Hemos jugado a God of War: Ragnarök, el juego más esperado del año y uno de los favoritos para hacerse con el aclamadísimo Game of the Year. Os contamos todos los detalles a continuación.
Cuando allá por 2018 salió a la venta God of War, mucha gente criticó el giro que había dado la saga en comparación a los primeros juegos. La verdad es que razón no les faltaba. Kratos había desafiado al mismísimo Olimpo y a todo su panteón de dioses y había salido victorioso, por lo que traer una secuela no iba a ser tarea fácil. En un principio todos pensábamos que quizás se trataría de un reinicio de la franquicia, un reboot para reciclar a uno de los mejores personajes de la historia del videojuego. Finalmente las sospechas se confirmaron y Santa Monica nos trajo una secuela, esta vez en los países escandinavos y bajo la atenta mirada de Odín, el Padre de Todos. Kratos se vería entonces envuelto de nuevo en otra profecía, pero esta vez con los dioses nórdicos de por medio.
Santa Mónica ha conseguido ofrecerle al jugador un título que roza la perfección. Ha sabido continuar las aventuras del dios de la guerra sin pecar de continuista pese a que el juego es prácticamente igual. Pero no os confundáis, que sea igual en casi todos sus aspectos no es algo negativo, al contrario, a fin de cuentas si algo funciona, ¿por qué cambiarlo?
Una historia digna de los dioses
Los acontecimientos de God of War: Ragnarök ocurren poco después de la derrota de Baldur a manos de Kratos, anclando a la perfección la muerte del dios Aesir con la profecía que indicaba que, tras su muerte, vendría el Ragnarök. En este contexto, nos situamos en un marco similar al de la precuela: Kratos vive escondido con Atreus (en otro lugar obviamente) tratando de pasar desapercibido de la mirada de los dioses. Pero ya no es lo mismo. Freya no parará de intentar matarnos por lo que le hicimos a su hijo. A todo esto le sumamos la inesperada visita del Dios del Trueno y de Odín, que han venido a proponernos una tregua: que nos echemos a un lado y no nos inmiscuyamos en sus asuntos.
A cambio, Odín nos promete que no habrá represalias por haber matado a su hijo y a los de Thor. No sería un God of War si Kratos hubiera aceptado, por lo que tras su negativa y la consiguiente invitación a que abandonen su casa, Thor arremete contra el Fantasma de Esparta para empezar uno de los enfrentamientos más espectaculares de la saga.
No queremos revelaros mucho más de la historia, preferimos que la disfrutéis ustedes de primera mano, así que solo añadiremos que nuestra travesía comenzará con la búsqueda de Tyr, antiguo dios vikingo de la guerra. Kratos, aunque reacio al principio, accede por la insistencia de Atreus, que cree que el viejo Aesir podría ser un gran aliado, pero Kratos lo último que quiere es exponer a su hijo, por lo que le prohíbe campar a sus anchas y tomar decisiones por su cuenta. La relación entra ambos se volverá a desquebrajar por la falta de confianza. Debido a las diferencias entre padre e hijo, veremos momentos de máxima tensión entre ambos. Una historia que os sorprenderá a todos con giros inesperados y con alguna que otra decisión complicada. Toda una maravilla narrativa.
Un viaje a través de Yggdrasil
Como ocurría anteriormente, podremos movernos en mayor o menor medida por los nueve mundos de la mitología nordica: Helheim, Niflheim, Svartalfheim, Muspelheim, Jötunheim, Midgard, Alfheim, Vanaheim y Asgard.
En algunos que ya habíamos visitado como Muspelheim o Niflheim, tendremos nuevas pruebas y desafíos. En otros como Alfheim tomaremos rutas distintas a la anterior entrega, dándonos a conocer nuevas ubicaciones y lugares asombrosos. Por otro lado, como era de esperar, visitaremos los mundos restantes a los que no habíamos ido, como Asgard o Svartalfheim, siendo este último una auténtica maravilla con lugares espectaculares. De Asgard no queremos hablaros mucho para no fastidiaros la historia, solo deciros que tiene una atmósfera y unos escenarios que te dejarán con la boca abierta.
Como los ojos de Odín y el Fimbulwinter hacen casi inhabitable Midgard, Kratos y Atreus, invitados por Sindri y Brok, se mudan a la casa de los enanos. Esta se encuentra en el Reino entre Reinos, un espacio mágico ubicado entre las ramas del árbol de la vida. Será allí donde obtengamos las herramientas necesarias para realizar los viajes entre mundos. Con una mecánica similar a la de la primera entrega, tendremos ante nosotros una puerta (en el mismo Yggdrasil) que nos llevará a donde queramos viajar. Habrá que farmear semillas del mismo árbol que harán la función de «combustible» para viajar entre mundos.
Una cosa que dificultaba a muchos jugadores en la entrega anterior, era su mapa y la acción de moverse por este a la hora de buscar algún coleccionable. En ocasiones llegaba a ser un auténtico desafío encontrar un cuervo de Odín o algunos cofres y tesoros. En God of War: Ragnarök, tenemos una brújula bastante más útil y un mapa mucho más sencillo y fácil de leer.
Nuevas habilidades y mecánicas para sobrevivir al Ragnarök
God of War: Ragnarök ha sabido coger lo mejor de su precuela y mejorarla (que ya era complicado). Al maravilloso estilo de juego que ya tenía, se suman ahora infinidad de detalles y mecánicas nuevas que ponen a este título en lo más alto del panorama del videojuego.
Ahora, a diferencia de la anterior entrega, podremos cambiarnos de escudo y escoger el que más se adapte a nuestro estilo de juego o simplemente el que más nos guste. Cada uno tendrá sus propias habilidades. Es decir, podremos comprar/fabricar un escudo pequeño que nos sirva para hacer parry o uno pesado que soporte más golpes y que haga retroceder a nuestros enemigos. La implementación de esta novedad está desarrollada de manera magistral, ya que en nuestro primer enfrentamiento con Thor, este nos destrozará nuestro antiguo escudo y serán Sindri y Brok quienes se ofrezcan para fabricarnos otros nuevos.
Las armaduras siguen el mismo patrón que en God of War (2018). Un equipo que podremos personalizar, dividido en tres piezas que nos otorgarán distintas habilidades.
Más que armas, tesoros…
En relación a las Espadas del Caos (que esta vez las tendremos desde el inicio) y al hacha Leviatán, vemos que se ha implementado la posibilidad de pulsar reiteradamente el botón triángulo para imbuir nuestras armas y hacer daño elemental. Tendremos el mismo árbol de habilidades por cada sistema de combate, con nuevas técnicas y movimientos. Además, seguiremos pudiendo cambiar el pomo de nuestras armas e incrustarle diferentes runas para mejorar el equipo.
Otra novedad la tenemos en la Ira Espartana, a la que podremos cambiarle su efecto según lo que más nos convenga en cada combate.
God of War: Ragnarök ha vuelto a poner en valor las espadas con las que Kratos derrocó al Olimpo. Detalle que agradecemos ya que en la entrega anterior no pudimos disfrutarlas hasta bien avanzada la historia. Los chavales de Santa Monica han dotado a las duales de mecánicas indispensables para poder avanzar en nuestra aventura. Tendremos que usarlas para mover pilares, prender enredaderas que nos cortan el camino, para trepar y saltar a lugares lejanos…
Más novedades que nos han encantado
Aunque en lo que a gameplay se refiere apenas hay cambios, sí que hay implementaciones novedosas. Ahora Kratos podrá realizar eliminaciones aéreas, y tendrá la posibilidad de interactuar con objetos del entorno para atacar a nuestros enemigos. Como os hemos contado, ahora podremos hacer parry a nuestros enemigos, pero ojo… ellos también nos lo harán a nosotros. Los combates han aumentado su dificultad y muchos de ellos nos supondrán un verdadero reto. También los puzles, a diferencia de la precuela, serán todo un desafío.
Otro cambio visible lo vemos en la actitud de Atreus. Ahora el jotun puede utilizar su ira (L3 + R3) para convertirse en lobo. Ha crecido, ya no le vemos encaramado a la espalda de su padre cuando trepamos un muro. Tampoco lo veremos traduciendo runas en los monolitos (ahora lo hace Mimir). La importancia de Atreus es tan grande en la trama de God of War: Ragnarök, que hasta tendremos que manejarlo en muchas partes de la historia. Tendrá hasta su propia mesa de trabajo cuando viajemos a Jötunheim.
Una joya visual sin parangón
De lo primero que queremos dejar constancia es del trabajazo que han realizado los desarrolladores en esta apartado. Han sido capaces de dotar a God of War: Ragnarök de un realismo nunca antes visto, con cambios de secuencias milimétricas entre cinemática y gameplay que ni se notan. Una auténtica obra de arte.
Los movimientos de cámara también ayudan a la experiencia. Nos hemos fijado en que si nos quedamos parados durante el juego, la cámara seguirá moviéndose, dándole aún más realismo al gameplay.
Donde más hemos alucinado con los gráficos, ha sido en los personajes. Cuentan con todo lujo de detalles: arrugas, movimientos musculares según qué acciones realicemos, el movimiento también de Kratos al respirar cuando estamos quietos…
La profundidad de los escenarios también ha mejorado bastante. Veremos con frecuencia paisajes llenos de vida con unas faunas en segundo plano trabajadas con mimo y dedicación. El pelaje de enemigos caídos que se mueve con el viento, las pisadas en la nieve que nunca se borran, las ondas en el agua… Todo está en constante movimiento, todo está vivo…
En definitiva, God of War: Ragnarök cuenta posiblemente con las mejores físicas vistas hasta la fecha en un videojuego. Parpadeos, muecas… todo trabajado de forma espectacular.
¿Os recomendamos God of War: Ragnarök?
Sin dudas. Estamos posiblemente ante el GOTY de 2023. Nosotros desde Fantasymundo os recomendamos encarecidamente que juguéis a esta obra de arte y ahondéis aún más en una de las mejores sagas de videojuegos de siempre. God of War: Ragnarök te llevará directo al mismísimo Valhalla, así que coge el hacha y tu cuerno de hidromiel ¡y comienza a disfrutar, vikingo!
