La serie comienza extraordinariamente bien. Los primeros capítulos son terriblemente prometedores. La historia es potente: en Chicago, un policía blanco de familia bien asesina por error a una persona negra en acto de servicio. Este simple hecho funciona de motor narrativo eficaz y devastador para que una hija adoptada, un matrimonio homosexual y una aspirante a concejal, junto con este policía, desarrollen tramas -paralelas y transversales- dónde se habla, claro, de racismo (está muy presente el Black lives matter), pero también de corrupción política y policial, de ética y de moral, de lucha por lo que es justo… y de familia.
Pero…
‘La línea roja’ es un melodrama almibarado y muchas veces ridículo que no sabe aprovechar sus virtudes
A partir del tercer capítulo la serie comienza a desmoronarse por culpa de una narrativa que, agotados los primeros cartuchos de sorpresa, tiende en exceso a la hipérbole, al dramatismo innecesario, a trucos de guion poco originales y que huelen a naftalina… Lo hace en perjuicio de sus personajes, principales y secundarios, que ven desvirtuados sus retratos iniciales por culpa de un desarrollo precipitado, rapidísimo, del guion y que incumple gravemente el pacto de verosimilitud que este tipo de ficciones tienen con su público.
A esto debemos sumar una realización excesivamente ambiciosa. Su afán por introducir y manejar en paralelo tantas subtramas y tantos personajes acaba por formar una madeja narrativamente liosa, desconcertante y confusa por momentos, que se nos aparece más y más perdida en sí misma cuanto más avanza la serie.
¿Eran necesarias tantas vueltas?
También se le ven las costuras en cuanto a las referencias a las que se debe y en las que ha buscado una directa (e indisimulada) inspiración. Fundamentalmente, tres son las deudas que se perciben con claridad: ‘When They See Us’ (la mano de Ava Duvernay, productora ejecutiva aquí, es evidente), ‘The Wire’ (la trama política busca ser una copia y se queda en sombra lejana) y ‘This is Us’ (la trama del drama familiar tiene escenas muy similares). Si metemos estas tres series en una batidora, y le damos unos poquitos golpes, tenemos ‘La línea roja’.
El resultado es un melodrama almibarado y muchas veces ridículo que no sabe aprovechar sus virtudes, desaprovecha sus recursos (como la presencia de Noah Wyle (‘Urgencias’) y malogra su prometedor inicio hasta el punto de que, al acabar el último de sus ocho capítulos, todas sus subtramas se reducen a otra insubstancial y sosa reivindicación de la familia americana. ¿En serio eran necesarias tantas vueltas para llegar a esto?