Lidiar con la mafia, con los federales, un amor más venenoso que el cianuro y una familia que, con suerte, se limita a ser un dolor en el culo. La vida de Cassel parecía estar a punto de despegar, pero el pobre chaval no sabía muy bien si iría directo a las estrellas o a la boca más hedionda del infierno. Holly Black se recrea en el humor retorcido de las buenas intenciones y las prácticas chapuceras con Guante Rojo, segundo título de la trilogía Los obradores de maleficios, publicado por Umbriel Ediciones.
Tras los acontecimientos de Gata blanca, Cassel pensaba que finalmente comprendía un poco el mundo sombrío y lleno de lagunas en el que vivía y que podría recuperar la normalidad que tanto quería. Después de librar a sus hermanos del castigo de Zacharov, ¿qué menos que eso? Pero Cassel ya debería saber que la vida nunca es como él querría que fuera. No tarda en verse en medio de la lucha entre la ley y el crimen, cada vez más urgente y violenta.
Guante Rojo sigue los métodos serpenteantes de Gata Blanca y, como si no fuera suficiente, todos son unos liantes de cuidado. Holly Black se maneja con gusto entre los reflejos engañosos, las pistas escondidas entre espinas y mierda, y la mala suerte de alguien que nació bajo una estrella fugaz.
El libro sigue los pasos de Cassel, así que es obvio que vamos a ver todo desde su perspectiva. Y ese punto está trabajado a conciencia. No obstante, eché en falta que en este segundo libro, aprovechando que eran personajes que ya conocíamos de la entrega anterior, se le diera un poco más de caña a la historia y personalidad de los demás. Lila sigue siendo casi un fantasma, apenas tenemos vistazos de su personalidad, momentos que captamos por el rabillo del ojo. Daneca y Sam tienen algo más de presencia, aunque no tanta como me habría gustado leer. Tener una mejor perspectiva de todos estos personajes daría más fondo a las acciones de todos y más peso a las decisiones de Cassel.
Después de todo, este no es un libro de pistolas y villanos con un parche en un ojo y un gusto hortera para vestir. Es una historia de intrigas, engaños y timos. ¿Y cómo vas a armar un buen plan si no conoces a todos los sujetos?
Los obradores de maleficios no es una saga en la que se busque el romance a no ser que quieras echar sal a la herida, menos después de los acontecimientos de Gata Blanca, pero el amor sigue siendo un elemento importante. Lo es porque es el que expone las facetas del corazón de Cassel, el que manifiesta su voluntad. Aquí no se está jugando la vida, no es la supervivencia lo que le empuja a tomar una decisión u otra. Es su propia moralidad. Cassel se ve a sí mismo con las entrañas fuera del cuerpo cada vez que Lila aparece en escena.
Ahora solo nos queda esperar por Corazón Negro para poder ver cómo termina esta historia tan plagada de grises y sombras, de lágrimas de sangre, puñaladas traperas y trampas con olor a flores y dinero.