En este artículo trataremos de abordar de la forma más exhaustiva posible las costumbres imperantes en la mesa de la Europa medieval. Normalmente las comidas están, digamos, fuera de la actividad recreacionista en los eventos, pero eso no implica que en un momento dado se decida incluir esta actividad de forma “period”, o como complemento de un acto determinado, así que tenemos que tener claro cuál era el uso en esos momentos tan específicos.
Todos tenemos la idea de la gente medieval agarrando los cachos de carne sin ninguna consideración con las manos, bebiendo ruidosamente entre horrísonas carcajadas y hozando en los platos, pero no pude evitar hacerme las siguientes preguntas: ¿Era realmente así la mesa Medieval? ¿Tenían tan poco sentido de la estética y de la conducta éstas mismas personas que eran capaces de dar tremendas muestras de fe y escrupulosidad en el honor?
La respuesta, afortunadamente, es un rotundo no y, de hecho, era muy importante la buena conducta. Gracias a fuentes como el Menanger de París, publicado en el siglo XIV, obtenemos un listado con todo tipo de consejos útiles que un marido de la nobleza le recomienda a su flamante esposa plebeya para mantener el decoro en la mesa.
Entre estos consejos se encuentran los de: Mantener la boca cerrada mientras se mastica y no hablar con la boca llena; limpiarse la boca antes de beber de la copa; no agarrar la ración más grande de la fuente; usar prolijamente la servilleta; y así varias recomendaciones que incluso lograrían asustar a cualquier persona contemporánea por lo rigurosas y meticulosas que éstas eran.
Como es lógico, sí es cierto asumir que las costumbres variaban considerablemente dependiendo de las diferentes cortes, así como también lo es el pensar que varios aspectos se mantenían invariados independientemente del lugar. Pero dividamos las aguas: Por un lado es verdad que se utilizaban las manos para comer. Lo que no es cierto es que ésto se hiciera por brutalidad.
El tenedor, a pesar de ser conocido desde el siglo XI, no ganaría popularidad hasta el siglo XVI (como mínimo), si bien éste es un dato llamativo y podría llevarnos a la siguiente reflexión: ¿Cómo no se les ocurrió utilizarlo desde un principio? La respuesta es muy simple: La utilización de algo nace con la necesidad de éste algo, y en la Edad Media la utilización de las manos era tan normal que, simplemente, no lo necesitaban. La comida era cortada por sirvientes o nobles menores en caso de reyes y príncipes, de tal manera que las porciones eran ideales para ser agarradas con la mano sin problema alguno.
Junto al plato se disponía de un tazón de agua donde los comensales podían lavar constantemente sus manos. En el caso de las clases más bajas el cuchillo era más que suficiente para cortar la comida, habida cuenta que la carne generalmente se embutía para evitar su descomposición.
En el caso de las reuniones también se seguían varios códigos de comportamiento. Por ejemplo: cuando se realizaba una cena con invitados, el cuchillo que utilizaba cada uno siempre era su propia daga, nunca se prestaba una por parte del huésped (no por una cuestión de avaricia sino de costumbre).
La distribución de las copas también era diferente a la empleada en la actualidad: se estilaba, por lo general, a poner una copa cada dos invitados, que debían compartirla -de ahí que fuera una regla de buena conducta limpiarse la boca antes de beber… Imagináos si no las partículas a medio masticar en suspensión dentro del vino… Agh…- pero no nos asustemos, ya que generalmente no se compartía con extraños, sino que se hacía entre esposos o familiares cercanos.
Por mucho tiempo, generalmente en España y Portugal, para los caldos y sopas se utilizó un pan llamado Mense, que oficiaba de plato para el caldo y luego de comida sólida una vez terminada la sopa. Justamente de éste pan nace la palabra mesa. Los modales también dirigían los pasos a seguir en el momento de utilizar los condimentos: para ésto el comensal debía mantener su dedo meñique limpio y seco para así poder utilizarlo a modo de cucharilla y transferir condimentos a su plato sin dejar residuos de comida o líquido en el tarro.
Como podemos ver finalmente no era tan extremo el comportamiento en la mesa del Medioevo, diferente sí, pero en lo más mínimo extraño. Quizás en algunas cortes los modales fueran menos elaborados que en otras, y sobre todo en tiempos caóticos de guerra o conflicto. Pero de eso ya no podemos culpar a la época.
Bibliografía utilizada:
-«Menanger de París». Anónimo. S.XIV.
-«Calila e Dimna» (circa 1250) y «Setenario»(circa 1260). Alfonso X el Sabio.
-«La vida cotidiana: Historia de la cultura medieval». Norman J.G. Pounds. Crítica. 1999.
-«La península en la Edad Media: 30 años después». Artículo titulado «Comer y beber en Castilla a fines de la Edad Media», de Mª Dolores Cabañas González. Colección «Aquilafuente». Universidad de Salamanca. 2006.
Aparte, recomiendo estos textos para completar el tema, los dos primeros son textos tremendamente ilustrativos sobre la vida medieval, y el tercero un recetario auténtico del siglo XIV:
-«Las gentes de la Edad Media». Robert Fossier. Taurus. 2007.
-«La cocina del Cid: historia de los yantares y los banquetes de los caballeros medievales». Miguel Ángel Almodóvar. Nowtilus. 2010.
-«Libro de Sant Soví». Un recetario medieval del siglo XIV que conseguí de regalo junto con la revista «Mundo Medieval». No os puedo facilitar una editorial. Lo encontraréis por ese nombre o por el de «Llibre de Sant Sovi».