La línea de Clásicos manga de Norma editorial sigue sumando adaptaciones de las grandes obras de la literatura universal. A historias como “Orgullo y prejuicio” o “El conde de Montecristo” se une ahora “La letra escarlata”, novela cumbre del escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne. Las encargadas de esta adaptación son la escritora Crystal S. Chan y la ilustradora Sunneko Lee.
“La letra escarlata” narra las vicisitudes de Hester Prynne, quien es obligada a llevar una A escarlata bordada en su pecho después de haber cometido adulterio y tener a la hija de otro hombre. Un acto que escandaliza a la pequeña comunidad puritana del s. XVIII donde vive, y que la marcará por el resto de su vida.
Mientras tanto, el reverendo Arthur Dimmesdale lucha con su conciencia al tiempo que Roger Chillingworth, esposo de Hester, trata de vengarse de él.
Una historia que explora la represión que sufrían las personas que no seguían el dictado de la moral y la costumbre, especialmente las mujeres. El peso del arrepentimiento y el de la venganza. Y la serena rebeldía de una protagonista que decide expiar su culpa solo ante Dios y mediante sus actos, a la vez que con su silencio protege a su compañero en el pecado.
El manga, pues, se centra en estos tres temas, simbolizados por tres personajes: Hester, el reverendo y Chillingworth, además de la sociedad puritana en la que se desarrollan los acontecimientos, que actuará como un cuarto y poderoso personaje colectivo.
Lo más interesante de la trama es ver cómo evoluciona cada una de las puntas de este triángulo temático: culpa, venganza y expiación. Mientras Hester limpia poco a poco su conciencia y es perdonada por sus congéneres debido a su rectitud y bondad, Dimmesdale se consume bajo el peso de su propio arrepentimiento, que lo lleva poco a poco a la locura. Y Chillingworth entrega hasta su última gota de humanidad solo por la obsesiva satisfacción de causar sufrimiento a aquel que lo agravió. Cabe destacar también el significado cambiante que la A escarlata de Hester va adquiriendo a lo largo de la historia, tanto para ella misma como para el resto de personajes.
No puedo dejar de mencionar tampoco a Pearl, la hija de Hester, uno de los personajes que más ilusión me ha hecho conocer en formato manga. Una niña etérea, salvaje, a la que en la novela se le considera que tiene algo de sobrenatural. Su extraño comportamiento y sus insinuaciones y preguntas, demasiado complejas (hasta retorcidas) para una niña, la convierten en uno de los grandes atractivos de esta historia, la cual consigue llenar de magia.
Las autoras han sabido preservar la esencia de la obra original en una adaptación cuya tensión dramática atrapa al lector desde las primeras páginas. Lo que pierde en arcos argumentales y personajes secundarios lo gana con creces en agilidad, fluidez y enfoque. Los que ya hayan leído “La letra escarlata” se sorprenderán con la fidelidad de algunas escenas y diálogos, o con detalles como la inclusión del tapiz del Rey David. Este aparece como fondo en la casa donde viven Dimmesdale y Chillingworth, en sustitución a una de las más famosas historias bíblicas de adulterio, tan importante en la obra original.
En cuanto al dibujo, Sunneko Lee ha creado una pequeña obra de arte. El diseño de personajes es magnífico, captando el sufrimiento en sus más variadas expresiones, así como el dramatismo, pero también la belleza. Algunas de las escenas protagonizadas por Pearl son realmente preciosas y cautivadoras. Los fondos están muy cuidados, el entramado bien utilizado y las portadas a color (exterior e interior) son ricas en matices.
Pero un solo detalle se lleva el broche de oro en el apartado estilístico: la letra A en el pecho de Hester, que han coloreado de escarlata cada vez que aparece, y que dota de un nuevo significado a la obra. Sencillamente sublime.
“La letra escarlata” se convierte en una forma distinta de redescubrir la obra original, y en una alternativa más fácil para acercarse a ella por primera vez. Es un manga que he disfrutado mucho, que se aparta del estilo más humorístico y ligero japonés para centrarse en el drama humano. Esperemos que no sea el último clásico que veamos adaptado en Norma.
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