Entre las novedades manga de mayo de Norma Editorial llegaba el cuarto tomo de Fruits Basket. El popular y premiado shojo de Natsuki Takaya regresaba el año pasado a librerías en una preciosa edición coleccionista que recopila los 23 tomos de la obra original en 12, y que se presenta en un formato mayor, con textos revisados, portadas rediseñadas y láminas a color. Una excusa perfecta para releer (o encontrarse por primera vez), con esta preciosa historia que en Fantasymundo hemos tenido el placer de reseñar desde el primer tomo.
En este cuarto volumen, que se corresponde con el séptimo y octavo de la publicación original, el verano está a punto de llegar para nuestros protagonistas. Tôru ya está completamente adaptada a la convivencia con los Sôma quienes, uno a uno, van cayendo irremediablemente ante su dulzura y la luz que desprende.
Y esta vez será el turno de dos de ellos: Hiro y Ritsu.
Siempre digo que todos los personajes de Fruits Basket son carismáticos y adorables. Bueno, pues hay una enorme excepción y se llama Hiro Sôma. Un niño que aparece ante Tôru para hacerle la vida imposible y al que solo la pequeña Kisa puede controlar. Es cierto que su irritante carácter y su enorme prepotencia son los escudos tras los que oculta sus inseguridades, pero desde sus primeras líneas de diálogo ya te dan ganas de pisarle la cabeza.
La cosa mejora un par de capítulos después con la llegada del tímido Ritsu Sôma, cuya amabilidad contrasta con su extravagante necesidad de pedir disculpas (es el hijo de la gerente del balneario que seguro recordarás de anteriores tomos), y con cuya historia soltaremos las primeras lagrimillas del volumen cuatro.
Los pañuelos también harán falta para adentrarnos en el pasado de pandillera de Uotani, que nos contará cómo, gracias a Tôru y su madre, logró salir de ese mundo oscuro.
Takaya ahonda también en los porqué del club de fans de Yuki a través de los sentimientos de su presidenta, Motoko, quien debe enfrentarse al hecho de que su graduación la separará de su querido príncipe.
Y tampoco Tôru, dispuesta a hacer lo que pueda para ayudar a sus amigos y acompañarles en el difícil camino que les queda por recorrer.
Así, nos encontramos ante un tomo que marca el final de muchas cosas, pero también el principio de otras, como el futuro de la familia Sôma que, junto a Tôru, ya no parece tan tenebroso.
Fruits Basket 4 mantiene un equilibrio perfecto entre el drama y el humor, en una historia capaz de hacer reír a carcajadas y de conmover hasta el mismo tuétano, de invitar a reflexionar sobre las vicisitudes de la vida, y de enseñar cómo afrontarlas con optimismo y fe.
Un manga precioso con personajes auténticos, llenos de inquietudes y matices, y de alguna que otra manía estrafalaria que solo consigue que los quieras más (excepto a Hiro; cómo odio a ese niño repelente).
Poco más puedo decir sobre una obra que podría considerarse ya un clásico del manga, que derrocha calidad y, no me cansaré de repetirlo, emotividad. Que es equilibrada y está creada de tal forma que, sin abandonar en ningún momento su esencia ni su sensibilidad, abarca cada vez una trama mayor y más oscura que va desvelándose poco a poco según crece su elenco de personajes.
Sigue siendo un auténtico placer leer Fruits Basket; un manga que, a pesar de sus años, logra conmover con la misma fuerza.