Andrezj Sapkowski (Lodz, Polonia, 1948) continúa su saga de Geralt de Rivia con el que es el segundo libro de la serie: «La espada del destino» (originalmente publicado en 2003 y que, junto con las distintas reimpresiones, ha conocido ya varias ediciones); tras el volumen que le sirvió como su carta de presentación, «El último deseo» (Bibliópolis, 2002), y que ya comentamos en Fantasymundo.
Sapkowski hace uso, para esta segunda entrega, de los mismos mimbres con los que construyó su anterior obra: la aparición intensiva de la mitología de Europa del central y del este (que conoce a la perfección); un uso inteligente, y por veces sardónico y corrosivo, de la ironía y el sentido del humor; el manejo de la oralidad como llave maestra para acercar al lector a la rica y variada personalidad de los personajes; una trabajada caracterización de ambientes y personajes, dotados de un realismo diseñado a través de las tramas creíbles; o una profunda caracterización psicológica a través de la posición decidida de los personajes delante de problemas de fondo calado ético y moral; entre otros.
Sin embargo, aunque los mimbres son los mismos, esta no es una simple obra de continuidad con respecto a la anterior. Por ejemplo, y aunque el relato vuelve a ser la opción narrativa elegida, ya no existen aquí elementos intercalados que gestionen la continuidad de las historias (aquella “voz de la razón” que aparecía en su anterior obra); estos fragmentos se hacen ya innecesarios. El motivo de esta desaparición, siguiendo con este ejemplo, es la mayor continuidad y serialidad de los propios relatos; se acentúa la relación entre los hechos narrados.
También es novedoso, consecuencia de unos relatos más extensos y con tramas más complejas, la intensidad que cobran ciertos personajes como el de Jaskier. Si anteriormente no pasaban de ejercer de simples comparsas, ganan aquí protagonismo y capacidad decisiva: ejerciendo una influencia directa sobre el brujo de Rivia que no aparecía enunciada antes. Igualmente, siguen apareciendo nuevos personajes ‘de peso’ que, en cierta manera, anuncian la evolución que a partir del siguiente libro se producirá a respecto de la evolución narrativa que experimentará la saga: pasando del relato a la novela.
El tono de La espada del destino adquiere, también, tintes mucho más mundanos que en El último deseo: si en aquella novela la aparición del brujo estaba rodeado de un halo misterioso-místico-mítico, representa un cambio el verlo a él –y a los personajes que lo acompañan- en entornos y actividades mucho más intrascendentes y domésticas. Un paso éste coherente con la búsqueda de una descripción más completa, realista y definida de los personajes en esta nueva obra. Y que acompaña, de forma fluida, a unas tramas más próximas al realismo moral que a la investigación mitológica.
La espada del destino es una obra, entonces, compuesta por seis relatos de continuidad que, en una breve síntesis son:
– Las fronteras de lo posible. Geralt de Rivia, Jaskier y Yennefer están de paso por los terrenos del rey Niedamir, cuando hasta ellos llegan los rumores de la presencia de un dragón en ellos, y de la codicia del rey hacia el monstruo. Estos tres personajes participan –si bien con motivaciones divergentes en cada caso- en una batida para la captura del dragón. Junto al rey viajan también el guerrero Gyllenstiern y el hechicero Dorregaray, ambos, también, con intenciones e intereses divergentes respecto al dragón, obediencia el uno, misericordia el otro. La política, la ambición, la crueldad y la violencia en un relato en el que, nuevamente, los principios de Geralt se verán puestos a prueba.
– Esquirlas de hielo. El título de este relato corresponde a la traducción, desde el idioma élfico, de la ciudad en la que transcurre esta peripecia de Geralt de Rivia: Aedd Gynvael. La leyenda que le da sentido al espacio de la ciudad, recorre también el fondo de la trama en la que Geralt se enfrenta al hechicero local, Istredd, por la consecución del afecto/respeto/compañía de la hechicera Yennefer de Vengerberg. Este es un relato, por tanto, en el que se profundiza, esencialmente, en la personalidad y la relación de dos de los personajes principales de la saga, reforzando los lazos existentes entre ellos. El intensivo uso del diálogo ayuda a dar fluidez a los momentos de mayor carga íntima e intimista, acercando al lector los sentimientos más profundos de Geralt y Yennefer.
– Fuego eterno. Geralt e Jaskier llegan a la villa de Novigrad donde encuentran a un mediano conocido de Jaskier, Dainty Biberverldt. En este encuentro topan con un mímico –con la capacidad de duplicar física y psíquicamente a persona cualquiera- de nombre Penstock y que, dedicado al engaño y al robo, engaña y roba a posadero y mediano. Conocedor del engaño, el vicario para asuntos de seguridad del lugar, Chappelle, le muestra a Geralt su preocupación porque el mímico, libre y suelto por la villa, pueda obstaculizar o impedir el culto sagrado al Fuego Eterno. El brujo de Rivia vuelve a lidiar con las suspicacias del poder, esta vez más religioso que político, ante su forma ética de ver la realidad.
– Un pequeño sacrificio. El amor es el eje central que atraviesa las subtramas de esta historia. Dos encuentros de hombre y mujer, el príncipe Agroval y su sirena, que lo rechaza desde las rocas, y la de Geralt con Essi Daven, trovadora al servicio del príncipe. Ambas historias se cruzan ante los testigos ojos de Jaskier, que acompaña a Geralt en esta aventura. Una doble pasión aderezada con el misticismo proveniente de los mundos profundos de la sirena, formados por escaleras que bajan a las profundidades, civilizaciones sumergidas o seres con forma de pez. Dos relaciones amorosas cuyo término exigen sacrificios. ¿Estarán los personajes dispuestos a ello?
– Algo más. En medio de la nada, y viajando con el mercader yurga, Geralt se encuentra enfermo y desorientado. De su boca sólo mana un leve balbuceo, el nombre de ‘Yennefer’. El viaje continua junto a Yurga y, a lo largo del camino, van apareciendo en frente del brujo –de distintas formas, y por motivos distintos- varios de los personajes principales que constituyen su entorno más cercano: la mismísima Yennefer, Calanthe, Jaskier y Ciri. En cada encuentro hablarán de su mutua relación personal, recordando hechos del pasado y, sobre todo, apuntalando un futuro del que todos ellos volverán a formar parte de una forma u otra.
En conclusión, este segundo libro de la saga de Geralt de Rivia, La espada del destino, supone un paso más en la progresión de una serie y de unos personajes que, cada vez de forma más clara, van cobrando mayor vida propia a través de una mayor profundidad personal. Igualmente, las tramas son cada vez más ricas, con mejores posibilidades de ahondar en los análisis éticos y morales que constituyen el motor narrativo las historias y peripecias de Geralt y los personajes que lo acompañan.
Todo ello muestra, con claridad palmaria, tanto las enormes posibilidades literarias y narrativas de la saga, como la potencialidad creadora de un autor que alcanza –de forma progresiva y sin descanso- las más altas cotas de calidad.