El germen del asunto, una historia autoconclusiva presentada en House of Secrets (la antología con el nombre de la casa de Abel, cuyo hermano Caín esta modelado de forma nada casual a semejanza de Len Wein), no es más que la típica historia de terror, semejante a la de los tiempos de EC en los cincuenta, antes del Comics Code (precisamente House of Mystery y House of Secrets tomaban el testigo de aquella) o de la editorial Warren, donde había trabajado Wrightson.
Eso sí, aunque algo trillada, es una historia que sabe ubicar perfectamente los elementos inquietantes del relato gótico: la ciencia como algo peligroso, las mansiones antiguas, el pantano como lugar ignoto, el amor y la culpa… con el sutil y valorable añadido de que el verdadero monstruo no es el recubierto de moho y plantas, idea a lo Mary W. Shelley que ha sobrevivido siempre y con acierto a todas las versiones de nuestro verde amigo. No es de extrañar que una historia cocinada con los mejores ingredientes por dos buenos autores y ataviada con ese pequeño giro de guión tuviera un éxito considerable y fuese citada por los fans como una de sus favoritas.
Sin embargo, la verdadera singularidad de este título vendría más tarde, cuando por fin Len Wein y Bernie Wrightson se decidieron a convertir La cosa del pantano en una serie regular. Reacios a continuar la historia de época original, situaron a un nuevo monstruo verde en un entorno contemporáneo, eliminando el misticismo gótico por una realidad más “científica”.
Obviamente, más cercana a la inverosímil ciencia de los cómics de superhéroes que a la auténtica, claro está. Ahora, sería el Doctor Alec Holland el que protagonice la cabecera, un biólogo acompañado de su mujer Linda, también doctora (no es un simple jarrón, al menos) que investigan para el gobierno de forma secreta en un laboratorio situado en los pantanos de Louisiana, y protegidos por el agente Matt Cable. El móvil de la tragedia y la metamorfosis del antihéroe no es el trágico amor romántico sino el robo de los secretos científicos por parte de unos matones, lo cual nos aleja aún más del relato gótico y nos sumerge en una historia con tintes más actuales. Aún así la culpa y los complejos sentimientos de sobrevivir convertido en un monstruo sin voz habiendo perdido su humanidad y a su mujer permacen con todo su potencial en Alec Holland.
Sin embargo, los inicios son titubeantes, como he apuntado antes. Tras un gran número inicial donde se establecen todas las bases de esta génesis, los autores parece que se pierden o temen seguir por el ignoto camino que les ofrece el planteamiento y los pantanos de Louisiana, y, con cierto conservadurismo y miramientos hacia su público potencial, introducen en los siguientes números versiones propias de las clásicas historias de terror más singulares, como si fuera el catálogo de películas de la Hammer, muy en boga en esos años.
La Cosa del pantano se traslada de su húmedo ambiente a una Europa inexistente en esas fechas, con alquímicos laboratorios donde un sosias del Dr Frankestein crea horrores artificiales innombrables, castillos habitados por nobles chupasangres, paráramos escoceses con licántropos sueltos a lo Baskerville, juicios a brujas por turbas de campesinos que parecen salidos de siglos atrás… todos bien tratados, con vueltas de tuerca e incluso con cierta gracia proveniente del hecho de que sea nuestro protagonista, un monstruo verde y cenagoso y no un apuesto o inteligente héroe, quien se enfrente a estos monstruos clásicos.
Parece ser que los mismos autores se dan cuenta de lo que han estado construyendo y el paseo por la falsa Europa se convierte en un regreso al pantano, a casa, volviendo además con todos esos elementos ganados a la trama.
La inquietud sobre la identidad humana, la creación artificial y la ciencia como peligro se continúan explorando en siguientes números, como el curioso caso de Bürgess, un pueblo que ha vuelto misteriosamente a la vida gracias a su alcalde, el relojero Klochmann, que actúa como una especie de Geppetto a escala urbana. No tiene mucho que envidiarle a Westworld.
La cosa del pantano, incluso Batman duda de qué lado puede estar y cuál es su propósito. Y digo Batman porque es precisamente la visita de Holland a Gotham lo que desencadena todo. Si hay una ciudad oscura donde los monstruos más horribles campan a sus anchas ante una policía desbordada y un sombrío superhéroe debe ser ésta. Que un monstruoso ser de musgo no sea una de esas esquizofrénicas amenazas en un lugar donde el Joker, Killer Croc, Hiedra Venenosa y otros hacen de las suyas es algo bastante difícil de admitir.
El volumen continúa con otras dos historias de corte terrorífico, una sobre un visitante extraterrestre (otra vez el mito sobre lo humano, y sobre el rechazo a lo diferente) cuyo éxito radica en que vemos por primera vez a La cosa regenerar su propio brazo y luego su cuerpo, dándonos a entender la desconocida capacidad de sus poderes y su inhumanidad física; y otra sobre un ser innombrable oculto en una mina, que empieza siendo un relato un tanto insulso sobre un pueblo anacrónico pero que termina con tintes lovecraftianos que además sacan la debilidad de Wrightson por el autor de Providence y por dibujar criaturas indescriptibles.
Pero la despedida se produce en el décimo número, y lo que comienza como un relato sobre el vudú, el esclavismo y los propios pantanos (por fin, de nuevo, el potencial de este lugar con sus propios mitos y penumbras vuelve a ser utilizado. Los fans de El corazón del ángel o de True Detective sabrán de qué hablo) se transforma en la reafirmación de lo que es La cosa del pantano a través del enfrentamiento con su némesis, el propio Anton Arcane que, como un paralelismo de Holland, vuelve a la vida representando lo que es: la putrefacción y el horror carroñero de un ser compuesto por cadáveres remendados.
Len Wein, experto ya entonces en historias de terror y de superhéroes, va creando aquí una idea única que poco a poco va puliendo y deshaciéndose de capas de estereotipos y lugares comunes. Elimina las historias trillas de terror o los conflictos germinales del superhéroe usándolos y enfrentándolos a su propia creación, La cosa del pantano, a quien convierte en una figura poliédrica que se vuelve humana o monstruosa según cómo se refleje en cada situación, mientras va recopilando elementos y personajes con los que crear un acervo propio y dejar de ir usando uno heredado.
No se trata de una historia radicalmente innovadora y visceral, sino una que va emergiendo poco a poco como el jaramago, primero deudora de sus raíces pero luego desprendiéndose de ellas poco a poco. Eso sí, Wein siempre nos lanza interrogantes sobre la humanidad de Holland o la de los otros seres, sobre la bondad o maldad del ser humano, sobre las emociones. No todo es blanco o negro, no siempre los peores enemigos tienen un aspecto deforme.
El testigo que recoge de EC o la Warren, cuyas historias se prodigan en estas zonas grises, es un acierto, asi como incluir esas conjeturas en un universo superheroico donde los héroes tienen aspecto de héroe (con pocas excepciones) y los villanos tienen complexiones nada canónicas. Mediar entre el relato de terror y el de superhéroe también conforma una narrativa de cómic book un tanto inusual y diferente, donde el monstruo es representado tal y como lo sería un héroe, y en la página siguiente aparece de forma esquiva e inquietante como una terrorífica amenaza.
Y para eso tenemos al gran Bernie Wrightson, cuyo trazo es irrepetible y totalmente expresivo. Se crece, totalmente, desde el relato cerrado inicial hasta la última de las páginas, cada vez más desatado, para nuestro disfrute, cada vez imbuido aún más en un expresionismo del que nacen verdaderas maravillas en las que es palpable que se lo ha pasado como un niño dibujando lo que más le gusta: monstruos inenarrables, pantanos llenos de vegetación, seres llenos de pelambre, descomposición y verdín… Todo ello con su dibujo característico lleno de miles de trazos y manchas. Él también se va decapando de todos aquellos tics de lugares comunes, de rostros típicos, para ir soltándose en una estética propia y que siempre acompañará a la Cosa del pantano en todas sus vidas a manos de grandes dibujantes herederos como Stephen Bissette, Rick Veitch, Enrique Breccia, Richard Corben, Jesús Saiz…
Qué más podemos decir ante el origen de uno de los personajes más complejos e interesantes de DC. Nos han dado un personaje espeluznante y pútrido, y han acertado completamente. Sólo queda darles la enhorabuena y las gracias a los padres de la criatura.