Una búsqueda de un lugar en el mundo por parte de una mujer con una enfermedad mental que es incomprendida. Un filme arriesgado y nada convencional.
Las enfermedades mentales han sido mostradas a menudo en la pantalla con desigual fortuna. Sin duda, las que quizá mejor se han acercado mejor a reflejar los trastornos han sido quizá “Repulsión” de Roman Polanski y “Alguien voló sobre el nido del cuco”, de Milos Forman.La primera puede ser quizá la principal referencia de la directora en este caso, aunque La experiencia escénica de Decker, especialmente en el terreno de la performance, juega un papel findamental a la hora de encarar esta película.
Así, Decker realiza un interesante acercamiento al complejo tema de las enfermedades mentales, y lo hace a través de la historia de Madeline, una chica de 16 años que se siente agobiada por una relación con una madre que no termina de dejarle un espacio propio. Su vía de escape es un grupo de teatro en el que a golpe de performance se libera y se olvida de su deprimente realidad, con la ayuda de una profesora en la que encuentra la madre que realmente querría tener. Sin embargo, la esquizofrenia hace acto de presencia y realidad y ficción se fusionarán hasta hacerse indistinguibles.
Madeline’s Madeline es un película tremendamente arriesgada y valiente por contar lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Desde el segundo cero huye de todo atisbo de ñoñería y sensiblería, de buscar la empatía facilona con los protagonistas, de la exposición clara y diáfana de aquello que es imposible exponer clara y diáfanamente. Y lo hace a través de una estructura narrativa tramposamente clásica envuelta en un montaje a veces demencial, a veces suave como la seda, a veces trepidante y en general, aparentemente caótico. En medio de este maremagum, se mueven unos personajes llenos de aristas y pequeñas miserias con los que la identificación es prácticamente imposible, quizá porque todo se ve desde el punto de vista de Madeline, que gusta además de generar la incomodidad en aquellos que la rodean, llevándolos a veces hasta límites insoportables. Todo esto genera en el espectador una tensión efervescente, que la propia trama encauza hasta el supuesto clímax final.
Madeline’s Madeline es una película que es necesario ver para entender lo que le pasa a las personas con un trastorno mental. Películas así son imprescindibles, aunque son del tipo que no todo el mundo puede asimilar.