En No esperes demasiado del fin del mundo, Angela es una ayudante de producción de una compañía audiovisual de Bucarest que trabaja en la elaboración de un documental sobre prevención de riesgos laborales. Su trabajo consiste en entrevistar y grabar a personas que han sufrido accidentes en su trabajo, lo que le lleva a pasarse horas y horas conduciendo por una ciudad con un tráfico caótico y desquiciante. Esto, unido a las pocas horas descanso, hacen que Angela esté al borde del colapso. Para aliviar la tensión, graba y sube a una red social unos vídeos con un filtro que le dan el aspecto de un individuo unicejo y con barba en los que da rienda suelta a su rabia soltando todo tipo de improperios en reflexiones demagógicas de barra de bar. Su historia se alterna con el pasado de una de las entrevistadas, en la que se cuenta la historia de la relación con su marido usando una estética propia de los años 70.
No esperes demasiado del fin del mundo es una película peculiar y arriesgada y definitivamente, no es apta para todos los públicos. Su principal problema es, sin duda, su duración: 163 minutos para contar una historia que quizá podría haber ocupado mucho menos metraje. Aunque tiene buen rirtmo, se resiente de una trama demasiado exigua. Se puede adivinar la intención del director, Radu Jude, de transmitir el tedio y el hastío de la protagonista en sus interminables travesías por la ciudad. Sin duda lo consigue.
No pretendo desalentar sobre el visionado de esta película presentada en el FICX: es disfrutable y parte sin duda de ideas interesantes, aunque el resultado puede no ser del gusto de todo el mundo. Cuenta con un cameo de Uwe Boll (uno de los puntos fuertes de la película) y es una oportunidad para asomarnos a ciertos aspectos de la cotidianidad en Rumanía. No es un plato para todos los gustos, pero quienes entren el juego sin duda la disfrutarán.