Aun así, sigue habiendo personas interesadas en que ciertos conocimientos no lleguen a todo el mundo y, en consecuencia, no puedan tener la oportunidad de ser aprendidos. Puede ser porque desean solo para ellas los beneficios de ese conocimiento. O puede ser porque consideren ese conocimiento como apto solo para unos pocos. O puede ser porque les interese más sustituir ese conocimiento por otra cosa, esto es, por el rumor o por la suposición, por la superstición o por la creencia. No olvidemos que, todavía hoy, la sociedad ignorante sigue suponiendo el caldo de cultivo idóneo para muchos y poderosos intereses.
La Historia (con mayúscula) se ha visto afectada seriamente por estas prácticas de confusión y oscurecimiento del conocimiento. Desde que las lecciones del pasado traen consigo aprendizajes para el futuro, los poderes fácticos siempre se han mostrado muy interesados -y proclives- a embarrar con sus eslóganes fáciles y su propaganda digestible el conocer de aquello que ha sido y sus lecciones sobre lo que podría porvenir.
Por suerte, proyectos editoriales como el de Pasado y Presente y editores comprometidos como Gonzalo Pontón -al que hemos tenido la oportunidad y la fortuna de entrevistar hace poco-, consiguen equilibrar un algo la balanza con autores comprometidos con la verdad y con títulos en busca del rigor. Aportando algo de luz y claridad a un área de conocimiento todavía en muchas partes tenebrosa.
100 años desde la Revolución Rusa
Un siglo ha pasado desde entonces y todavía la Revolución Rusa sigue rodeada de un inmenso halo de confusión. En este año, muchos trabajos se han publicado en el mundo con motivo de su efeméride. Algunos excelentes y otros no tanto. Pero, si tuviésemos que elegir solo un puñado fundamental para leer, buscando calidad y originalidad, ‘La Revolución Rusa. Una historia del pueblo’ (Pasado&Presente, 2017) estaría necesariamente en esa breve lista.
Este trabajo de Neil Faulkner (Londres, Inglaterra, 1958) cuenta con todas las características de los mejores ensayos. Por un lado, es breve y conciso, claro en su estructura e ideas, yendo directamente al grano en cuanto a la exposición de los hechos y al análisis fundamental de sus consecuencias principales; sin perderse por vericuetos y florituras. Por otro lado, como historiador digno representante de la escuela británica, muestra una encomiable calidad en su escritura: manteniendo un ritmo, una fluidez y una claridad de altura durante todo el texto; facilitando así la lectura. Y por otro, aplica un punto de vista permanentemente crítico, donde la admiración por la Revolución Rusa como fenómeno sociopolítico y por la política bolchevique como su motor social, no le impide rechazar de pleno la deriva estalinista, o desechar el “socialismo en un solo país” como un modelo de izquierda (considerándolo capitalismo de Estado), entre otros aspectos.
Pero si por algo podemos considerar a este ensayo como imprescindible es por su punto de vista.
Faulkner pone el foco principal de su análisis en el pueblo ruso. Aquí están también los actores sociopolíticos (el sistema zarista, el ejército, el campesinado, el advenimiento de la clase obrera industrial…), todos ellos imprescindibles en la explicación de las causas y consecuencias de la Revolución Rusa. Y las estratégicas y tácticas desarrolladas por todos ellos forman, igualmente, la capa causal y consecuencial de esta Revolución. Pero Faulkner nos muestra, por encima suya, al pueblo (Narod, en ruso): a los efectos que las decisiones de estos actores tuvieron sobre él y, en concreto, a cómo la reacción del pueblo ante estas decisiones constituyó la compuerta tras la cual se fueron abriendo las siguientes ventanas de oportunidad y las siguientes fases en el advenimiento, el desarrollo y la decadencia de la Revolución Rusa.
Habitualmente, cuando se analiza la Revolución Rusa, todo el fenómeno queda reducido a unas fechas muy concretas, a unos actores muy concretos y a unas causas muy concretas. Casi pudiera parecer que, más que una revuelta general y una revolución popular (de abajo hacia arriba), fue algo orquestado o provocado desde las élites y las esferas de poder (de arriba hacia abajo). El mérito del punto de vista de Faulkner es que, al ampliarnos el campo de juego, al mostrarnos al pueblo ruso en toda su extensión y complejidad, y cómo sus distintos grupos constitutivos se sumaron a la insurrección contra las viejas estructuras de poder, derriba de un plumazo y para siempre el juego confuso de espejos sobre cómo la Revolución Rusa pudo llegar a ser posible y, en último término, a tener éxito.
La consigna: “Paz, pan y tierra”.
La principal consigna del movimiento revolucionario, a la que por uno u otro motivo los distintos grupos constitutivos de la sociedad civil rusa de la época se fueron adhiriendo, fue “paz, pan y tierra”. Tres deseos que designan, inversamente, a las tres principales carencias o a los tres principales enemigos civiles de aquel tiempo: la guerra (la Iª Guerra Mundial), el hambre (la carestía o la pobreza in extenso) y los terratenientes (englobamos aquí no solo a los caciques, sino también a la nobleza urbana y a otras personas de mando como, en su día, llegaron a ser incluso los oficiales militares). Tres pilares del sistema zarista primero, de los partidos que mantenían a los gobiernos provisionales después, y cuya cruel imposición y mediocre expresión acabaron llevando hasta la desesperación a un pueblo harto de aquel presente y sin otras alternativas de futuro que la revolucionaria.
Pero el camino hacia la desesperación no fue ni corto ni, por supuesto, sencillo. El poder institucional, económico y social dio la batalla, poniendo en marcha numerosas estrategias tanto de persuasión o intimidación del pueblo, como de desorganización o descrédito de la alternativa política. En este sentido, este ensayo pone un interés encomiable en destacar las numerosas trampas a las que el pueblo se vio abocado, y en las que cayó de una forma u otra, antes de llegar al final de su paciencia. Como también pone énfasis Faulkner en destacar las dificultades internas de unos socialistas bolcheviques cercados por la oposición interna, por la duda en muchas ocasiones y por el acoso de las fuerzas policiales y militares en otras tantas. En todo este camino, desde el asesinato del zar Alejandro II (1881) hasta octubre de 1917, muchos obstáculos pusieron a la Revolución Rusa al borde del abismo, y de ellos tenemos un extraordinario análisis en este ensayo.
También se pone el foco, por tanto, en las penurias padecidas por el pueblo en cualquiera de las fases del proceso revolucionario; antes de octubre de 1917 o tras la victoria de la Revolución. Se nos da cuenta de las hambrunas, de la persecución política y de la censura, de los intentos de golpe de estado por intereses espurios, o de la mediocridad de hombres como Nicolás II, Kérenski o Iósif Stalin. De cómo el aislamiento de la revolución y la decadencia del Partido Bolchevique, con su cooptación progresiva por arribistas y burócratas, substituyó al movimiento e impulso revolucionario por un golpe contrarrevolucionario. Un golpe mortal a la revolución que substituyó al socialismo por el estatal-capitalismo, a los originarios anhelos democráticos por el burocratismo formalista, a la libertad y los derechos civiles (siendo la Revolución Rusa el contexto donde se alumbró por primera vez la legalización del aborto o las parejas del mismo sexo) por los asesinatos selectivos y la opresión masiva.
Este es un ensayo, por tanto, que no se deja llevar por la confusión de los muchos intereses tras el análisis histórico de la Revolución Rusa, mantenidos por actores políticos de todo signo y condición.
Faulkner analiza este momento histórico con plena libertad crítica: llamando a las cosas por su nombre, reconociendo que el sueño revolucionario comenzaba a agonizar pocos años después de su éxito, y que tras la llegada de Stalin al poder nada quedaba ya digno de tal nombre. Al mismo tiempo que nos pone de frente a un pueblo ruso admirablemente estoico, sufridor frente a autócratas crueles, gobernantes incompetentes y pseudorevolucionarios con piel de cordero pero corazón de cuero; causantes de las más dolorosas penurias en un tiempo de grandes esperanzas.
Conclusión
‘La Revolución Rusa. Una historia del pueblo’ (Pasado&Presente, 2017) es directo, honesto y sin ambages. Riguroso en su análisis, aplica un punto de vista original y poco frecuente a la Revolución Rusa. Un enfoque que lo hace merecedor, como ya hemos apuntado, de no pocos elogios.
Pero, de todos los méritos aquí blandidos, uno destaca sobre los demás: su capacidad para aportarnos lecciones valiosas del pasado para el tiempo presente. Porque, cuando todo parecen ser mezquindades y tribulaciones, cuando la política parece haberse olvidado de las necesidades de las personas para volcarse en los discursos vacíos grandilocuentes y los trapos de colores, el análisis de la Historia puede darnos verdaderos buenos aprendizajes sobre cómo regresar -y no perder de vista- a la senda de la humanidad frente a la de la mezquindad, a la de la solidaridad frente a la del enfrentamiento, a la de la paz frente a la de la violencia. Y para conseguir esto, este ensayo se nos antoja fundamental, máxime cuando extrae este conocimiento de un acontecimiento histórico habitualmente opacado y oscurecido como es la Revolución Rusa.
Por todo esto, sin duda alguna, este será uno de nuestros ensayos imprescindibles del año.
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