cádiz), uno de los enclaves “frikis” del sur de España (también se celebra aquí el Salón Manga entre otros).
A diferencia del año anterior, el espacio usado en el IFECA era mayor, sin llegar a ocupar el total del edificio. A la crujía de la que disfrutamos en la primera edición se le sumaba una más para albergar las nuevas actividades presentes. Seguía siendo un espacio pequeño para los que estamos acostumbrados a visitar otros eventos del mismo calado, pero también era preferible a deambular por espacios vacíos y poco aprovechados entre actividades como sucede en otros.
Tanto el número de tiendas como su relevancia cobraban mayor sentido que en el pasado evento, ocupando no sólo un lugar privilegiado sino siendo además un foco importante para el público ávido de merchandising. Había que lamentar, eso sí, la falta de variedad en los productos. El año pasado hubo tiendas dedicadas al cómic y a otros menesteres, pero en esta ocasión determinadas temáticas y productos monopolizaron la oferta, seguramente debido a su mayor demanda, pero que dejaban sin posibilidad de disfrutar de los rara avis a aquellos que los buscan.
El Callejón del Artista lucía ya con una importancia propia, ocupando un espacio visible y con carácter en vez de la trasera de las tiendas como sucedió el pasado año. Sin embargo, la regular experiencia pasada y los precios que este año debían pagar como señal los dibujantes hicieron que no hubiera tantos artistas y que, de hecho, ninguno de los veteranos repitiera. Aunque eso sí, los nuevos no tenían nada que envidiarles, pues jóvenes promesas de la talla de Álvaro Abuín, Noriko Hayashi o Zaxer exponían, firmaban y vendían sus magníficas obras con éxito.
Se echaba en falta que a diferencia de la anterior Supercon, en vez de hacerse una exposición con obras de los nuevos artistas, se recurrió a rescatar obras que los dibujantes de la anterior edición se habían dejado, colocándolas de forma muy poco cuidada sobre unas mesas, la mayoría de los marcos doblados o medio caídos, apoyados contra la pared. Me parece un punto muy negativo usar dichas obras sin permiso (aunque las dejaran) y exponerlas de una forma tan dejada y sin ningún cartel que acreditase su autoría, para que por lo menos se beneficiaran de la publicidad. Si el año pasado la exposición estuvo en el límite entre lo profesional y lo amateur (en su montaje, que no en la calidad de las obras), este año hay que tacharla de suspenso total, por no decir más.
En la nueva ala diversas asociaciones de la provincia (La forja de los sueños, Agoca, Odaiba) ofertaban talleres como Hama Beads, Clay-O-Rama, Go, Juegos de mesa,… en un espacio quizás un tanto desangelado, con sillas y mesas que no lograban ocupar todo el lugar, pero por suerte, casi nunca vacías, a razón del éxito del buen hacer de éstas. Al fondo, una sala algo improvisada con separaciones de hierro forjado anunciaba Rol en vivo en un cartel un tanto descuidado, aunque no había visos de que allí sucediera nada. Y, en un espacio delimitado igual de grande que todas estas actividades se situaba el campo de quidditch con los aros colocados a la espera del Club de Quidditch de Jerez, que haría más tarde demonstraciones de este deporte surgido de las páginas de Harry Potter. Eso sí, en versión muggle. Aún siendo un espacio muy grande desocupado en ciertas ocasiones, la magia de ver este deporte en práctica fue una de las mejores partes de la Supercon.
Pero uno de los focos que más llamaba la atención se encontraba en la zona de videojuegos. Una pared de pantallas siempre ocupadas por jugadores que apenas soltaban los mandos y se agolpaban esperando su turno convertían ese espacio es uno de los más transitados y animados. Más aún si cabe cuando se podía seguir en directo el campeonato de League of Legends, cuyos participantes jugaban en ordenadores colocados en otra sala delimitada para que nadie les molestase, tal es el furor que levanta este videojuego.
Al otro extremo del recinto se situaba la pista de softcombat llevada por El Exilio, en un recinto de albero que seguramente se use en otras ocasiones para la práctica de la equitación que es tan característica de la ciudad. Sin embargo, aunque el albero sea vistoso y recuerda a la arena del circo de gladiadores, la actividad tuvo que trasladarse en más de una ocasión a la zona adyacente, dada la facilidad para manchar que tenía el terreno.
La asociación Han-A realizó actividades de temática coreana, tales como idioma coreano, creación de handbok o de flor de loto de papel. Algo muy atípico pero interesante, teniendo en cuenta que lo usual es encontrarse la versión nipona de estos talleres. Aún así costaba realmente encontrar dónde se llevaban a cabo.
Por último quedaba el escenario, situado tras las tiendas en un lugar que, extrañamente, no dominaba el recinto. Unido a las pequeñas dimensiones del tablero y al escaso carisma de los presentadores y encargados, no era un lugar en donde se juntaran multitudes, aunque los distintos concursos, charlas y exhibiciones llevados por Aso Sekai y La casa del otaku se hicieron con normalidad.
Considero necesario subrayar dos elementos en los que este año la calidad ha bajado con respecto al anterior. Quizás el público asistente no busque este tipo de actividades, o quizás hayan considerado que el gasto es mayor que la repercusión, pero si el año pasado tuvimos dibujantes españoles que trabajaban en el mercado estadounidense, incluso Marvel y DC (autores como Francis Portela, Javier Aranda…) en esta ocasión todo intento de introducir el cómic, la cultura, las conferencias, las firmas o la presencia de invitados ha sido eliminado de raíz. Era un punto muy arriesgado pero que dotaba al evento de cierta diferenciación con otros de la provincia, pero que no ha durado más de un round en el ring.
El otro elemento es el de la señaléctica. No se puede montar un evento usando carteles improvisados a mano y con rotuladores de colores cual clase de plástica de secundaria. Así aparecían los rótulos de Rol en vivo, escenario, exposición, información, consigna y otros tantos, dando la total sensación de dejadez, obviando la utilidad no sólo de crear elementos de marketing reconocibles del evento (más aún si se realiza en el mismo enclave que otros) sino incluso de transmitir e informar al público asistente con profesionalidad, acierto y madurez. Y por qué no decirlo: a nadie le sienta bien pagar una entrada para encontrarse que ni siquiera se han preocupado o querido gastar en los carteles informativos.
La guinda del pastel, eso sí, la pusieron los propios visitantes que con sus cosplays dotaban de color y dinamizaban el evento, ya fuese posando para fotos, haciendo entrevistas o improvisando pequeñas trastadas, como la gran conga que se formó en un determinado momento. Si sumamos a esto las actuaciones de combate de la asociación Saga 77 ataviados como jedis, en este apartado la Supercon cumple con creces.
Como cierre, los puntos positivos han sido la presencia de nuevas actividades como el quidditch, que además es algo un tanto inusual de ver y marca una clara diferenciación del evento con otros; la mejora del espacio del Callejón del artista, que además de ser un lugar para adquirir obras únicas de jóvenes promesas y para promocionarlas, adquiere su propia entidad y espacio bien visible junto al mayor número de tiendas de esta edición. El torneo de LOL, como siempre, atrayendo a una gran cantidad de jugadores y espectadores, al igual que el resto de videojuegos. Una mayor presencia de asociaciones de la provincia encargados altruistamente de diferentes actividades en simbiosis con unos organizadores foráneos. Y sobre todo, aquellos cosplayers que con su presencia amenizaban el lugar.
Sin embargo los puntos negativos no son pocos, como ya se habrá podido dar cuenta uno: la homogeneidad de productos en las tiendas, con la nula o escasa presencia de cómic o literatura, el número menguante de artistas en el Callejón, con énfasis en la falta de exposiciones (aparte del despropósito que era usar piezas del año anterior mal colocadas). La cartelería e información pésima y mal elaborada con la que contaba el evento y sobre todo, en comparación con el primer año, la falta de confrencias y autores, algo que si bien no es común en eventos de este tipo al sur de España, sabe mal si en la primera edición lograron marcarse un gran acierto con el que malacostumbrarnos.
Esperemos que la Supercon crezca, así como su público, y que sepa seguir un camino que lo diferencie del resto de eventos de la provincia y cercanos, la mayoría anquilosados en un formato similar desgastado con el que no logran arriesgarse. Los cimientos están construidos, esperemos que el edificio no se derrumbe a la mitad.