Algo que te enseñan rápido los cómics de superhéroes y los libros con institutos mágicos secretos es que no tener poderes en un mundo así es una mierda. Gata Blanca va un pasito más allá. Resulta que en un mundo de magia potagia, tener poderes puede dar tanto asco como no tenerlos. Además, la sociedad es igual de repugnante así que… Estamos jodidos.
Gata Blanca es la novela de fantasía y thriller de Holly Black y publicada por Umbriel. Supone el primer título de la trilogía Los obradores de maleficios. El avance del libro está disponible online.
Hay un recuerdo que vuelve a Cassel una y otra vez, sin descanso y sin importar el paso del tiempo. El de la sonrisa de la chica de catorce años a la que asesinó. Débil por la culpa y el horror, tampoco puede huir de las cadenas de su familia en la que todos pueden obrar maleficios salvo él. Pero Cassel no es el único que guarda secretos en aquella casa llena de trastos, cuchillas oxidadas y fotos envejecidas por el tiempo. Y si quiere salir vivo, no le quedará otra que buscar la verdad que el mundo les esconde.
Gata blanca nos traslada a un lugar en el que todo el mundo sabe de la existencia de la magia y de los llamados obradores, pero nadie habla abiertamente de ello. No son un secreto, pero viven en la clandestinidad. Huyen del ojo que todo lo juzga y todo lo teme. Y teniendo en cuenta el poder de algunos maleficios, no es difícil comprender el origen de ese miedo. Otra cosa es la reacción social que hay ante el desconocimiento brumoso y fantasmagórico que rodea a los maleficios.
Si todos fueran obradores de la suerte quizás sería más fácil, pero esa no es la realidad. Existen de la memoria, del cuerpo, del sueño, de las emociones o de la muerte. Y no es tarea fácil evitar que alguien haga trampas y te obre sin que te des cuenta, tengas poderes o no. Cassel no es capaz de obrar nada, no tiene magia en las venas, pero el resto de su familia sí. Algo incómodo de por sí, como si fuera un perro en una camada de zorros, pero es aún peor cuando su familia lleva generaciones vinculada a una de las organizaciones mafiosas más importantes del país. Ahí como que escuece un poco más ser el único que no puede obrar.
La familia de Cassel está llena de secretos, prohibiciones y delitos. Algo que podría ignorar si no se sintiera contra las cuerdas. A Cassel no le quedará otra que tirar de los enredados y frágiles hilos del tapiz familiar si quiere descubrir la verdad y escapar de la muerte.
No diría que Gata Blanca me gustó, puede que fuera porque a todos los personajes quería pegarles con una silla en la cabeza, pero sí me enganchó. Fui incapaz de soltar el libro una vez lo empecé y prácticamente lo devoré. Iba pasando las páginas sin darme cuenta, intrigada por la historia, persiguiendo los pasos de Cassel a un ritmo frenético.
La trama pesadillezca y turbia nos lleva por un laberinto de conexiones, hallazgos y recuerdos. Ahonda mucho en el personaje de Cassel, que es el que se está partiendo el cráneo para entender lo que está ocurriendo, por lo que todo lo que sucede fuera de ese foco, que es casi una visión de túnel, es prácticamente ignorado. Hasta que, por un giro argumental que huele a veces huele a frenos, hay acontecimientos que se traen de vuelta de una forma muy conveniente. Como los timos de Cassel, no todos salen bien por muy bien que se tienda la trampa, a veces hay que cruzar los dedos y esperar que haya suerte.
Hay aspectos, muchos, que se mencionan de pasada y habría disfrutado de conocer en mayor profundidad. Como la historia de los obradores, por citar un ejemplo. La razón por la que Cassel está tan desesperado con sus timos se deja un poco a la libre interpretación y no de un modo que me convenciera del todo, pero bueno, cumple su función en todo el percal. Supongo que conseguiré más respuestas a mis preguntas en los dos siguientes volúmenes.
Gata Blanca es un buen comienzo para lo que promete ser una historia con demasiados esqueletos en el armario, villanos sin sangre en las venas y muchos, muchos, muchos timos por montar.