Un grupo de jóvenes activistas se propone reventar un oleoducto, no solo como acto de sabotaje y medio de protesta, si no como parte de una estrategia que encarezca el petróleo y fuerce a la sociedad abandonar los combustibles fósiles en favor de las energías renovables. Veremos cómo llevan a cabo su plan mientras, mediante flashbacks, conoceremos la historia personal de cada uno y de cómo han llegado a ser parte de este comando de ecologistas radicales.
A través de esta premisa aparentemente simple, nos encontramos ante una película realmente interesante, que aborda el debate ecologista desde varios puntos de vista. La característica que les une es que la vida de cada uno se ha visto afectada en mayor o menor medida a causa de la industria energética y la contaminación derivada de los combustibles fósiles: desde el que ha perdido sus tierras a manos de una empresa hasta la que sufre un cáncer terminal a causa de la contaminación a la que ha sido expuesta, pasando por el nativo americano que ve como las tierras de su pueblo son arrasadas por la industria y la polución.
“How to blow up a pipeline” es una película que hay que ver por el debate que genera sobre una cuestión acuciante: la necesidad de abandonar el modelo energético actual
El resultado es una película rica en matices gracias a la confrontación de ideas y la concatenación de historias que derivan en la trama principal. Además, esta estructura fragmentada de la narración le da mucho dinamismo a la historia. Si la trama principal ya es de por sí subyugante, la intercalación de estas otras historias le da un ritmo casi vertiginoso, que ayuda mucho a intensificar el tono de thriller de la película. Si bien no es una estructura especialmente novedosa, sin duda agiliza tremendamente el ritmo.
“How to blow up a pipeline” es una película coral en varios aspectos: todos los miembros del reparto se implicaron en diversos aspectos de la creación y la producción: Ariela Barer, quien interpreta a Xochitl, es también productora y guionista, y afirmó que cuando empezaron a elaborar el casting, formado por actores a los que conocían o admiraban, el guion (inspirado en un ensayo con el mismo título) aún no estaba terminado, pues la intención era que cada uno de los intérpretes ayudara a construir su personaje, generándose además un debate entre el equipo que se trasladó a la pantalla.
Problemas de financiación
Aparte de eso, se encontraron con problemas de financiación, ya que ninguna compañía quería asumir el riesgo de producir una película potencialmente polémica. Al final consiguieron financiación tras presentar su proyecto a varios productores en Cannes, y una vez acabada, las productoras que previamente les habían rechazado se ofrecieron a distribuir la película cuando esta fue presentada en el festival de Toronto.
Por lo tanto, todo lleva a una conclusión: “How to blow up a pipeline” es una película que hay que ver. No será del gusto de todo el mundo, pero es el tipo de películas que generan un debate necesario sobre una cuestión acuciante: la necesidad de abandonar el modelo energético actual y la conveniencia o no de acciones radicales destinadas a concienciar a la población y a desestabilizar esta industria.