Pero, a semejanza de la película “Desafío Total” (Paul Verhoeven, 1990), o, en menor medida, “Robocop” (Paul Verhoeven, 1987), algo queda en la mente artificial del amantísimo marido y padre de familia Carl Seltz, que sufre pesadillas que aluden a su antiguo pasado. Y buena parte del cómic está centrado en su conflicto entre lo que es, lo que era, y la existencia que quiere… y, cómo no, en su lucha por conseguirlo. Y hasta aquí podemos leer, pero no os confundáis, la lectura es compleja, y la trama también. Al igual que en el caso de “Desafío Total”, habrá momentos en los que dudemos de qué es lo mejor para nuestro sufrido protagonista (cuyo diseño, por cierto, bebe de “Terminator” (James Cameron, 1984)) y cuál es, realmente, su punto de partida.
Además, Darrow es un dibujante estadounidense atípico en el sentido de que resulta muy europeo: está claro que una de sus principales influencias es Moebius, y no sólo por el diseño de ciertos deformes y extremos personajes que todos sabréis reconocer, sino porque Darrow llegó a trabajar con el maestro francés de la ciencia-ficción en el cómic en una serie de ilustraciones llamadas “La Cité de Feu”. Darrow dibujó y Moebius entintó. Observaremos también claras influencias de las películas de acción de John Woo, y las típicas de Kung-fu.
La paleta de colores también nos evoca a la obra de Moebius e, incluso –por qué no decirlo- a la de Hergé. Si bien, obviamente, su dibujo no es de línea clara. Y vamos a por ello.
En esta obra veremos cómo el dibujante ha llenado todas las viñetas de detalles, como si quisiera jugar a “¿Dónde está Wally?”: múltiples referencias a la cultura popular y a la corporativa en multitud de logotipos, guiños e iconos, como Los Picapiedra, Astro Boy, Nancy, el cerdito Porky, Batman, Piolín, Homer Simpson, Duran-Duran, Hanna Barbera, Popeye, Tintín, Psicosis, Bambi, pegatinas de Los Ramones, coches cuyos nombres nos evocan a Sylvester Stallone, Clint Eastwood o Chuck Norris, señales de carretera que evocan a Goldie Hawn, vasos gigantes de Pepsi y latas de 7-Up en los coches, Snickers, Cheetos, una escena de pelea en el que dos personas se pelean, una de ellas con una camiseta de Godzilla, y el otro con una de King Kong. Una mezcla demencial que os brindará horas de entretenimiento a la hora de localizar todos estos guiños
Pero, ojo, que el dibujo es debidamente riguroso: Geoff Darrow ha prestado una atención muy escrupulosa a lo que son las líneas de tensión y los pliegues de la ropa. La tela doblada muestra los pliegues cuidadosamente representados y, en la sucesión de catástrofes de tipo mecánico y sus consiguientes explosiones, es tremendo ver el mimo que presta a la torsión y deformación del metal. Darrow parece encontrarse cómodo con eso, y se recrea en esas formas curvas insertadas en la perspectiva. Así que veremos muchos desastres mecánicos, y muchos coches.
Vamos a resumirlo en dos palabras: decadencia y detalle. Volumen y ornamentación. El cómic es un continuo contraste: grande contra pequeño, muchos frente a uno, rápido contra lento… esa continua aceleración y desaceleración en el curso de los acontecimientos crea un empuje interesante en cuanto a que supone una sucesión de pequeños suspenses en un argumento que está diseñado para ser rápido y ágil. Ello provoca, paradójicamente, una lectura rápida mientras que las características de la imagen exigirán, en ocasiones, detenernos para poder apreciar la magnitud del trabajo de los autores, así como sus guiños.
Habrá quien hable en contra de la violencia intrínseca a esta historia, pero no tiene una importancia mayor que la que tiene la violencia absurda de los dibujos animados de la Warner. En todo caso, tenéis que tener en cuenta que es un producto de 1992, y este planteamiento heredado de la obra anterior de Miller es lo que se llevaba.
Veremos también ciertos trucos: por ejemplo, para evitar una sobresaturación, en determinadas escenas violentas, la sangre es negra.
Con respecto a Miller, del que aún no he dicho nada realmente sustancioso, vemos algo atípico, algo distinto pero a la vez igual a sus obras anteriores: da la impresión de que se ha tenido que adaptar al trabajado estilo de Geof Darrow. Así y todo, no se desvía demasiado de los temas típicos dentro del mundo de la ciencia-ficción, pero lo que la hace diferente es un sombrío punto cómico, de humor negro. ¿Una muestra? Fijaos bien: pese a la extrema violencia y las extrañas situaciones sexuales que podréis ver, así como a lo extremo de las situaciones en las que nuestro protagonista se ve inmerso, no se dice una sola palabrota.
En fin, que el trabajo de Geoff Darrow con su atención al detalle y ese empleo del color es un brillante contrapunto a las negras historias salidas de la magistral pluma de Miller y, lejos de entrar en conflico, alcanza casi la perfección. Un gran trabajo que, en su día, hizo historia. Eso sí: para lectores mayores de edad.
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