La idea de un superhéroe perseguido por las fuerzas policiales no es nada nueva, teniendo en cuenta de que son seres con poderes más allá de la lógica que actúan más allá de las leyes. Batman, Green Arrow, Spiderman o los X-Men pueden ser los ejemplos más recurrentes de esta áspera relación con la policía. Sin embargo, Flash no se ha prodigado demasiado en este sentido, siendo Allen forense policial.
Precisamente esa doble identidad supondrá una ayuda esencial en el número 48 USA para el Velocista escarlata: Barry Allen ha sido destinado a trabajar con los Villanos bajo la tutela del capitán Frye, el mismo que cuidó de él mientras su padre estaba encarcelado injustamente. No lo tendrá nada fácil, ya que el departamento, a pesar de los recientes sucesos y destrozos de la ciudad, no ha escatimado gasto alguno en tan mediática persecución y se ha agenciado unos drones avanzados que detectan la presencia de la Fuerza de la velocidad en cualquier calle de Central City.
Pero Flash no se va a amedrentar por ello, sobre todo espoleado por su instinto del deber. Consciente del riesgo de ser atrapado, no duda en ayudar a los ciudadanos en peligro, incluso cuando es atraído a una trampa por un misterioso antagonista: una fábrica con una fuga considerable de gas muy inflamable, tanto que la propia estática de la supervelocidad puede hacerlo prender. Flash será visto aún más como un peligro que hay que parar.
Ya en el número 49 USA asistimos a la reunión, algo traicionera, de uno de los Villanos con el misterioso antagonista. Trickster llega a un acuerdo con el desconocido, que le entrega un brazo especial para atrapar al velocista, además de revelarle que es él quién controla los drones contratados por la policía.
Como ya se ha comentado, estos drones siguen copando el cielo escaneando cualquier rastro de la Fuerza de la velocidad. Lo que nos pilla por sorpresa es pensar que Barry Allen no es el único dotado de ese poder. Wally West es el otro agraciado, por lo que los Villanos atacaran con todo su poder el colegio del sobrino de Iris sin saber que se han equivocado de metahumano. De todas formas, Flash aparecerá para resolver el entuerto, pero, gracias a su brazo especial, Trickster logrará atrapar al alter ego de Allen, que quedará arrestado por la policía.
Nos adentramos en el número 50 USA con Flash a punto de ser encarcelado en Iron Heights, junto con todos los criminales que ayudó a atrapar, lo cual hace de esta prisión algo no mucho mejor que Arkham Asylum para Batman. De todas formas, el padre de Allen ha intercedido en la situación y ha pedido a dos de sus excompañeros que ayuden a Flash a escaparse de prisión: Chatarra y Sobrecarga. Por desgracia, se extralimitan haciendo el favor y propician un caótico motín en una cárcel sin electricidad que haga funcionar las medidas de seguridad. Flash intentará contener esta nueva amenaza, pero los Villanos, cuya única misión es apresarlo, se lo impiden y se enfrentan a él junto con los drones de vigilancia. Allen se pregunta quién está detrás de todo esto. ¿Quién? es un acertijo fácil.
La historia se interrumpe con la pequeña intromisión de Wally West, el chaval más rápido del mundo en ¿qué haría Flash? Este mini-cómic se centra en Wally y su descubrimiento sobre los poderes que le afectan, incidiendo en la vida de colegio, el bullying y la responsabilidad. un guión bien traído, sencillo y típico, pero no por ello se deja de disfrutar. El único elemento deus ex machina que puede dejar perplejo es la aparición del Wally West de una línea temporal paralela, aunque los propios autores hacen bromas sobre las paradojas espacio-temporales. “Más vale que no empieces por los viajes por el tiempo, tío”. Parece que ellos mismos se ríen a toro pasado sobre los anteriores arcos argumentales de Flash.
Sea como fuere, el Acertijo hace y deshace en Central City a su antojo, aunque parece que no quiere sobrepasar la línea del asesinato de inocentes, algo que se antoja efectivo, aunque cruel. Como aún puede seguir chantajeando a Flash, lanza un ultimátum: o se entrega y se descubre en quince minutos o mata a todos.
Las cosas no podrían ir peor a Flash en el número 52 USA. Pero recordemos aquello que nos han ido dejando caer los guionistas: no es el único con la Fuerza de la velocidad. Por tanto, Wally West intercederá y pronto los Villanos, el Flautista y el propio Flash lucharan por librar Central City del dominio del Acertijo.
El guión de Robert Venditti y Van Jensen, sin ser de radiante originalidad está bien llevado. El tema del superhéroe perseguido no es nada nuevo, incluso posicionando a sus enemigos del lado de la ley. Es oportuno, eso sí, usar a los Villanos (aunque la fatal traducción haga tambalear la idea) ya que son un grupo fuera de la ley, pero con una moral propia y que no actúan por el puro hecho de hacer el mal. Los diferentes giros de guión se trazan con corrección, sin plantear salidas absurdas y deus ex machina.
De todas formas, parece que no se han querido arriesgar, y, si lo han hecho, son conscientes de que Rebirth está a la vuelta de la esquina y pueden recular cuanto quieran.
En este tomo se suceden diferentes dibujantes. Jesús Merino destaca sobre el resto con un dibujo de escuela clásica, muy bien definido, con unos personajes y expresiones muy bien construidas, y una narración y unos planos totalmente acertados para cada momento. Quizás lastra un poco esa necesidad actual de añadir un fondo a todas las viñetas, seguramente funcionarían igual o mejor sin esa distracción, como a veces intenta dejar caer el propio Merino en alguna de ellas, en las que usa líneas cinéticas o tinta espolvoreada.
Eso sí, cuando aúna sus pinceles con Paul Pelletier el resultado chirría un poco, parece ser que el estilo del segundo es un tanto más caricaturesco y eso se nota en cada página.
Philipe Briones es un tanto irregular, logrando unas buenas viñetas en ciertos momentos (West en el colegio, la conversación de Allen con su padre) pero quedándose atrás cuando las cabezas de todos los personajes y sus expresiones parecen las mismas, aparte de las típicas traiciones que la anatomía hace con incluso dibujantes más avezados.
Joe Eisma se encarga del cómic corto de Wally West. Con un estilo un tanto naif, incluso en los colores de Chris Sotomayor, el resultado es interesante porque ejerce de contrapunto con el resto de la serie y ofrece un buen trabajo, aunque parezca debatirse en cuál es el grado de realismo que quiere aplicar a su estilo.
Sin embargo, Eisma se une a Gus Vázquez en el penúltimo capítulo, quizá los más irregulares del tomo en cuanto a dibujo se refiere. El estilo no está nada claro, los personajes no terminan de parecerse a sí mismos de una página a otra.
El peor ejemplo de ello es el mismo Acertijo, que en cada ocasión tiene las patillas diferentes, o no las tiene (y eso que en la versión de Merino va afeitado, aunque luego en el último capítulo tiene que recular y parecerse más a la versión con patillas que ofrecen estos dos. Quizá sea culpa del patrón de personajes y la continuidad con otras series, que siempre juega una mala pasada…), o tiene el puño americano en una mano diferente… Lo que más se salva de esta pareja es la aparición del Flautista en moto, con un buen diseño y una dinámica muy buena (dibujar gente moviéndose en moto tiene su enjundia).
A destacar de forma excepcional las magníficas portadas de Ivan Reis, que se antojan con cierto regusto a Bolland (sin aventurarme sobre los referentes de Reis), siendo elegantes, concisas y con todos los ingredientes para ser icónicas.
¿Logrará Flash detener al Acertijo? ¿Conseguirá que dejen de verlo como una amenaza? Para eso tendréis que leer por vosotros mismos este último cómic antes de dar paso a Rebirth.