Una compañía del ejército boliviano se interna en el inmenso territorio semidesértico del Gran Chaco, objeto de disputa con Paraguay y escenario del conflicto. Comandados por un veterano general alemán de la I Guerra Mundial y formado casi exclusivamente por nativos quechuas y aimaras, esperan encontrarse pronto con el enemigo, pero los días pasan, el agua y la comida escasean cada día más y el territorio y el clima se convierten en los verdaderos contrincantes. La marcha se convierte entonces en una huida hacia ningún lugar en la que la desesperación se va adueñando de ellos irremisiblemente.
En palabras de su director, Diego Mondaca, esta película nace de la necesidad de descubrir el pasado tras la muerte de su abuelo, que participó en este conflicto; saber más sobre esa guerra tan poco conocida.
Chaco es una película que deja intuir mucho del trasfondo tras el conflicto: los soldados son jóvenes indígenas en ambos bandos, pobres, desarrapados y privados de su identidad ancestral, que matan y mueren por un inmenso secarral de dudoso valor y que tiran para adelante, soportando el hambre, la sed y el cansancio a base de mascar hojas de coca. Chaco se erige, por tanto, en un alegato antibelicista, mostrando la faceta más absurda de la guerra, despojándola totalmente de cualquier elemento mínimamente épico o romántico. Y lo hace además, con unas innegable capacidad de atrapar al espectador, gracias a un gran habilidad narrativa y a la búsqueda de la identificación con los personajes.
Chaco ha sido uno de los principales descubrimientos de este FICX. Tiene capacidad para llegar a un gran público, ya que, siendo dura, no llega a ser desagradable; y es ese tipo de películas necesarias para cubrir las deudas históricas contraídas con los que participaron en guerras olvidadas por razones siempre absurdas.