He leído casi de un tirón "La otra vida de Ned Blackbird" (Siruela), tal es el grado de adicción a una historia que sabe provocar Alexis Ravelo, como bien sabemos los ya muchos lectores "raveloadictos" que esperamos ansiosos la publicación de cada una de sus novelas negras, de un realismo insobornable.
Quizá porque en ese género ya ha cosechado algunos de los premios más reconocidos -como el Premio Hammett de la Semana Negra por "La estrategia del pequinés" y el Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe del Getafe Negro por "La última tumba"- Ravelo ha decidido seguir en esta ocasión un camino diferente.
Un camino que lo lleva por unos parajes literarios y geográficos distintos, pero no distantes.
No está esa protagonista fundamental de sus novelas que es Las Palmas de Gran Canaria, pero sí una también insular ciudad imaginaria llamada Los Álamos. Y, aunque en esta ocasión no haga su aparición la violencia en la vida de los personajes, no les es ajena la derrota y la muerte.
El protagonista de "La otra vida de Ned Blackbird" es Carlos Ascanio, un profesor de filosofía de mediana edad que necesita tomarse un tiempo alejado de la que hasta ese momento ha sido su vida. Por ello acepta un puesto en la universidad de la ciudad isleña de Los Álamos. Allí decide alquilar un viejo apartamento, un tanto pasado de moda, pero en buen estado.
Pronto descubre que su anterior inquilina, la anciana maestra Celia Andrade, ha fallecido allí recientemente y que sus efectos personales, acumulados a lo largo de toda una vida, siguen almacenados en una habitación de la casa. Y algo más: que su presencia parece estar presente en cada uno de sus rincones.
El sonido de una vieja máquina de escribir, repiqueteando cada noche, lo empuja a bucear en las cartas y papeles de la antigua inquilina. Y así, poco a poco, va viéndose arrastrado por la memoria de Celia Andrade, su trabajo, sus amores, sus libros. Pero la mera curiosidad inicial acaba convirtiéndose en una obsesión que compromete su vida, lo aleja de su rutina de clases y cafés en El Oriental y le lleva a cuestionarse quién es en realidad.
Celia Andrade había llevado una vida atípica en la España del franquismo. Una vida repartida entre su profesión de maestra, la escritura casi clandestina de novelas populares de éxito y una larga sucesión de amantes con los que siempre rechazó comprometerse.
Atrapado por sus cartas y diarios Ascanio (y, con él, el lector) va avanzando ansioso en la recreación de esa vida y su final.
La novela se convierte así en un homenaje a una generación de escritores que llenaron el tiempo libre de un país en una época en la que la televisión aún no reinaba en los hogares. También a la lucha de las mujeres por tomar las riendas de su propio destino y encontrar su lugar en un mundo de hombres. Y al amor, una amor no necesitado de ataduras ni convencionalismos para ocupar un lugar central de la vida.
La siempre precisa y eficaz prosa de Ravelo aparece en esta novela aún más depurada.
Sin caer en la pedantería, sabe trufar de referencias literarias toda la novela.
Sin pecar de cursilería, sabe hablar del amor y del paso del tiempo.
Sin alejarse de la realidad, sabe acudir a la fantasía.
Alexis Ravelo no solo es uno de los mejores autores españoles de novela negra. Es un fenomenal contador de historias y un escritor de primera línea. Quizá esta breve novela coja con el pie cambiado a algunos de sus seguidores más aficionados al género policiaco. Sería un error que este cambio de registro, o la mera etiqueta de "género fantástico", los alejara de la prosa de Ravelo y de una historia de las que dejan poso en el recuerdo.
Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) cursó estudios de Filosofía Pura y asistió a talleres creativos impartidos por Mario Merlino, Augusto Monterroso y Alfredo Bryce Echenique. Dramaturgo, autor de tres libros de relatos y de varios libros infantiles y juveniles, ha logrado hacerse un hueco en el panorama narrativo actual con sus novelas negras, que han merecido diversos reconocimientos, entre ellos el prestigioso Premio Hammett a la mejor novela negra por "La estrategia del pequinés".
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