No sin evidencia.
Últimamente se habla mucho sobre la homeopatía, un tema que se ha convertido en habitual, especialmente después de el Ministerio de Sanidad decidiera abrir la veda a los productos homeopáticos, preparando una normativa para regularlos, con el fin de comercializarlos (1). Además, también está aquella participación en la televisión pública, en la que una presunta médica (y digo presunta, porque no he visto su título) recomienda a una telespectadora rechazar los medicamentos contra el asma, en favor de productos homeopáticos (2).
¿Pero entonces, ya se están comercializando?
Sí, se comercializan, pero bajo una disposición transitoria de 1994, a la que se acogieron más de 19.000 productos. (3) Según esta disposición, mientras que los medicamentos de síntesis química (los que los homeópatas llaman “alopáticos”) necesitan una evidencia empírica que garantice la seguridad y la efectividad del mismo, en forma de ensayos clínicos, con los productos homeopáticos había manga ancha, permitiendo que se comercializaran y se prescribieran sin necesidad de demostrar eficacia.
Pues a partir de ahora, y citando textualmente, «se establece que podrían continuar en el mercado aquellos medicamentos que presentasen la documentación de solicitud de autorización y registro correspondiente, dentro de los seis meses siguientes a su entrada en vigor». (4) Es decir, que basta con que se realice un procedimiento puramente burocrático para que estos productos sean vendidos legalmente como medicamentos. O lo que es lo mismo, que, como dijo la directora de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, Belén Crespo: «no todos los fármacos homeopáticos tienen que demostrar su eficacia» (5). Es decir, que no necesitamos SABER que van a funcionar, pero aún así, seguirán vendiéndose como medicamentos.
¿Pero son o no son medicamentos? Podemos definir el medicamento como «sustancia que, administrada interior o exteriormente a un organismo animal, sirve para prevenir, curar o aliviar la enfermedad y corregir o reparar las secuelas de esta» (6). De base, y por definición, un medicamento debe funcionar, bien sea para prevenir, curar o aliviar. Y para demostrar si un medicamento funciona, sólo conocemos una forma: el ensayo clínico.
Una experiencia personal sobre un producto no es un caso válido. En primer lugar, porque no se pueden controlar el cien por cien de las variables que pueden afectar al desarrollo de la enfermedad. Por otro lado, si estás tomando más fármacos, no puedes saber cuál de todos es el que está haciendo efecto. Si la enfermedad es de esas que remiten por si solas, como el catarro o la gripe, no puedes tampoco saber si te has curado por el producto en cuestión, o porque has superado la enfermedad de forma normal. Y finalmente, uno mismo no es capaz de conocer la diferencia entre el efecto farmacológico y un placebo.
Es por ese motivo que existen los ensayos clínicos. Son estudios científicos rigurosos que se centran en analizar, en grupos de personas, la efectividad de los fármacos, comparándolos así con placebos. Además esos estudios se hacen mediante el procedimiento del doble ciego, es decir, que ni los pacientes ni tampoco los investigadores saben quién está recibiendo el medicamento y quién el placebo, evitando de ese modo, que se realicen juicios previos a la obtención de los datos, y por tanto, evitando también una posible manipulación de dichos datos.
Además, el protocolo experimental de los ensayos clínicos es siempre replicable, es decir, que permite que se hagan los mismos experimentos en otros lugares; permite que se puedan repetir, para que otros organismos independientes puedan confirmar o desmentir el resultado. A este proceso de comprobación se le denomina revisión por pares.
Sabiendo todo esto, vamos ahora a analizar la homeopatía en si misma.
En primer lugar, es importante saber cómo se fabrica la homeopatía. Tal y como describió Samuel Hahnemann, más o menos mientras un tal Amadeo Avogadro nacía en Turín, allá por los finales del siglo XVIII, la homeopatía sigue dos principios: Similia similibus curantur (lo similar cura lo similar) y el principio de la dilución infinitesimal. Es decir, que cuanto más diluída esté la sustancia, más efectivo será. También decía que era importante agitar (él decía que habría de hacerse diez veces, con la mano derecha, y sobre una Biblia encuadernada en cuero, aunque supongo que eso ya es un poco prescindible, y con agitar vale.
Según estos principios, si yo tomara café muy diluido, me curaría el insomnio. Y cuanto más diluido sea ese café, más fuerte será el remedio.
¿Y cómo de diluido es eso? Muy diluido, Hemos de tener en cuenta que, según la química más básica, cualquier dilución que en homeopatía se denominaría 12CH —que es una dilución seriada en la que se ha diluido el principio activo doce veces seguidas en 1:100, lo que termina siendo una dilución de 1:1.000.000.000.000.000.000.000.000—, resulta que al final, no tiene ni una sola molécula del principio que hemos diluido. Esto es por el número de Avogadro, que nos marca la cantidad de moléculas que hay en una determinada cantidad de sustancia. Curiosamente, la homeopatía utiliza el 12CH de forma muy habitual, pero no solo eso, sino que en ocasiones va más allá, a un 15CH, un 30CH… incluso 200 y 300CH. El mínimo para que, legalmente, sea homeopático según la normativa, es que contenga menos de una parte por 10.000 de tintura madre, es decir, un 2CH. (7)
Como curiosidad, y para que el lector se haga una ligera idea diluir café en un 15CH es como echar un mililitro de café en un volumen de agua igual a mil veces el tamaño del planeta Tierra. Diluirlo en un 30CH es equivalente a echar un vaso en un volumen de agua del tamaño de la Vía Láctea, un 40CH es diluir un vaso en un volumen de agua igual al volumen de todo el universo conocido… y dejo al lector que se haga una idea de lo que supone una dilución 300CH y luego, el remedio homeopático se prepara cogiendo una gota de ese agua con la sustancia hiperdiluida, y se vierte en una bolita de azúcar. Luego se deja que el agua se evapore.
Eso, cuando lleva principios activos. Porque en ocasiones, lo que se diluye es canto de delfín —desde 3CH hasta 10.000CH—, Rayos X a 200CH, o incluso luz de Saturno a 3CH (8). En las notas podréis comprarlos…
Es más. Con un simple cálculo que puede realizarse en una servilleta de bar, vemos que para obtener una sola molécula de principio activo de, por ejemplo, Digitalis 12CH, se necesitan cuarenta millones de pastillitas de 300mg. O lo que es lo mismo, hay una molécula por cada 12 toneladas de producto.
Vale. Entonces es obvio que todo lo que queda en ese producto es azúcar.
Pero… ¿Y si alguna de las múltiples hipótesis ad-hoc que los homeópatas lanzan para defender su postura fuera real? La más hablada de todas es que, según ellos, el agua tiene memoria, y recuerda lo que ha contenido.
Independientemente de meternos a estudiar si eso es o no posible —aunque se ha demostrado de sobra que no es coherente, que es físicamente imposible que la molécula del agua recuerde una configuración durante más de unos pocos femtosegundos… y hay tantos femtosegundos en un segundo, como segundos hay en treinta millones de años, y que aunque eso fuera posible, esa memoria debe pasar del agua al azúcar, y además nuestras células, nuestros organismos no tienen la capacidad de discernir lo que el producto haya memorizado, para poder, como ellos aseguran, responder—, podríamos estudiar si de verdad la homeopatía funciona o no. Es decir, quién sabe, tal vez haya algún mecanismo que no conozcamos, y que permita a este extraño método funcionar.
Pero no lo hay.
La realidad es bien diferente. Todos los ensayos clínicos que se han hecho siguiendo el método científico, con doble ciego y con revisiones por pares, han demostrado que el efecto curativo de la homeopatía no tiene ninguna diferencia significativa del efecto curativo de un simple placebo. Y los pocos ensayos clínicos que han salido a favor —patrocinados todos ellos por Boiron, principal fabricante de productos homeopáticos— han presentado graves deficiencias en la metodología, errores en la realización, han omitido el doble ciego, o bien directamente aportan datos falsos. Ni uno solo ha conseguido superar una réplica independiente ni una revisión por pares.
De modo que, ante la pregunta de si realmente son medicamentos, la respuesta es que no. Si recordamos la definición… teníamos… «sustancia…» la misma que puedes comprar en un supermercado a menos de un euro el kilo. «…que, (…) sirve para prevenir, curar o aliviar la enfermedad y corregir o reparar las secuelas de esta»… En este caso, ya hemos visto que no.
No pueden considerarse medicamentos, científicamente hablando, en tanto en cuanto no han demostrado su eficacia en un ensayo clínico a doble ciego y con revisión por pares.
Lo cual no quita para que, legalmente, los llamen medicamentos. Y es que ese es el problema cuando basas leyes que atañen a la ciencia en creencias y supercherías en vez de en artículos científicos de verdad. Y es desde ahí, desde esa conclusión, que un grupo de científicos han decidido lanzar la campaña «No sin evidencia» (9) Y del mismo modo, ha saltado dicha campaña a Twitter, con el hashtag #NoSinEvidencia (10).
Es importante no confundir la homeopatía con la fitoterapia. La fitoterapia utiliza productos naturales procedentes de las plantas en concentraciones farmacológicas como tratamiento contra las enfermedades. La fitoterapia utiliza la droga vegetal directamente, de modo que desde una infusión de manzanilla hasta la aplicación de aloe vera para una quemadura, o el consumo de hierba de San Juan para el tratamiento de la depresión, son usos fitoterapéuticos, no homeopáticos. La homeopatía usa esos mismos compuestos, pero diluidos de forma seriada. La fitoterapia dio origen a los medicamentos de síntesis que hoy conocemos. Sin ir más lejos, el ácido acetil salicílico se obtuvo por primera vez por acetilación de la salicilina, extraída de las cortezas de los sauces hace más de 3.000 años, y aún hoy en día se siguen descubriendo propiedades de la Aspirina. De modo que homeopatía y fitoterapia NO son lo mismo.(11)
La gente tiene derecho a creer en lo que quiera. Pero también tiene derecho a tener una información veraz, realista y científicamente demostrada. La salud es algo con lo que no se debería jugar. Y, en mi opinión personal, no hay nadie más repugnante que el que se lucra del dolor y la enfermedad ajenos. Considero que vender azúcar al precio de azafrán, con un efecto no superior a un simple placebo es inmoral, y no debería realizarse por parte de farmacias, ni ser apoyado por organismos públicos.
Yo no quiero decir, en ningún momento, lo que debéis pensar. Yo sólo os animo a que penséis por vosotros mismos, y descubráis, con ayuda del método científico, a quienes os están engañando y cómo. Yo sólo invito a reflexionar.
Ldo. Mg. Álvaro Bayón Medrano.
Fuentes citadas:
(1) El Pais: «Sanidad dará el permiso definitivo a miles de productos homeopáticos».
(2) Video del programa “Entre Todos” de TVE.
(3) La lista de la vergüenza: «El Ministerio de Sanidad y la homeopatía — (II)».
(4) Proyecto de Orden SSI/…/2013 sobre productos homeopáticos.
(5) El Mundo: «No todos los fármacos homeopáticos tienen que demostrar eficacia».
(6) Diccionario RAE: «medicamento» / El mundo: No todos los fármacos homeopáticos tienen que demostrar eficacia.
(7) Directiva 2001/83/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, Artículo 14.
(8) Sitios web para comprar:
Canto de delfín.
Rayos X 200CH.
Luz de Saturno 3CH.
(9) No sin evidencia.
(10) Hastag en Twitter #NoSinEvidencia.
(11) Fuente: Curiosa Biología.