Una película lenta que se recrea en un fluir de la vida con templanza y tranquilidad.

Dominga Sotomayor es una directora de cine chilena de 33 años de edad, sin embargo, su juventud (quizá alarmante en nuestro país) no es un impedimento para que ya haya sido premiada en varios festivales, el último en Locarno este mismo año, alzándose con el premio a la mejor dirección por “Tarde para morir joven”, que se presentó el 22 de noviembre en el FICX dentro de la competición de la sección oficial. En 2014 ganó el premio al mejor cortometraje en el Festival de Róterdam y su primer largometraje, “De jueves a domingo” ganó el galardón a mejor película en ese mismo festival, en el Festival Intenacional de Cine de Valdivia y en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires.

La película es una rara avis en el cine convencional. Nos habla de una historia coral aunque con un poco de liderazgo encarnado en Sofía (interpretada por el actor Demian Hernández), a través de la cual fluye lentamente la trama. Comienza la película conociendo a los habitantes de una comunidad ecológica chilena a finales de 1989, unos días antes de Nochevieja. El principio de la película nos muestra la huida de Frida, la perra de una de las niñas protagonistas, que se convertirá también en un leit motiv de la cinta. A través del metraje, de dos horas de duración, nos adentramos en las inquietudes sencillas de una comunidad, de la preparación de los festejos de Nochevieja y Año Nuevo, de la primera relación de Sofía y la construcción, poco a poco, de un mundo alternativo muy cerca de Santiago de Chile.

Se trata de una película lenta, pensada para disfrutar de su fotografía e interpretaciones que, sin embargo, esconde muchas cosas detrás. Quien vaya buscando algo de acción o una trama compleja, esta no es su película, conste decir aquí que en el encuentro con la directora una señora pidió el micrófono para decirle que se había dormido y que había sido lo más aburrido que había visto en muchos años. Sin embargo, aunque es normal que la película no guste a todo el mundo, la historia está contada con mucho cariño, puesto que Dominga Sotomayor vivió desde los 4 años en una comunidad hippie con sus padres y lo que vemos en pantalla representa una autobiografía puesta de manifiesto con el ritmo lento de quien no tiene prisa, de una época que dice su directora que no volverá porque fue la época antes de la comunicación total.

La interpretación de Demian Hernández es perfecta y todos los elementos que lo acompañan ayudan a que la película sea redonda, como ese sentimiento de huida adolescente reforzado por ser la única que escucha canciones en inglés mientras que el resto de la comuna se ancla a un pasado de canción protesta, ideológica, en un retrato colectivo en el que Sofía no tiene o cree que no tiene cabida. Los niños fueron escogidos tras unas convivencias de fin de semana en la comuna, que aún existe, y su actuación, como hemos venido viendo con todas las infantiles en el FICX este año, es correcta y sin estridencias, siendo Magdalena Tótoro la más destacada.

La fotografía del film está pensada para asemejarse a una película en VHS, en palabras de su directora, puesto que la idea para rodarla vino de unas cintas que encontró de su infancia en la comunidad. Muy conseguida tanto por iluminación como por fotografía, reforzando ese sentimiento de huida de lo urbano, de lentitud de la vida que sin embargo se enfrenta a los peligros naturales que pueden acabar con todo lo que se ha construido en un mero momento.

No se trata de una película cerrada ni de un documental, simplemente es una exploración de los sentimientos humanos, de una lucha contra la naturaleza y de un fluir de la vida distinto en un mundo que hoy nos parece lejano pero del que sólo han pasado 20 años. La consecución de la libertad de Chile después de la negrísima era Pinochet queda patente en la película y sus secuencias de principio y fin, de las que no voy a decir nada aquí (véanlas y juzguen por ustedes mismos), son sobrecogedoras. Una película para reflexionar y dejarse llevar.

Natalia Calvo Torel
Escribo, transcribo y traduzco cuando no estoy aspirando pelos de mis gatos, aunque de verdad soy arqueóloga medievalista. Trabajo en la organización de la Semana Negra de Gijón y os cuento mis historias en Fantasymundo desde 2005. A veces logro que la pila de libros pendientes baje un poco, aunque necesitaré una casa nueva en breve. ¡Aúpa ahí!

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