El Slasher es un subgénero del cine de terror centrado en la indefensión. Es una de las fórmulas clásicas del terror, lo cual la convierte en un tipo de cine muy explotado. A partir del análisis de varias de sus sagas más conocidas, os ofrezco un análisis de sus cintas más influyentes y de mayor relevancia.
El cine de terror es un género muy extenso al que nunca he tenido ocasión de acercarme. Principalmente por ser un cobarde asustadizo (Qué le vamos a hacer), pero también por lo extenso que es, por mucho que la gente piense que es un género simple.
Cada subgénero intenta explotar distintas facetas del miedo, y aún así cada uno de los ya mencionados es un universo basto de ideas, conceptos y reglas ya establecidas tanto por los creadores como por la audiencia.
Hoy me pongo las gafas de la nostalgia (Aunque en mi caso nostalgia poca) y revisaré varias sagas de uno de los géneros más marcados por el miedo a la indefensión: El Slasher.
Pero antes, un poco de contexto: El Slasher es un subgénero del terror que suele contar una historia de un grupo de adolescentes siendo atacados por un ente maligno, que suele ser un hombre de fuerza sobrehumana y por lo general tapado con una máscara (Aunque ya veremos que esta regla ha ido evolucionando según la época). Este ente comienza a cazar a los distintos integrantes del grupo en un espectáculo de violencia (Lo cual dejaba a los censores estadounidenses una tarea titánica a la hora de censurar). Los personajes son arquetipos, y funcionan como simples víctimas en la mayoría de los casos, teniendo apenas un arco narrativo marcado. Se establece además que siempre hay una “chica final” que huye del villano de turno en una escena de persecución hasta que lo encara y derrota, hecho que sirve de poco porque si la cinta tiene suficiente éxito ya encontrarán los guionistas la forma de resucitar al malo de turno.
El gran atractivo de estas cintas es claro, el gore y el diseño del villano. Con respecto al gore, no hace falta verse muchas películas para saber que el cuello (Tanto si es degollar, como si se trata de arrancar una cabeza) es el objetivo más utilizado. Tampoco sobran empalamientos y mutilaciones varias, lo cual siempre nos da una ración de violencia explícita que a más de uno le quitará las ganas de comerse una hamburguesa al salir del cine.
Con el diseño del villano tenemos un plus y un contra. Por un lado, un villano atractivo e intrigante hace que el público se interese por él, compre merchandaising y quiera una secuela. Sin embargo, el concepto tiende a desgastarse, porque lo atractivo del villano de un Slasher es “No se qué es eso, no se cómo matarlo, va a matarme y no puedo hacer nada”. Una vez le has visto hacer lo mismo en tres películas, ya el personaje deja de asustar. Además, hacer cambios en dicho personaje puede generar rechazo por los fans, porque al fin y al cabo las masas son los críticos más fieros que te puedes encontrar con respecto al fanservice.
Todas, o al menos la mayoría de las sagas, intentan establecer un par de elementos icónicos, como si se tratase de Christopher Nolan metiendo graves en “Origen” para generar impacto. Por lo general es el villano, que o bien sorprende por su eficacia a la hora de matar, o bien sorprende por su carisma en algunos casos muy concretos (A veces ocurren las dos cosas). El caso es que no solo es el villano. La música, la temática o incluso una escena pueden convertirse en filones de dinero que explotar para las productoras, hecho que permite que este subgénero sea uno de los más afectados por la secuelitis o los remakes innecesarios. Toda esta maraña de títulos hace que la continuidad genere problemas en la mayoría de las sagas, hecho que tampoco es que importe mucho porque desde el principio del género el objetivo es el mismo, ofrecer sangre (y en ocasiones tetas) al espectador adolescente.
Para hacer este análisis me he visto (En algunos casos varias veces) sagas completas del subgénero, cada una con sus más y con sus menos.
A partir de ahí se suceden dos nuevas películas, una secuela reboot que se situaría 20 años después de la segunda película de Halloween, seguida de otra secuela, un remake dirigido por Rob Zombie (Una de las mejores películas del metalero), junto con su correspondiente secuela (Bastante infame) y por último otra secuela reboot que se situaría 40 años después de la primera película de Halloween. Esta última salió este 2018 y creo que es la mejor aproximación en cuanto a calidad a la película original. Además de la inherente inexpresividad de Michael Myers, la secuencia del título con la calabaza y la melodía característica compuesta por el mismísimo John Carpenter dan pie a una saga que aunque no mantiene el tipo, al menos tiene en su haber varias películas bastante recomendables, aunque todas marcadas con un muy notable discurso pro pena de muerte, ya que la víctima no es capaz de superar el trauma hasta que el asesino muere, que es un psicópata cuya recuperación y posterior reinserción en la sociedad es imposible y siempre acabará por escaparse para organizar su matanza particular. ¿Os habéis mareado con la cronología? Pues preparaos que se avecinan curvas.
La primera película es cutre, ha envejecido fatal y de hecho apenas genera tensión salvo en momentos concretos. El poco gore que tiene se queda corto en comparación con otras entregas y lo único rescatable realmente es la cena de la familia Sawyer (No la de Tom), que en más de una ocasión ha intentado ser recreada en las siguientes películas sin nada de éxito. A partir de ahí cada secuela funciona como una especie de soft reboot y remake que va desechando conceptos según le apetece pero que no consigue funcionar en ningún momento, haciendo que cada secuela de las aventuras de Leatherface sea peor que la anterior, incluso aunque se añadieran actores carismáticos a la fórmula en más de una ocasión.
Mientras en Texas y Haddonfield lidiaban con sus respectivos locos, aparece en Crystal Lake el asesino en serie más célebre del cine, Jason Vorhees. La saga de “Viernes XIII” es con diferencia la que peor ha envejecido, siendo la que más títulos tiene en su cronología (La cual tampoco se salva de ser confusa de narices).
Como poco a poco eso de sacar asesinos en serie inmortales dejó de ser rentable, aparecieron películas basadas en un asesino “más convencional” cobrándose una venganza en un plan maquiavélico. Para mi gusto no son nada del otro mundo, aunque tampoco he explorado mucho esta faceta del Slasher, que fue explotada sobretodo durante los noventa. “Se lo que hicisteis el último verano” y “Scream” son bastante recomendables.
Cuando esta variación de la fórmula comenzaba a oler a cuco apareció un retorno al mundo sobrenatural con “Jeepers Creepers”. Una trilogía en la que cada uno de los títulos ha tenido sus más y sus menos.
La segunda parte pierde en calidad narrativa pero gana en sangre al presentar la acción en un autobús escolar. Aunque no genera tanta tensión tiene sus momentos y disponer de mayor presupuesto siempre ayuda a que el “Creeper” se vea mejor (No, este no explota).
La tercera es una mala película. Tiene malos efectos especiales, tramas secundarias que no vienen a cuento, y curiosamente quien se lleva el premio “Pichichi degollador” a más muertes es la furgoneta animada de el “Creeper”, que aunque tiene una camiseta nueva bastante colorida no gana nada más.
Cada una de estas sagas tiene sus más y sus menos, aunque por lo general todas presentan un esquema que se va repitiendo a lo largo del resto de sus entregas. Bien sea un grupo de socorristas en un campamento de verano, un grupo de adolescentes que van teniendo extrañas pesadillas, o una noche de Halloween que acaba en masacre, al final lo que importa es tener la dosis de tensión y sangre (Sobretodo sangre) que nos permita pasar una buena noche con nuestros amigos.