La primera de las aventuras recogidas en este tomo es “Parada de Emergencia” con dibujo a cargo de Paul Ryan, que será de los mejores lápices que encontraremos en este tomo, y es que el pobre Wally no tuvo suerte en cuanto a dibujantes hasta casi la era Johns. “Parada de Emergencia” es un homenaje a Mark Waid y John Broome, una estrafalaria y paradójica aventura en la que Flash deberá resolver el misterio de su propio asesinato a manos de ¡El Traje! Un villano terciario como mucho, un traje de combate impregnado con las pautas cerebrales de su dueño muerto en la silla eléctrica y que es capaz de poseer a quien se lo ponga. Todo ello ya da para una historia de posesiones imposible realmente delirante, pero es que si añadimos a la ecuación a “Marcatendencias”, un villano que viaja atrás en el tiempo para lucrarse vendiendo diseños de moda antes de que se inventen, los escocés consiguen un traje furioso que puede viajar en el tiempo.
Ryan caracteriza bien a los personajes durante las tres partes de esta historia y logra el efecto deseado por los guionistas, lograr que un traje vacío tenga un aspecto de lo más aterrador. A estos autores les gusta llevar todo un paso más allá, así que nada mejor que intentar explorar cómo sería la vida del hombre más rápido del mundo si tuviera que estar postrado en una silla de ruedas, todo un análisis de la impaciencia y la frustración que además tiene como consecuencia un hecho clave en la mitología de Flash, usar la Fuerza de la Velocidad para generar un uniforme, parece que los escoceses se sienten nostálgicos y por ello Wally vuelve a vestir de amarillo y con look que recuerda a su segundo uniforme como Kid Flash.
A continuación viene una historia autoconclusiva, en la que Flash se las ve con uno de sus villanos clásicos, el Amo de los Espejos. Los escoceses no dudan en hacer hablar a la gente al revés, elaborar una ingeniosa trampa con un prisma gigante, de nuevo hacer que parezca que Wally sea un premio de astrofísica y dejarnos un divertido momento, en el que Wally al atravesar el prisma se descompone en los siete colores del espectro y casualmente cada uno de ellos representa una emoción distinta, un concepto que haría de oro al señor Johns años más tarde. Ingeniosos diálogos y una vuelta de tuerca a una ingenua aventura con toque de la Edad de Oro pero el irónico y ácido humor de Morrison y Millar.
La siguiente historia es de las mejores de todo el tomo, en “Naturalezas muertas y vidas veloces”, el máximo protagonista es Jay Garrick, y con él vamos a tener un canto a la nostalgia, uno de sus villanos, “El Pensador”, ahora un acción postrado por un tumor cerebral del tamaño de una manzana. El optimismo de Jay le lleva a pensar que la misma muerte puede vencerse, y en un viaje a la nostalgia nos vamos a encontrar con la visita de muchos de sus compañeros de la JSA, como el Centinela Alan Scott, Starman, Wildcat e incluso el Espectro. Pero sin duda la reflexión final de “El Pensador” que es la que los autores quieren que tengamos sobre los límites a la acción y lo que pueden y no pueden hacer los héroes es sencillamente redonda.
Proseguimos con el Green Arrow de Chuch Dixon y Will Rosado. Un número mucho más oscuro y agónico, dominado por un trazo sucio y por la situación de cautividad y frustración de nuestros héroes. Las escenas de acción quedan deslucidas por este tono tan oscuro, aunque le da un necesario dramatismo al hundimiento del barco y la desesperación de los pasajeros.
Pero la genialidad viene en el capítulo de Flash obra de Morrison y Millar con John Nyberg al dibujo y es que en vez de continuar con la gran batalla entre los héroes, los villanos y Polaris, lo que vemos es un juicio en el que a base de los testimonios de los héroes y villanos iremos sabiendo lo que pasó. Baste decir que parece un episodio del mejor drama procesal, con giros y tensas defensas donde por un momento casi parece que los malos se van a librar y donde Connor logra dar en el clavo con la respuesta. Atentos a la broma comparativa que hace Flash con Polaris y el Amo del Magnetismo de la Maravillosa Competencia.
La cosa es que el contendiente de Flash no es otro que Krakkl, un amigo imaginario de Wally hecho de estática de radio y que no es más que un sosias de Sonic, el popular erizo de SEGA que popularizo los juegos de plataformas durante los noventa y que no lo negemos responde a uno de esos momentos fan, de ¿será Flash más rápido que Sonic? Un cierre colosal, donde veremos a Wally forzándose en atravesar agujeros negros, pistas hechas de rayos cósmicos, viajar atrás en el tiempo y mientras tener que dar todo de sí a su ingenio, que de nuevo vuelve a ser la nota discordante de la trama, pues el plan con el que Wally no sólo logra salvar a la Tierra si no también el mundo de Krakkl es digno de las mejores mentes de su mundo, campo en el que Wally no es que hubiera destacado precisamente. Esta historia tiene de todo, humor, surrealismo, drama, ternura e imaginación a raudales, demostrando que las historias de este par de autores podrán ser mejores o peores pero sin duda son única y diferentes. Y donde imitando a Goku, al final Flash descubrirá que es capaz de unir a toda la tierra en una carrera que ganará la humanidad misma a través de las piernas de Wally.
Si el primer capítulo es un thriller casi detectivesco para averigurar qué está pasando y donde nos deja con una importante decisión vital para Wally y Linda y hasta supone la redención del “Hechicero del Clima”. Ante el mutismo con el que nos deja el final de ese número, tenemos otro maravilloso número en el que Wally imagina cómo sería su vida hasta el final una vez se casará con Linda, un precioso número donde al final Millar mete uno de sus momentos “hachazo” con el que nos cortará la respiración. Por fin el tercer número vuelve a hacer que Wally sea uno de los mayores genios teóricos de este Universo y logra postular una última carrera en la que sí, se libra hasta de la muerte, porque el Flash de Morrison y Millar es capaz de llegar a donde no ha llegado ningún otro Flash, hasta un tiempo donde la muerte no existe ni como concepto.
En conclusión un gran tomo para conocer los inicios de estos dos genios del cómic, un gran homenaje a todo lo que representa Flash y su mitología y una gran y aplaudida apuesta por mi parte hacia ECC, pues en un tiempo en el que Wally no tiene más cabida que como Kid Flash tanto en series como en cómics, recuperar al que fue el Flash de toda una generación con este tomo y los dedicados a la etapa de Mark Waid no es si no una gran y valiente carrera.
Gracias ECC por apostar por Wally y los noventa. Si quieres conocer todo sobre el personaje que ha traído el Renacimiento a DC y ver los inicios del genio que trajo el Multiverso este sin duda es un cómic imprescindible para ti.