Dos tipos de ojos podían haber hecho una crítica de esta película: un tipo ha leído el libro de Paula Hawkins antes de entrar en la sala del cine, otro tipo ha ido al cine sin siquiera saber que existía un libro. Yo soy de los segundos. Para mí no existe otra narrativa que la que me cuenta la película, ni más lógica que aquella propuesta por la trama desarrollada desde la cámara. Olvídese el lector (o lectora) de juzgar cuan bien han trasladado el libro al cine, no puedo hacer tal comentario y, aunque pudiese, me negaría en redondo, por un solo pero suficiente motivo: sería hacer trampa, engañar a la lectora (o lector). Si tal hiciese no juzgaría una película, sino un booktrailer sobre el libro. El cine tiene vida propia. Y como tal ser vivo, autónomo e independiente, voy a tratarlo.
Por desgracia, tal criterio no ha sido el de producción en esta película.
De esta forma, el primer y fundamental problema de "La chica del tren" es que su director y productores, por desgracia, han decidido convertir el proyecto en un booktrailer. Desde su planteamiento hasta su resultado, pasando por su desarrollo, todo ha sido pensado para el público derivado del libro; sin ambición o intenciones de ir más allá. Por tanto, cualquier persona que vaya a ver esta película y antes haya leído la novela podrá disfrutarla con intensidad porque es, plano a plano, una traslación bastante fidedigna de la trama, ritmo y desarrollo del libreto original de Hawkins. Es decir, disfrutarán la película quienes, antes de pagar la entrada al cine, ya conocen quiénes son los personajes, la relación que los une, la forma y el ritmo en que esa relación se va a materializar, y cómo esas relaciones van a evolucionar hasta el final.
Si no es una de estas personas, ni se le ocurra entrar en la sala. Perderá el tiempo.
Si no se ha leído el libro acudirá a la película buscando una estructura lógica que le permita deducir, al paso de los acontecimientos, el principal misterio planteado por la película: ¿quién asesinó a Megan y qué papel relaciona a la chica del tren, a Rachel, con este hecho? Por sentido común, buscará los detalles, las pistas, las pequeñas migajas de pan que le puedan llevar a ese gratificante “¡Eureka!” final. Se le plantea una historia de búsqueda, una investigación detectivesca, una sensación impulsada a través del personaje interpretado por Allison Janney, una incansable (aunque bastante chapucera) detective rural.
O eso parece porque… ¿qué pasaría si, después de dar por supuesta la verdad de este esquema narrativo, descubriese que le han engañado y que, hiciera lo que hiciese, ninguno de sus esfuerzos hubiese servido para nada?, ¿que la verdad está, simplemente, en otra parte?
Tal propuesta tiene su sentido si hablamos de un texto literario, donde las reglas de comunicación son más flexibles, las expectativas son diferentes, y sí podría ser razonable un esquema como éste. Pero el cine es un arte distinto. Y esto se ha olvidado por completo.
De semejante error de partida se deriva otro problema: los personajes están acartonados, sin una descripción clara y sin una evolución, a veces incluso incoherentes e histriónicos en exceso -hasta en los momentos más dramáticos. Esto pasa cuando los personajes se dan por descontado pues, en el planteamiento del film, son una idea preconcebida diseñada para un público que ya los conoce. Se da por supuesto que sabemos sus motivaciones más recónditas, sus deseos y sus ansiedades. Ello ha permitido unas interpretaciones más enfocadas a las emociones, más centradas en su aspecto emotivo, y esto es bueno en un drama de tomo y lomo, pero desconcierta totalmente si nos asentamos en un tratamiento más detectivesco; porque todos se vuelven más planos, más unidimensionales, más próximos a la lágrima fácil que a los matices de quien algo esconde.
Llevado esto al elenco interpretativo supone la salvación, en exclusiva, de su protagonista, Rachel, interpretada dignamente por Emily Blunt. Pues es este personaje el único, en su condición de clave para el desarrollo del argumento, que transita por diferentes momentos emocionales, por diferentes espacios y por diferentes grupos de personas. Un carácter transversal que obliga, claro, a un perfil más heterogéneo, más dado al matiz de cada una de esas distintas transiciones. Muy bien llevados, además, por la señorita Blunt. Todos los demás personajes permanecen durante toda la película, salvo los flashbacks introducidos a tal efecto, encerrados en su burbuja espaciotemporal, sin evolucionar, sin arriesgarse, sin atreverse a mostrarnos algo más. Mención especial merecen, por su excesivo estatismo y deficiente caracterización, los personajes de Rebecca Ferguson (Anna) y Justin Theroux (Tom).
Mas estos problemas se reflejan, mejor que en ningún otro sitio, en el guion. Hablamos de la trama y el desarrollo engañoso de una película que promete una cosa cuando es otra, y tal confusión se materializa en un guion desestructurado y caótico. Los flashbacks intentan completar una caracterización deficiente de los personajes en su momento presente y, al final, solo consiguen que nos fijemos en unos pocos aspectos de su carácter y personalidad; reduciendo todavía más su rol de lo ya presentado hasta entonces. En su intento de trazar con línea gruesa un perfil rápido, para llevar al espectador a otros aspectos de la trama, acaban por desproveer a la película de vida y de sentido. Pues en este film es el elenco de personajes a través de sus relaciones, realmente, la verdadera fuerza de la historia. Lástima que este insulso guion reduzca tantísimo este potencial coral, reduciéndolo a Rachel y su protagonismo desmedido.
Eso sí, técnicamente la película está bien trabajada. Llama poderosamente la atención una fotografía donde se intenta remarcar muy bien la diferente ambientación interior/exterior, a través de tonos negros y azules para los exteriores y blancos o amarillos para los interiores. También el vestuario guarda un papel interesante. En coherencia con esta diferencia, lo primero que hacen los personajes cuando llegan a casa es desvestirse, quitarse esos abrigos o chaquetas; una acción que remarca todavía más claramente la referencia al frío, a la hostilidad del exterior, respecto al calor del hogar. ¿Se han fijado en qué hacen los personajes cuando entran/salen del tren, respecto a cuando entran/salen de sus casas? La lástima es que estas referencias a penas se aprovechen pues la historia, que debería destacar estos puntos, apenas juega con ellos de forma muy circunstancial.
En resumen, la película nos entrega una cinta terriblemente irregular, fatalmente planteada, aunque bien ejecutada técnicamente, con personajes de inmenso potencial, pero sin esperanza de desarrollo debido a sus muchos pecados originales. De forma que solo podrán disfrutarla quienes ya hayan leído el libro y sepan qué se van a encontrar. Para los demás, reinará el caos y el desconcierto de un guion sin pies ni cabeza y con personajes con mucho corazón, pero sin una pizca de alma.