“Lo único que quiero en este momento es abrazar a mi nieto”

Esa podía ser la primera frase para el último libro de la saga del inspector Kostas Jaritos, “La hora de los hipócritas”, del terriblemente lúcido Petros Márkaris (Tusquets, 2020). Podía ser la primera, como ya digo, pero no es ahí donde la sitúa Márkaris. El libro fluctúa constantemente entre el deseo del abuelo Jaritos por estar junto a su nieto recién nacido y la necesidad de resolver una serie de asesinatos de personas de relevancia comprobada, honradas de cara a la sociedad e incluso filantrópicas alguna de ellas. En principio nadie se explica quien podría querer acabar con ellas ni los motivos que llevarían a tales individuos a realizar tan drásticas ejecuciones. A partir de ahí Jaritos y sus hombres empiezan a remover la mierda, sacando verdades ocultas y mostrando la realidad de Grecia en toda su descarnada desnudez.

Dice Márkaris que él escribe siempre desde el enfado y la indignación. Con toda la telita corrupta, pasota y ladrona que tenemos en las altas esferas no es de extrañar.

Leer a Márkaris representa un plus de inteligencia para todo aquel que lo lleva a cabo. Yo le descubrí en “Con el agua al cuello” (Tusquets, 2011), inicio de la célebre Trilogía de la Crisis que sigue con “Liquidación final” (Tusquets, 2012) y la fantástica “Pan, educación, libertad” (Tusquets, 2013). Hasta ese momento nunca había encontrado a un escritor tan comprometido con la situación de su país, sacando los trapos sucios a la luz desde la cotidianidad más simple y exhibiendo a toda la clase dirigente, políticos, empresarios y toda la claqué adyacente, como los robaperas aprovechados que son. Entusiasmada, retrocedí al comienzo de la saga con “Noticias de la noche” y lo demás, como se dice, es historia.

Portada de Pan, educación, libertadMe encanta que sean los propios autores los que nos den las claves de sus obras y voy a aprovechar que he encontrado una entrevista a Márkaris en El Cultural, publicada por Andrés Seoane en mayo del 2020 a raíz de la publicación de «La hora de los hipócritas», para poder citarle con propiedad. Dejo aquí el enlace para ser justa con los autores.

“Hoy, los políticos y los medios de comunicación celebran cada nueva inversión y los nuevos empleos que se están creando, pero no les importa si los salarios son insuficientes incluso para la supervivencia. Es decir, se magnifica cada subida de un indicador económico sin que nadie piense cómo se traduce esto en la vida real. Además, muchas empresas tienen sus sedes en paraísos fiscales […]. Jugamos con cartas marcadas ¿Cómo especificarías esta situación si no fuera hipocresía?”

“La hora de los hipócritas” comienza con la misma simpleza y cotidianidad a la que nos tiene acostumbrados Márkaris, pasando de lo familiar a lo criminal de una frase a otra. La familia del inspector Jaritos es uno más de los protagonistas de sus libros y la evolución de la misma es la estructura sobre la cual pivota toda la andadura de la saga. Si no existiesen su mujer Adraní, su hija Katerina y los personajes que se han ido añadiendo como su amigo el comunista Zisis, la amiga de su hija, Maña, el marido de su hija, Fanis, y ese novio alemán de maña que se esta “greciaciendo” Uli, no se podría entender la figura del propio Jaritos. La lucidez de Adrianí remarca la propia lucidez de Jaritos y la voluntad de su hija y su amiga por poner su granito de arena para ayudar a su país nos habla de una nueva generación, luchadora, a la que Jaritos y Márkaris apoyan sin dudar. Del mismo modo Zisis, el amigo comunista, representa a una generación precedente destrozada por el desencanto político pero que no se resiste a abandonar la lucha, siempre dispuesta a echar una mano. Y la familia de Jaritos no deja de crecer con ese nieto, Lambros, cuyo nombre da pie a Márkaris para criticar una rancia tradición griega, la de poner el nombre de uno de los abuelos al primogénito de la familia.

En realidad, cuando uno se enfrenta a los libros de Jaritos, da la impresión de que tratara a Grecia como una gran familia en la que hay de todo, como en botica: padres responsables, parientes aprovechados, hijos agradecidos, cuñados insoportables, hermanos chorizos (de esos muchos, desgraciadamente…) y una larga lista de gente de a pie que aguanta las cosas como puede después de haber fantaseado con una riqueza que, en realidad, nunca existió. Jaritos-Márkaris nunca se anda con paños mojados y exhibe la realidad del país tal cual es incluyendo a las personas que lo han forjado de esta manera, tanto las que lo han dirigido-robado como las que se han dejado seducir y ahora rechinan los dientes.

No es de extrañar que Márkaris piense que la novela negra es el mejor género para plasmar los males de una sociedad recogiendo una herencia europea que nos llega desde el siglo XIX. Él, modestamente, solo ha retomado el guante.

En «La hora de los hipócritas» Jaritos nos habla de la hipocresía latente en la sociedad griega, no solo bajo la cara amable de algunos individuos, sino bajo una situación económica y social que se dice buena de cara a la galería pero que esconde la precariedad y el desempleo masivo bajo su aparente bondad.

La virtud de Márkaris en sus libros es utilizar la novela negra para plantarnos ante la cara la realidad política y social de su país sin que suene a panfleto y nos parezca un ejercicio literario de gran honestidad y simplicidad… que no simpleza. Los crímenes no son una excusa para exhibir las ideas de Márkaris sino que son la raíz misma de la historia, elegidos con sumo cuidado para que, a lo largo de su desarrollo y resolución, nos lleven a lo largo de un viaje que nos adentra en todo aquello que el escritor quiere criticar y Jaritos se afana por descubrir. Un descubrimiento que no es otra cosa que toda la podredumbre que se asienta bajo la pretendida “normalidad” (he descubierto que esta palabra sirve para todo, oyes) de la Grecia de hoy en día.

Dicen que Jaritos, con su buen sentido común, su honestidad y sencillez, recuerdan al Maigret francés. Puede ser… pero Márkaris es un luchador indignado que inunda sus páginas de una feroz crítica que ya quisiera Simenon para si.

Los personajes… no, las personas que aparecen en las páginas de Márkaris, «La hora de los hipócritas» incluida, pueden gustarnos o no pero son seres completamente reales, a veces trazados con un par de frases, que nos muestran un país que se asienta en unos pilares de barro (je, a quien le suene algo similar que levante la mano) que ninguno de sus dirigentes se atreve a reconocer. Jaritos es el que saca la verdad a paladas gracias a la pluma de Márkaris y lo hace gracias a unos diálogos fluidos que dominan todos los libros y que son muestra de la gran habilidad del autor para hacer avanzar la historia de manera rápida (los capítulos cortos ayudan) y derecha a su conclusión que a veces es tan rápida y resolutiva que te quedas con ganas de más. Por lo menos yo me quedo un poco “no se yo…” a veces.

¿Críticas de «La hora de los hipócritas»? Serias ninguna. Un detalle, nada más. En el capítulo final, donde se aclaran los crímenes, aparece Dervísoglu (lo reconozco, he mirado tres veces el nombre antes de escribirlo…bueno, cuatro), uno de los policías al mando de Jaritos, a quien se ha enviado a por un sospechoso. Si pongo todos los nombres hago un spoiler de los buenos así que solo diré que el párrafo que empieza Dervísoglu (que bueno es el copiar-pegar) con “Uno es …” contiene información ya sabida y repetida, que presenta como si fuese nueva. Todos los policías bajo el mando de Jaritos ya conocían esa información, él también y todos los lectores. ¿A qué viene esa repetición? No he visto nunca utilizar a Márkaris ese truco que tan querido es para otros autores. Al menos nunca me he dado cuenta hasta este momento. Para mi que el ordenador nos lía a veces. Y otra cosa ahora que hablamos de nombres…

Ya se que voy a dar la impresión de que he bajado del monte y acabo de salir del pueblo pero… señor, señor, ¿cómo pueden ser tan difíciles los apellidos griegos? Ahora mismo soy incapaz de recordar a ninguno de los ayudantes de Jaritos, Dervísoglu exceptuado gracias al corta-pega. Imposible del todo y eso que son camaradas de nuestro “héroe”, algunos más cercanos que otros, y le acompañan fielmente en todas sus “aventuras”… pero no, que no me salen. Kula como mucho y gracias. Ah, y ahora que lo pienso…

¿Quieren tener una guía veraz de los atascos y mejores vías para circular por Atenas? ¡Compren la guía JARITOS´S WAY! Les aseguro que gracias a ella nunca (o casi nunca) se quedaran atascados en esa red viaria incomprensible que es la ciudad del Pireo. La verdad que a veces me harto un poco del Seat de Jaritos, si, y de su lucha eterna por llegar a tiempo a las citas.

Y, como resumen final, que vayan a las librerías, digitales o físicas, y se compren el libro. Y si no han empezado aún a leer a Márkaris, ¿a qué esperan? La lucidez en estos días va en frasco de perfume y, afortunadamente en este caso, se vende a precio obrero. Empápense de ella y luego me dicen. El tufo, al menos, solo será de realidad. El mejor-peor de todos.

Eidian
Recuerdo que escribí mi primera poesía recién operada de apendicitis con nueve deditos contados. Desde entonces odio los hospitales y adoro la escritura. Hasta hoy han pasado dos carreras (historia del arte y náutica, ahí es nada) y resulta que he acabado como marino/na (para gustos los colores). He regresado hace poco a esta página donde comencé a escribir críticas literarias porque hay cosas que nunca se olvidan. Experiencias malas, buenas y superiores. La vida misma.

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