Magistral resumen de un día en la vida de una madre cuyas relaciones y mundo se derrumban a su alrededor envueltas en cotidianeidad.
Zsófia Szilági es una directora húngara nacida en 1978 en Budapest. Su primera película es “One Day”, aunque como bien nos informó la productora del filme en el coloquio posterior al visionado, tiene una amplia experiencia como primer ayudante en otras películas del país europeo. Sin embargo, Szilági se presentó al programa Incubator para directores debutantes que desde hace 3 años concede Hungría y que está dotado con 200.000 euros para la creación de su primera película. Lo ganó y One Day es el resultado de ese proyecto.
El filme nos relata un día en la vida de Anna, una profesora de italiano con tres hijos pequeños a quien la vida empieza a agobiar. En los primeros compases aparece Gabi, una ex amiga que confiesa haberse sentido atraída por el marido de Anna y con la que parece hacer las paces. El tema de la posible infidelidad de su marido es uno de los detonantes que vemos a lo largo del metraje que nos indican la caída de Anna. Sin embargo la película va contando con pequeñas secuencias un día cotidiano, desde que levanta a los niños y los lleva a guardería, colegio, chello, ballet y esgrima; los cuidados al pequeño, que está enfermo y que puede tener piojos, la injerencia de la abuela paterna en los planes de Anna; la precariedad laboral con los horarios en el trabajo, el posible desahucio al que se enfrentan si no convencen al banco que han pagado el seguro o las dificultades económicas que les impiden cargar el depósito del coche o arreglar un grifo.
A lo largo de 99 minutos de metraje asistimos a un casi documental de la vida de una mujer infinitamente ocupada, con muchísimas preocupaciones y muy poca ayuda tanto exterior como interior, familiar, que se dedica casi en exclusividad a su casa y a sus hijos mientras que su marido llega tarde, sin muchas explicaciones (sólo que ha quedado con Gabi) y que más que aportar, añade más tormentos a Anna.
Explicaba la productora, Edina Kenesei, que la idea original de la película se la dio a Zsófia una amiga que le describió su vida con sus hijos y que esa descripción se basaba en franjas de actividad de 10 minutos a lo largo de todo el día. Ese tiempo está muy patente en todo el metraje puesto que la “lentitud” de la vida doméstica se hace eterna en los ojos del espectador, no me malinterpreten, esto le da credibilidad y sumerge al público en una atmósfera agobiante, produciendo un cuasi miedo de que cada vez que aparezca el reloj digital en pantalla sólo hayan pasado 10 minutos para la pobre Anna, a la que aún resta mucho día para poder intentar descansar. Y es así, gracias sobre todo a un magistral uso del sonido que empieza en la película con unos cinco minutos de griterío intenso de niños peleándose mientras Anna intenta hablar con Gabi en la puerta de casa, algo totalmente creíble para cualquiera que haya coincidido con dos niños a la hora del baño. Y ese uso del sonido estridente, atmosférico y magistral, se extiende a lo largo de todo el metraje con una cadencia de reloj, tic, tac, que hace pasar el tiempo lentamente aunque la acción que se suceda en pantalla sea ágil.
Contaba también Kenesei que tan sólo la protagonista, Anna, interpretada por Zsófia Szamosi es una actriz profesional, siendo Léo Füredi (Szabolcs), Ambros Barcza (Simon), Zorka Varga-Blaskó (Sári), Márk Gárdos (Márkó) y Annamária Láng (Gabi) actores y actrices aficionados o debutantes. En el caso de los niños el casting es perfecto y Kenesei comentaba que habían necesitado dos meses en un apartamento de unos conocidos para poder conseguir un vínculo familiar que se contempla perfectamente a lo largo de la película y que hace que la historia tenga verosimilitud. El trabajo de Szamozi, que es quien lleva toda la carga narrativa y un porcentaje altísimo de cuota de pantalla, es simplemente, impecable.
Esperemos que “One Day” se convierta en algo más que una película de festival, algo que es muy honroso y meritorio, más después de haber ganado el Premio FIPESCI de la Semana de la Crítica de Cannes, pero realmente creo que películas como esta que muestran una realidad social, unos hechos que mucha gente desconoce y que pertenecen a la vida cotidiana de nuestros vecinos, nuestros amigos o nuestros familiares, puedan llegar a más público. Está muy bien salvar al mundo de invasiones alienígenas con los calzoncillos por fuera, sin duda y a mí me encanta, pero también es necesario hacer llegar al gran público este cine social que parece haber quedado condenado al ostracismo y que debería dar lugar a más programas Incubator a lo largo y ancho tanto del continente europeo como del mundo.