Los guionistas de ‘Freud’, estrenada en Netflix este 23 de marzo, deberían volver a repasar la teoría respecto a la construcción de personajes y a la definición de un arco para cada uno de ellos. Pues, aquí, para la mayor parte tanto de los protagonistas como de los secundarios, reina un desconcierto, una precipitación, una imprecisión y una incoherencia que causa pavor. Sobre esta base endeble, claro, tanto la trama principal, pésimamente definida también, como las tramas secundarias sobre las que se asientan -en su mayor parte, igualmente mal llevadas-; hacen naufragar a una serie por ratos excesiva e hiperbólica, por ratos ridícula y sonrojante, por ratos insufrible y exasperante. Y siempre mostrándose como una copia vulgar de la serie a la que descaradamente imita, ‘Penny Dreadful’, con escenas prácticamente calcadas y personajes evidentemente inspirados (Fleur Salomé es la mala copia austrohúngara de Vanessa Ives).
Para más inri, los creativos y directores tomaron una serie de catastróficas decisiones cuyo resultado hunde en el fango, más si cabe, a un producto que, quizás, jamás debió ver la luz.
La primera de las decisiones catastróficas es coger a personajes históricos de tantísimo peso como Sigmund Freud y el emperador Francisco José I de Austria-Hungría (ambos hombres de rudo y firme carácter), y convertirlos en fantoches o peleles. Además de deturpar un contexto sociohistórico muy preciso y reconocible para su audiencia objetivo, y retorcerlo hasta hacer de él un sinsentido de realidad mal mezclada con ficción. Sí, es cierto, los creadores hicieron hincapié en que esta no iba a ser una serie rigurosa. Pero, si lo vas a deturpar tanto, si vas a hacer que sea prácticamente irreconocible, si vas a convertir un perfil tantas veces biografiado como el de Sigmund Freud en otra persona totalmente distinta… ¿en serio compensa seguir adelante con esta decisión?
Otra decisión catastrófica es mezclar líneas argumentales ya de por sí difíciles de conjugar, y cargarlas además sobre los hombros de personajes pésimamente definidos. En esta serie se conjugan cuatro argumentos, de enorme peso específico, soportados por los hombros de personajes casi todos ellos endebles, inconsistentes y con una evolución incoherente en su desarrollo. Vamos a ver…
Estamos en Viena, capital del Imperio Austrohúngaro, durante el año 1886. Un joven Sigmund Freud (interpretado por Georg Friedrich) comienza a intentar sacar la cabeza en su profesión y, para ello, elige vincular su destino clínico a una nueva técnica de terapia psiquiátrica: la hipnosis. Entre sus colegas y maestros, no obstante, cualquier intento parece caer en saco roto, llegando incluso a provocar chistes y comentarios jocosos a sus espaldas. Hasta que una bella y misteriosa joven, Fleur Salomé (Ella Rumpf), aparece en su vida. El problema está en su entorno pues ella, húngara de origen, pertenece a la misteriosa familia noble de los von Szápáry. Sofía (Anja Kling) y Viktor (Philipp Hochmair) von Szápáry son dos misteriosos e intrigantes personajes con oscuros fines y un objetivo claro; conectar con la familia real austríaca y acercarse lo más posible a Francisco José I (Johannes Krisch), para lo que van a intentar utilizar a su débil y supersticioso hijo Rodolfo (Stefan Konarske).
Por otro lado, con escasísima conexión inicial con la trama principal, y que se va entrelazando de forma brusca y muy confusa, algo se revuelve en Viena cuando la joven Steffi Horvath aparece salvajemente agredida y, finalmente, muere asesinada. La investigación de este crimen recae en el rudo agente Alfred Kiss (Georg Friedrich), un exoficial militar con fuertes traumas y una acentuadísima sed de justicia. Tanto es así que, cuando las sospechas recaen en un viejo enemigo suyo, Georg von Lichtenberg (Lukas Miko), no duda en echársele encima con todo le peso de la ley. Sin tener en cuenta que Georg es hijo del poderosísimo general, hombre de confianza de Francisco José I, Franz von Lichtenberg (Heinz Trixner); y que su poder podría ponerlo en un serio peligro de muerte.
Así que tenemos dos tramas paralelas. De la primera trama provienen tres subtramas o hilos argumentales. Sigmund Freud soporta la subtrama “psicológica”: donde se hace un retrato del panorama científico de finales del s. XIX, la lucha entre las distintas teorías relacionadas con la mente y cómo, a partir de este debate, Freud va definiendo intuitivamente sus posiciones. Fleur Salomé soporta la subtrama “sobrenatural”: ella es médium, viven con los von Szápáry, y sus supuestas capacidades, puestas al servicio de esta intrigante familia, despertará el interés de un Freud también interesado en sus secretos. Y, por lo último, los von Szápáry soportan la subtrama “política”: una intriga que nos pretende mostrar la fractura interna entre los dos principales polos del imperio, Austria y Hungría. Por otro lado, Alfred Kiss soporta la subtrama “criminal”: al asesinato de Steffi Horvath es solo el primero de una serie de muertes que se van a suceder, y que llevarán a Kiss a que pueda demostrar su carácter más rudo.
Estas cuatro subtramas convergen en una trama principal: la de intentar mostrar, y ahí sí se fue escrupuloso con el contexto (ya ves la “coherencia”), la Viena de finales del s. XIX: la forma en que se vivía y las tradiciones que convivían en una sociedad plural pero también fuertemente tensionada. Los húngaros, como los von Szápáry, o los judíos, como era la familia Freud, están en evidente tensión con los germanos -en un síntoma claro de la descomposición interna del imperio-. También se realiza un interesante, aunque leve, retrato de las sociedades de clases, donde la pobreza no tiene posibilidad de ascenso y la nobleza está claramente engastada en la corte de Francisco José I.
La lástima es que todo este material se presenta de una forma totalmente incoherente, a veces incomprensible y siempre fatalmente desarrollado. Las escenas son terriblemente exageradas, los escenarios se perciben artificiales, las actuaciones se van de madre las más de las veces -llevando a los personajes a límites emocionales incomprensibles a la vista de los acontecimientos-, la dirección de los capítulos apuesta por estilos tan diferentes entre sí para cada uno que nunca acaba de quedar claro qué serie es y que serie quiere ser, etc.
Las demás tres subtramas tienen distintos importantes problemas, alguno de ellos crítico. La subtrama “psicológica” está totalmente vacía de contenido, al no tener rigor en el perfil del personaje, el pretendido estudio sobre cómo Freud llegó a la teoría que llegó (falsa, por cierto), no tiene base, ni aporta conocimiento útil alguno. La subtrama “sobrenatural” se cae desde el principio. Fleur Salomé se parece demasiado a su original, Vanessa Ives (‘Penny Dreadful’), como para nos la tomemos en serio; y la cosa va a peor cuando vemos escenas prácticamente iguales a las del original al que imita descaradamente. Y la subtrama “política” se sostiene sobre unos von Szápáry que son ridículos, sobreactuados y risibles en muchos momentos -cuando te ríes de un personaje, supuestamente, seriamente desquiciado, mala cosa-. Y así todo.
Conclusión
‘Freud’ es una terrible decepción. Pretendiendo ser una serie original, y pudiendo llegar a serlo (que es lo peor), se limita a pegarse a Penny Dreadful como un chicle y, a partir de ahí, una vez aprovechados los paralelismos para generar sentido, intentar ir marcando distancias. Los dos primeros capítulos son en este sentido, directamente, una imitación cutre del original. A partir de aquí, se despliega una serie de recursos propios tan poco coherentes con el argumento y, especialmente, tan desquiciadamente diversos y contradictorios, que acaban deviniendo en una serie caótica, confusa. Si a esto le añadimos subtramas vacías de contenido o pésimamente organizadas, personajes huecos o tan limitados como sus estereotipos les dejan ser, unas actuaciones muchas veces fuera de madre y una escenografía artificiosa, llegamos a la conclusión sencilla de que ‘Freud’ es una serie con la que, si yo fuera tú, no perdería el tiempo.
Hay mucho de cierto en esta crítica, pero también mucho de Fanboy de penny dreadfull. No es lo suficientemente objetiva pues se ve su favoritismo por la mencionada serie.
Mucha palabrería del crítico muy por debajo del nivel estético de la serie, que encuentro bien construida con una buenísima ambientación y gran lujo de interpretación.
Tiene un pequeño desliz: No había cigarrillos emboquillados en esa época.